Emprendedores del mundo, uníos
Ricardo Valenzuela


Cabalgando ya sobre la segunda década del nuevo milenio, estamos atestiguando el surgimiento de la confianza del individuo ordinario en un sistema, como el único que realmente lo puede beneficiar. El espíritu del mercado ha penetrado la cultura. Sin embargo, al hacer estas afirmaciones,  desgraciadamente sólo nos podemos referir a unos cuantos países. Ellos han iniciado el proceso de entender que el capitalismo es el único sistema económico que opera con eficiencia y los mercados son los informados árbitros de la producción y valor. 
 
El mundo avanza hacia esa era económica de libertad con una nueva y poderosa arma; la tecnología, lo que la hace cada día más elusiva para los glotones gobiernos. Esta es la era del dominio de países liberales. La tecnología ha promovido la consolidación de su poder en todas las áreas; económica, política, militar, cultural. En este nuevo panorama la nueva forma de capital son las ideas, el conocimiento y la información. La propiedad más importante se torna cada día en la propiedad intelectual. Este debutante juego tiene sus reglas que muy poca gente parece entender. Las batallas políticas del futuro no serán para definir cuál es el mejor sistema ha seguir; los mercados actuando en libertad se encargarán de ello.
 
Los paradigmas del Siglo XX han sido derrumbados y son en estos momentos reliquias de un pasado que lucha para permanecer. Pero la mayoría tradicional no solo no lo entiende, lo rechazan con fiereza y es el grupo que el autor D’ Souza ha bautizado como “los conservadores negativos.” Pero hay otro que no solo lo entiende, ellos lo han provocado y lo siguen construyendo, es a quienes D’Souza llama “liberales positivos.” Estos dos campos se encuentran en una lucha frontal por el control del futuro.
 
Las raíces de estos conservadores se remontan hasta el mismo inicio de la historia. Platón en su famosa obra “Leyes” proponía severos castigos para los ciudadanos dedicados al comercio y los negocios. Confucio afirmaba: “El caballero entiende lo que es moral. El hombrecillo solo busca la ganancia.”Las sociedades antiguas consideraban que la mejor forma de adquirir riqueza era heredándola e inclusive a través del robo, la conquista y el despojo—era mucho más honorable que través de producción y comercio. La iglesia católica lo definía con más agresividad: “Todas las riquezas proceden del pecado. Nadie gana sin que alguien pierda.”
 
Las de los liberales se inician con los enfrentamientos entre protestantes y católicos en los siglos XVI y XVII que degeneraron en sangrientas guerras religiosas. Los pensadores europeos de la época para detener la carnicería, decidieron abandonar la anciente empresa de basar la sociedad  en la búsqueda de las grandes virtudes y reorientarla hacia la satisfacción de las necesidades terrenales—debían así redirigir su energía de la poderosa fuerza de la religión hacia algo igual de poderoso; la búsqueda de ganancias materiales. En esos momentos nacía la economía como ciencia independiente mediante un desprendimiento de la filosofía.
 
Emergerían también nuevos pensadores. En 1714 Mandeville publicó su obra “La Fábula de las Abejas” en la cual exponía el que los vicios privados producen el beneficio público. Mandeville afirmaba que una sociedad organizada alrededor de lo que la iglesia consideraba diabólico; ambición, glotonería, avaricia, orgullo, envidia produciría una increíble ola de prosperidad. Pero fue Adam Smith quien refinando esos conceptos estableció los fundamentos para el verdadero liberalismo. Luego fueron los filósofos Franceses y Escoceses del renacimiento quienes mejor lo definieron: “Cuando se trata de dinero, todos somos de la misma religión. El judío, el cristiano y el mahometano hacen negocios entre ellos—y le cuelgan el nombre de infiel sólo a los que quiebran.”   
 
El campo del liberalismo tradicional ha sido invadido por esa nueva ola de liberales positivos; es la nueva generación X, la que nunca escuchó “no se puede,” a la cual no se le controló a base de culpa, a ellos no se le amenazó con el infierno y el pecado original. Es una nueva generación que no está a la defensiva. Los principios emanados de “la vieja ola” fueron el de la queja, el sacrificio y el valle de lágrimas. Los de la nueva se basan en su pasión por el futuro. Esta no es una generación de pensadores o críticos sociales. Ellos nunca han leído a Platón o a Max Weber. Lo que ellos leen es “Wired o Fast Company” en las revistas tecnológicas de MIT o Stanford. Respetan a Einstein, pero admiran a Edison. Ignoran a San Agustín pero les gusta Gutemberg.
 
Esta nueva generación no pierde tiempo tratando de definir cuál debe ser el papel del gobierno en nuestra organización social, simplemente lo ignoran y lo consideran un estorbo más. Entienden muy bien las palabras de Jefferson cuando en la declaración de Independencia escribió el que todos los hombres fueron creados igual; “igual ante la ley y con los mismos derechos,” pero tienen muy claro que no todos tenemos las mismas dotes y habilidades. No les interesa la política porque la política ya no es interesante y mucho menos relevante. Saben que el Estado amo y divino creado por el hombre, está regresando a su origen de simplemente ser un sirviente y el conserje de la sociedad.
 
Estos nuevos liberales entienden también el concepto de la moralidad de los mercados. Saben que aun cuando hay iglesias que pretenden controlar a las sociedades con el monopolio del perdón; los mercados no perdonan. Algunos de ellos son profundamente religiosos, pero sólo aceptan la religión que a Toqueville tanto impresionó cuando escribió: “Los Americanos combinan en sus mentes la noción de Cristianismo y Libertad con tal intimidad, que es imposible el concebir el uno sin el otro.” Ellos creen en el Dios de la Biblia promoviendo libertad para sus hijos. Pero saben que esto ya no es su realidad. Voces eclesiásticas muy poderosas se unen al coro de colectivismo posicionando las iglesias en esa lucha contra una sociedad libre. Entonces, al igual que al Estado las ignoran.
 
La sociedad en países que hoy día crecen no solo los acepta, los admira. Entienden que esa competencia, estilo Bill Gates, Milken etc, para seguir acumulando dinero, permanece como el primitivo motor atrás de las incansables energías de esa nueva elite empresarial. Adam Smith lo definió muy claramente: “Ha sido muy beneficioso el que la naturaleza nos haya dado esta capacidad. Esto es lo que mantiene en constante movimiento el esfuerzo del ser humano.” Traducido; dejemos a estos hijos de suchi que se harten de acumular. No nos importe si con ello son más felices o no. Lo que sí sabemos es que al seguir produciendo bienes y servicios mejores y más baratos, aportan para mejorar la sociedad y lejos de explotarnos, somos nosotros los que con su consentimiento los explotamos a ellos.
 
Esta es la generación que estará esculpiendo el nuevo Siglo XXI..
 

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