“El régimen político más perfecto”
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.


Hace cientos de años Aristóteles escribía en “la Política”  que quién quisiera investigar cuál era el régimen político más perfecto debería definir para saberlo, ante todo, qué tipo de vida consideraba como la más deseable, por que hay quienes estan dispuestos, por naturaleza, a un gobierno despótico, otros a un gobierno monárquico y otros a un gobierno ciudadano. 
En cambio, reconocía, que la tiranía iba contra lo natural porque se basaba en tres supuestos: que los súbditos piensen poco, desconfíen unos de otros y en la imposibilidad de acción. 
Si consideramos a Aristóteles, el camino por el que lleva a la Argentina el gobierno kirchnerista es “contra natura”. Hoy se ha convertido en un gobierno personal y,
como en la tiranía que describe Aristóteles,  se está necesitando cada vez más de la fuerza  para gobernar, no solo a los que lo desean, sino también a los que se oponen. 
Las leyes lejos de ser buenas, por lo tanto duraderas, que aseguren el progreso del país y poder perseverar en ellas, se cambian con una facilidad enorme según el interés de quienes gobiernan, gracias a un Congreso adicto mediante presión y favores. Es por eso que los poderes del gobierno han tendido ha extenderse cada vez más  debilitando los que reconoce la Constitución para evitarlo.
 Al ciudadano se le imponen innumerables restricciones, mucho más allá de lo necesario, por  lo cual está cada vez  más inhibido de decidir su propio destino. 
Es hora de que haya un acuerdo político con miras al futuro, por el cual se defina cual es la vida más deseable según la mayoría de los argentinos. 
Quienes aspiran a suceder a Cristina Kirchner en el Gobierno, debieran asegurar que se terminará con las restricciones a la libertad de los argentinos impuestas por el kirchnerismo. 
Hay que dejar atrás toda posibilidad de despotismo evitando la idea de que los gobernantes, aún yendo hacia fines que ellos creen buenos, impongan a los ciudadanos limitaciones coercitivas desde el Estado. Esto lleva, como se  observa en la actualidad, hacia un régimen autoritario. 
La felicidad de los ciudadanos no es responsabilidad del Estado sino crear las condiciones para que ellos la busquen a través del ensayo y error, y de la cooperación voluntaria que permite el goce de las libertades individuales.
Tendríamos que haber aprendido, por las frecuentes quiebras del orden democrático, a rechazar a todo gobierno que intente, mediante la tecnología de dominación moderna, que incluye los medios de comunicación, la educación, y la fuerza pública, entre otros, avasallar las fuerzas sociales  que ponen vallas al avance del Estado  sobre la sociedad civil.
El camino hacia un régimen autoritario o totalitario suele ser, como lo es en Argentina-antes de la destrucción  del estado de derecho- el de lastimar la propiedad privada mediante control de precios y nacionalizaciones. Termina con el control de todas las actividades sociales,  incluida la libertad de expresión y de conciencia o sea, con todo centro de lealtades que compita con la obediencia al Estado. 
Los partidos se debilitan o deja de existir, se los acepta provisoriamente y,  cuando tiene el gobierno suficiente fuerza, se lo reemplaza por un partido único, enemigo de la opinión pública institucionalizada, las elecciones libres, y  la competencia entre políticos profesionales. La democracia deja de existir.
El 2015 nos dará una nueva oportunidad de volver a la Constitución de origen liberal que nos rige. El liberalismo luchó siglos contra el poder absoluto, hoy el país necesita del mismo espíritu para evitarlo.

 

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