Histeria de Colombia, por Daniel Samper P.
Carlos Goedder
Carlos Goedder es el seudónimo de un escritor venezolano nacido en Caracas, Venezuela, en 1975. El heterónimo de Carlos Goedder fue alumbrado en 1999 (un juego de palabras con el nombre de pila correspondiente al autor y el apellido de Goethe, a quien leyó con fruición en ese año. La combinación de nombre algo debe también a la del director orquestal Carlos Kleiber).


El escritor Daniel Samper Pizano ofrece en su obra “Lecciones de Histeria de Colombia” uno de los mejores textos introductorios para la historia de un país

A Laura Riascos de Galante, por su premiado ron colombiano La Hechicera

El autor colombiano Daniel Samper Pizano ofrece uno de los mejores textos introductorios para la historia de Colombia. Nunca me había encontrado, en ningún país en el que he vivido o visitado, con un libro que me ofrezca una cobertura completa de la historia nacional y al mismo tiempo me divierta. Me refiero a la obra LECCIONES DE HISTERIA DE COLOMBIA (Punto de Lectura, 2008). La obra fue publicada inicialmente en 1993 y llega justamente al momento en que asume la presidencia Ernesto Samper Pizano, hermano del autor, en 1994. Ha sido reeditada desde entonces y acabo de comprarla.

Usualmente me refiero a las obras y hablo poco sobre los autores, mas Daniel Samper merece un comentario. Sería injusto definirlo simplemente como el hermano de un ex presidente. Su trabajo conjuga rigurosidad, ingenio y un sentido del humor pleno de ironía. La ironía es uno de los dones de la inteligencia divertida. Es columnista del periódico colombiano EL TIEMPO y su columna CAMBALACHE es una lectura dominical que aprecio. Actualmente reside en Madrid y he tenido el gusto de intercambiar alguna correspondencia con él, en la cual he encontrado un gentil y accesible interlocutor.

Colombia es una de las naciones latinoamericanas más fascinantes. Su historial ha sido trágico en el período conocido como LA VIOLENCIA (el cual habría dejado 300.000 fallecidos), iniciado el 9 de abril de 1948 con el asesinato del líder político liberal Jorge Eliécer Gaitán (nacido en 1902) y el cual alcanzó su cénit en los años ochenta. Asociamos a Colombia con guerrillas y narcotráfico. Las primeras son legado de la dictadura cubana de Fidel Castro, cuyo imperialismo es para mí el más nefasto de la historia latinoamericana, prolongándose hasta hoy y cuyo único logro es haber llenado a América Latina de guerrillas y totalitarismo. Lo segundo es resultado de una política de lucha contra las drogas emprendida desde EEUU y que sólo recientemente se está reconsiderando, transformando el consumo de drogas en un problema de salud pública en lugar de considerarlo simplemente como un crimen. El Chicago de Al Capone, bajo la prohibición del alcohol guarda analogías con la Latinoamérica surgida bajo la penalización de las drogas. Con estos matices no pretendo exculpar al liderazgo político colombiano y a la sociedad que ha engendrado estos estigmas, mas sería una terrible injusticia pensar que Colombia se reduce a tales problemas. Sería como pensar que EEUU es sólo racismo, proliferación de armas y comida rápida. Los países dan cabida, como los individuos, a muchos contrastes, a sombras y luces.

Colombia es también el realismo mágico de García Márquez, las investigaciones científicas de Patarroyo y Llinás, las esculturas de Botero, una de las mejores escuadras históricas de ciclismo, buena música y delicioso café. Justamente se está realizando en este momento una votación vía Internet en el canal de historia History Channel de Colombia para elegir al GRAN COLOMBIANO, esto es, el personaje que mejor define la historia y personalidad del país. Los finalistas están en  http://co.tuhistory.com/el-gran-colombiano/finalistas.html y desde allí se puede votar. Está presente desde Simón Bolívar, que pertenece a Colombia tanto como a Venezuela (o Ecuador o Perú) hasta Radamel Falcao y Shakira. Entiendo perfectamente el porqué figuran artistas pop y futbolistas. Como venezolano, nada me da más pesar al visitar otro país que se me asocie únicamente con Hugo Chávez y su legado. Un colombiano gana mucho si en el exterior se le asocia con una imagen exitosa en otros ámbitos y me consuela que hasta hace un par de décadas el referente sobre Colombia era Pablo Escobar, porque esto evidencia cuánto Colombia se ha recuperado, y en poco tiempo, de un difícil pasado.

