A un año de una elección presidencial: ¿bi temática o neo temática?
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


No falta mucho para que nos adentremos a una nueva elección clave para la historia Argentina, en cuanto a la posibilidad de un traspaso ordenado del poder, y a la renovada legitimidad que recibirá el nuevo presidente para encarar políticas de fondo de cara a lo que resta de la presente década.
 
En este sentido, las encuestas encargadas por todos los candidatos en los dos últimos años, las que más tarde o temprano se dan a conocer en los medios gráficos nacionales o bien pasan por los despachos ministeriales para activar el juego de las internas partidarias, nos han mostrado que entre los cinco principales problemas del país, siempre la gente ha reflejado su preocupación sobre (de menor a mayor) cuestiones como ser: el acceso a la salud, la corrupción, el desempleo, la inflación y la inseguridad.
 
En relación directa a estos indicadores, la clave de la campaña volverá a estar teñida por el contexto y si el cambio de gobierno en el nivel presidencial estará cruzado por un momento de tensión, conflictividad y/ o crisis social. Hasta aquí, en democracia al menos, todos los cambios de grupos de gobierno nacional tuvieron como eje la situación económico-financiera y el correspondiente párate en sus actividades laborales y comerciales para buena parte de la sociedad.
 
Así, salvo la campaña del 83, entre Alfonsín y Luder, en que los posicionamientos y los diseños de propuesta política redundaron en apelaciones a la honestidad y a los derechos humanos, desde el 89 en adelante el eje se centró en cuestiones económicas.
 
En el 89 Menem expresó la mejor oferta política siendo el candidato de la esperanza y la revolución productiva. En el año 95 Menem gana nuevamente al ser el garante del modelo económico.
 
En el año 99, De La Rúa bajo las consignas de mantener la convertibilidad y una administración ética de los recursos del Estado, accede a la primera magistratura.
 
En el año 2003, pos crisis del 2001 y default de la deuda argentina, Néstor Kirchner obtiene la presidencia al no presentarse Menem al ballotage, y bajo una estrategia de diferenciación con el modelo de los 90 y con el slogan “un país en serio”, siendo ésta la elección y campaña mediática más austera dada la situación del país.
 
En el 2007, Cristina gana la presidencia como garante y continuadora del modelo económico, reforzando este compromiso bajo las ideas de: “el cambio recién empieza” y “la fuerza de la verdad”.
 
En el 2011, Cristina logra ser reelegida bajo la idea de “la fuerza de un pueblo” haciendo uso emotivo de la situación por la que pasaba, asegurando que profundizaría el modelo socio-económico y nos protegería de la crisis económica del primer mundo, que se estaba cayendo al decir del relato k.
 
Ya en el 2014, y atento al largo tiempo transcurrido con una única y rígida matriz de gobernabilidad, a una creciente complejidad cultural y a un crecimiento económico dispar que nos vuelven a aquejar, cíclicamente, nos encontramos ante la inédita posibilidad de que los posicionamientos y los diseños de propuestas políticas para las campañas presidenciales ya no sólo hagan hincapié en perspectivas o modelos de desarrollo económico y administración del Estado, sino también planteen claramente una agenda de soluciones para la cuestión de la inseguridad y/o falta de acceso a la justicia, según como quiera o busque conceptualizarse la problemática.
 
De ahí, qué el escenario electoral nacional 2015 nos encuentre ante dos estrategias:
 
1- Una doble o bi temática oferta de marketing y publicidad política que nos comunique soluciones sobre: economía y seguridad o economía y justicia.
 
2- O bien, estemos ante una innovación y la primacía de la oferta electoral por parte de los candidatos, con más chances de entrar a una doble vuelta, se posicionen y se publiciten basados en las propuestas de seguridad y/o justicia.
 
En este sentido habría que decir, que respecto de lo económico, no hay mucho para innovar y en verdad subsiste en la percepción de la gente el recuerdo sobre los modelos económicos vivenciados desde los años 80 hasta aquí. Con lo cual, todo lo que ofrezcan los candidatos presidenciales desde lo discursivo y publicitario tendrá un análisis critico comparativo, automático podríamos decir por parte de la gente, de acuerdo a cómo vivió cada década en materia laboral y económica. Lo cual hace a esta temática de campaña un gran desafío comunicacional en sí.
 
Pero, en cuanto a la temática relativa a la seguridad y/o justicia, no hemos tenido la misma experiencia de vivenciar modelos ¨nacionales” o de “políticas federales” en la materia, y más bien, la percepción social sobre la cuestión rememora que ¨nunca se hizo nada al respecto¨ o es un ¨tema pendiente¨ de la política nacional. Por lo cual, para los estudios de marketing, a la hora de alcanzar  a reconocer la mejor segmentación electoral y ajustar de mejor modo el target; y la publicidad, en cuanto a su estrategia creativa, tienen ambas un terreno más fértil y abierto en cuanto a la exploración de nuevas posibilidades comunicativas. En este punto hay un nuevo terreno de exploración, análisis y difusión de la oferta electoral en escala nacional.
 
Finalmente, en atención a las posibles temáticas o la bi temáticidad, personalmente uno quisiera que de una vez por todas en nuestro país las elecciones presidenciales “hablen” sobre cuestiones económicas, no insertas en contextos de crisis, y discutiendo modelos de desarrollo productivo y del conocimiento. Pero lamentablemente, en el transcurso de la última década lejos de haberse despejado ésta cuestión problemática nos vemos obligados a agregarla a una campaña presidencial, demostrando de manera elocuente la ineficiencia e ineficacia en el actuar del Estado. Es claro que la institucionalidad, afectada por el gobierno Kirchnerista, ya no asegura las reglas de juego sino que tampoco la vida y la seguridad de los ciudadanos, cuestión social clave a reconstruir y recuperar en el marco del estado de derecho.
 

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