El inefable Sr. Capitanich
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


El jefe de gabinete Jorge Capitanich tuvo hoy dos intervenciones que, más allá de inscribirse en su clásica verborragia llena de tautologías, líneas redundantes e ideas circulares, se internaron en otros tantos temas que concitan la atención pública en estos días.
Me refiero al mínimo no imponible de ganancias y a la situación del vicepresidente, Amado Boudou.
Respecto del primer tema atacó a los gremios y en general a todos los que reclaman una modificación de esas alícuotas bajo el argumento de que defienden una "política de Hood Robin", es decir que en lugar de defender la idea de sacarle a los que más ganan para darle a los que ganan menos, hacen al revés y se ponen del lado de los que ganan más.
Hay toda una definición filosófica y direccional en las palabras del ministro.
Queda por demás claro que la idea que inspira al gobierno es la de castigar el progreso y estimular la miseria.
En efecto, si la señal de Capitanich es que a los que han conseguido progresar en la vida lo que les espera es un castigo (a tal punto que está demostrado que muchos prefieren renunciar a la monetización de ese reconocimiento porque, paradójicamente, por la aplicación de las alícuotas del impuesto su ingreso de bolsillo sería peor) entonces el estímulo al progreso disminuye y crece el aliento a la holgazanería porque estaría demostrado que el que se queda en su casa recibiendo el emolumento del Estado tiene menos problemas y sobrevive igual.
En una exageración teórica, incluso, podría decirse que el impuesto a las ganancias debería disminuir a medida que las personas progresen, justamente para que el estimulo esté puesto en el avance, en el desarrollo.
Pero no nos salten a la yugular, todavía: aclaramos de entrada: es solo una exageración teórica para demostrar las diferentes concepciones que se pueden tener sobre las herramientas para vivir mejor.
De todos modos Capitanich dejó claro que lo que el gobierno busca es "distribuir" y no "crear" riqueza, con lo que, claramente habrá cada vez menos para distribuir y la pretendida "igualdad" será una igualdad alcanzada sobre la base de la miseria y un emparejamiento hacia la pobreza.
Recordamos que el alcance del impuesto a las ganancias a un mayor número de argentinos es porque el gobierno ha embarcado al país en un profundo proceso inflacionario que, trasladado a las paritarias, debería imponer una modificación de los mínimos para mantener los mismos niveles de "justicia distributiva" que había antes. De lo contrario lo que Capitanich defiende no es la teoría de Robin Hood sino el robo -vía el impuesto inflacionario- de los trabajadores y de los jubilados. Se trata de un caso de "tributación sin representación", es decir una etapa legal anterior a la Carta Magna de 1215.
El gobierno por este mecanismo perverso estaría aumentando los impuestos sin aprobación del Congreso, lo cual, además de ser inconstitucional, supone un retroceso de siglos en materia de justicia tributaria.
En el caso del vicepresidente Boudou, el jefe de gabinete, además de cometer errores conceptuales gruesos, que hacen presumir con marcada certidumbre que no conoce el texto de la Constitución (dijo que el vicepresidente integra el poder ejecutivo cuando dicho cargo en la Argentina es "unipersonal" -es decir está integrado por una sola persona, el presidente- siendo la vicepresidencia una institución en sí misma diferente del presidente y del Congreso) dio muestras de no tener la mas mínima percepción de lo que se conoce como "tacto", o de que pueda llegar, en todo caso, a importarle.
La presencia de Boudou en la presidencia del Senado en este momento no pasa por las obviedades legales a las que, aun con sus confusiones, se refirió el jefe de gabinete.
La presencia del vicepresidente en el Senado es incómoda. A todas luces despierta una crispación y una rispidez que deberían evitarse. Aunque visto así no resulta extraño saber que Boudou presidió las sesiones por orden de la presidente, para quien, causar escozor y refriegas, parece ser un deporte personal.
 

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