Adueñarse del pasado es la única forma de entender el presente y transformarlo hacia un mejor futuro. De allí que el libro de Samper Pizano nos ubique en la trayectoria colectiva de Colombia y nos dé una idea sobre sus posibilidades.

A pesar de La Violencia y las guerrillas y los narcos, la sociedad colombiana ha sido bastante menos convulsionada políticamente que sus vecinos latinoamericanos. Samper menciona 32 guerras civiles en el Siglo XIX, siendo una de las principales la de los Mil Días (1899-1902), en la que se desatendió Panamá y se la perdió como Estado Independiente creado por EEUU para construirse su Canal de Panamá y comunicar la Costa Este y Oeste estadounidenses. No obstante estos enfrentamientos distan del alcance sangriento de la Guerra Federal venezolana o la Revolución Mexicana. Como muestra de esta menor volatilidad, Colombia ha tenido trece constituciones desde su inicio republicano en 1811, siendo que entre 1886 y 1991 estuvo vigente, sin alteraciones, la décimo segunda carta magna. Samper Pizano menciona que Venezuela ha tenido veinticinco en ciento cincuenta años de historia y República Dominicana treinta y dos. Incluso cuando se la compara con España y Chile, las naciones de habla hispana con mayor PIB, Colombia brilla por la ausencia de Guerra Civil, Francos o Pinochets. Tampoco hubo Perones o Videlas. Siguiendo a Samper:

“Según repiten nuestros estadistas e historiadores, el país tiene una tradición democrática y electoral solamente interrumpida en dos ocasiones: en 1854, con el cuartelazo del general José María Melo, y en 1953, con el golpe del general Gustavo Rojas Pinilla (ver lecciones correspondientes).

La verdad es un poco más cruda. Además de estos dos golpes hay que registrar – en tiempos de la Gran Colombia – el del general Urdaneta; y, más tarde, el derrocamiento del presidente Bartolomé Calvo por las tropas rebeldes del general Tomás Cipriano Mosquera, en 1861; el golpe contra el propio Mosquera, en 1867; y la maniobra del vicepresidente José Manuel Marroquín que dejó en la calle al presidente Manuel Antonio Sanclemente en 1900.” (p. 207)

Aún con esta corrección, destaca que Colombia nunca tuvo un dictador militar al estilo de los tiranos latinoamericanos que estuvieron vigentes hasta finales del Siglo XX y que con Chávez resucitaron en el XXI. Melo duró unos meses y Rojas Pinilla, alias “Gurropín” que pretendía emular a Pérez Jiménez en Venezuela, a Trujillo en República Dominicana o a Franco en España, duró entre 1954 y 1957 en el poder; cuando intentó volver a la Presidencia, mediante elecciones en 1970, le evitaron el acceso al poder amañando el resultado. Algo censurable, mas indudablemente necesario para evitar una catástrofe populista. De hecho una buena muestra de lo que hubiese sido el gobierno de Rojas Pinilla parte II son, por un lado su primer gobierno, con cierres de periódicos y una matanza de opositores en una plaza de toros; por otro, este estilo de campaña presidencial que adoptó en 1970:

“La oratoria con que Rojas había atraído a cientos de miles de colombianos hacia su Alianza Nacional Popular era muy sencilla. El ex Excelentísmo se paraba en la tribuna pública con un talego de mercado y se dedicaba a exhibir artículo por artículo.

  • ¿Cuánto está costando ahora esta papa que tengo en la mano? – preguntaba Rojas.

  • ¡Sesenta pesos el kilo! – vociferaba la multitud.

  • Bueno: pues en mi gobierno costaba veinte. Y este aguacate, ¿a cuánto se vende ahora?

  • ¡A once pesos con 75 centavos! – vociferaba la multitud.

  • Bueno, pues en mi gobierno se vendía a siete pesos con treinta. ¿Y esta botella de leche, cuánto cuesta?

Los discursos eran tan largos y tediosos como abundante el mercado que llevara ese día.” (p. 380)

En suma, Colombia ha evitado experimentos militaristas y populistas tan costosos en otras naciones de habla hispana. No obstante, Samper Pizano nos advierte sobre los colombianos, “somos mucho más violentos de lo que comúnmente se cree”. (p. 222)  En su columna dominical más reciente para El Tiempo, Samper Pizano reflexiona sobre el proceso de negociación actualmente en curso entre la guerrilla y el Gobierno del Presidente Santos, mencionando una importante alocución reciente de Barack Obama. Samper Pizano señala: “En nuestro país habría bastado con destacar las siguientes palabras [de Obama]: «Esta guerra, como todas las guerras, tiene que acabar. Así lo aconseja la historia. Así lo demanda nuestra democracia.»” Y Samper agrega: “Es otra manera de exponer la idea de que todas las naciones tienen derecho a la paz y de que la guerra debe ser un paréntesis anómalo, una situación excepcional y dolorosa.” (c.f. SAMPER P., Daniel. “Cambalache: Esta guerra tiene que acabar”. El Tiempo, sección Debes leer”, 2/VI/2013, p. 9)

Samper Pizano nos recuerda que “A Colombia no la han gobernado tanto las ideas como las frases” (p. 273) y nos pasea por el repertorio de consignas y lemas de los políticos colombianos, donde han abundado expertos en gramática y literatura. La más triste debe ser la frase de “Me dieron un país y les devuelvo dos”, de José Manuel Marroquín, presidente entre 1900 y 1904, al reflexionar sobre la pérdida de Panamá y escisión de Colombia.

Por cierto que en el tema territorial, Samper Pizano nos recuerda la debilidad de Colombia en dejarse quitar territorio por EEUU para crear Panamá, por Perú en la selva amazónica y actualmente con Nicaragua. Colombia nunca ofreció resistencia armada al robo de Panamá o a la invasión peruana. No obstante, me parece injusto que se meta a Venezuela entre los victimarios territoriales. Samper Pizano señala: “Unos pocos triunfos jurídicos más, y Nicaragua llegará hasta Mompós, Venezuela se habrá apoderado de Boyacá y ondeará la bandera del Perú en Villavicencio.” (p. 332). En el caso venezolano, aparte de tener a favor que Venezuela fue el único vecino que luchó por la independencia colombiana y que la nación venezolana ha sido por décadas uno de los mayores acogedores de inmigración colombiana, basta ver la evolución fronteriza venezolana para comprender esto: Colombia tiene como consuelo sus triunfos en negociaciones limítrofes con Venezuela para dejar de avergonzarse por sus pérdidas territoriales (c.f. http://html.rincondelvago.com/frontera-venezolana.html o http://www.radiofeyalegriaeducom.net/pdf/MD-2do-S12-InstruccionPreMilitar.pdf). Esto no lo digo por patriotismo o nacionalismo de mente corta, ya que soy venezolano, sino para señalarle al Sr. Samper Pizano que Venezuela ha sido aún más torpe que Colombia en mantener su territorio, perdiendo el Esequibo (actual Guyana) y siendo que por rivalidad partidista el propio gobierno venezolano saboteó el acuerdo fronterizo que habían suscrito los diplomáticos Santos Michelena y Lino Pombo en 1834, claramente conveniente para Venezuela. En fin, que considerando que incluso Venezuela le ha cedido su soberanía a Cuba desde 1998, Colombia podría considerar todas estas cosas y ser clemente, llevándose como premio de consolación que un vecino ha gestionado incluso peor las fronteras. Sería “deportividad limítrofe”. Además ya Colombia acoge una importante comunidad venezolana –clave para el sector petrolero colombiano- gracias al chavismo, lo cual está generando aún mayor integración entre ambas naciones y abriendo todas las posibilidades para un necesario Mercado Común.

Dejando de lado este ínfimo asunto fronterizo, creador de nacionalismos miopes y enemistad entre naciones hermanas como Venezuela y Colombia, el libro de Samper Pizano es sencillamente delicioso. Lo puede aprovechar cualquier colombiano y quienquiera que desee conocer más esta nación tan apetecida por la creciente cantidad de extranjeros que se están radicando allí y empresas que evalúan, cada vez más, hacer negocios con el bello país.

Entre los personajes citados, me han causado la más grata impresión los presidentes Rafael Núñez Moledo (1825-1894) con su frase “Regeneración o Catástrofe” y Carlos Lleras Restrepo (1908-1994), modelo de tecnócrata eficiente. Para mí, entran en la galería de los mejores presidentes latinoamericanos.

En las anécdotas sobre la personalidad y costumbres de los prohombres colombianos tenemos en esta obra un maravilloso recuento. Vemos a José María Melo adicto a andar a caballo y tener maravillosos ejemplares, a Tomás Cipriano Mosquera dando discursos al más puro estilo de Cantinflas, a José Manuel Marroquín escribiendo poemas o a César Gaviria Trujillo, el último presidente considerado en la obra, llevando el rock and roll al Palacio de Nariño. La descripción de la entrada del movimiento hippie en Colombia con sus yeyés y gogós es formidable y uno se encuentra ingeniosas consideraciones y juegos de palabras, como “amores públicos y púbicos” (p. 160) de los políticos o  mordacidades como que “desde hace un tiempo los partidos políticos han superado la cuestión religiosa. Ahora los liberales tienen hijos curas, y los curas tienen hijos liberales.” (p. 214)  Entre los personajes de la Guerra de Independencia aparece Hermógenes Maza, quien a punto de expirar exclama el que quizás sea el mejor epitafio: “Ahí les dejo su mundo de mierda” (p. 169). Samper opina que estas últimas palabras “revelan que, antes que un soldado o un lingüista, Maza era un filósofo.” (p. 169)

Para los que estimamos al Libertador Simón Bolívar, una de las escenas más hilarantes es cuando el prócer se reúne el 23 de mayo de 1819 en la aldea llanera de Setenta, para planificar la campaña que llevaría a cruzar los Andes y dar la independencia a Colombia, entonces Nueva Granada, en Boyacá. Siguiendo a Samper Pizano, en su reconstrucción de los hechos:

“Fue entonces cuando Bolívar les comunicó el secreto: había decidido suspender la guerra en los llanos, liberar a la Nueva Granada por sorpresa y proseguir la campaña emancipadora en los siguientes lugares: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Paraguay, Argentina, Uruguay, Islas Malvinas, Brasil, Centroamérica y Cuba, Guantánamo, Paquistán, Bangladesh, el Congo belga, Somalia, Rodesia, Iraq, el Turquestán, Moldavia, Tayikistán, Nagorno Karajab, Gibraltar y Mallorca, tomada desde entonces por los alemanes. La campaña debía terminar con una gran parranda de demolición del Muro de Berlín.

El plan era hermoso, pero sus generales lo convencieron de que no tendrían tiempo de cumplirlo a cabalidad. Bolívar pidió que por lo menos lo intentaran en el orden señalado. Lograron llegar hasta el Perú. El resto del mundo tuvo que esperar más de un siglo, y algunos – Malvinas, Guantánamo, Gibraltar- aún siguen aguardando que resucite Bolívar.” (p. 176)

Esta obra de Samper Pizano es uno de los mejores ejercicios de relato histórico ameno, realmente extraordinario y prueba del talento colombiano con las letras. Me he detenido en la etapa Republicana, mas el texto se inicia desde el tiempo precolombino.

Obras como estas LECCIONES DE HISTERIA DE COLOMBIA nos anticipan algo que nos revela la vivencia directa en Bogotá: en Colombia la felicidad es una creencia y una actitud cotidiana, en lugar de relegarse a una simple promesa, como ocurre en tantos otros lugares del mundo. El trato urbano, alegre y encantador en Bogotá no lo he visto en lugar alguno.

Si algo nos prueba Colombia -y me da aliento cuando pienso en Venezuela- es que esa actitud rescata a cualquier país de sus peores contratiempos y reveses. VIVA COLOMBIA


 

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