Control y poder
Hugo Grimaldi


Con Máximo y Kicillof, Cristina busca más coherencia política, pero la trastorna la economía
 
"Aunque esto es una locura, sin embargo hay un método”, describía Polonio el proceder del príncipe Hamlet, cuando éste iba rumbo a la tragedia. Hay que apuntar que la lógica isabelina asumía que a cada trastorno del orden natural le seguían después desastres imparables. 

Citar a Shakespeare y a su tiempo es ineludible porque cuatrocientos y pico de años después, bajo el influjo macbethiano de la palabra “traición” aplicada a todos los que no siguen sus designios, mientras acusaba “al Norte” por algún eventual atentado y en medio de un desborde emocional victimizatorio, el huracán Cristina acaba de desplazar todo el mobiliario de un solo golpe. Así, la escena del país que se viene, una vez más se dio vuelta como una media.

En aquel flamígero discurso número 2 del martes pasado (fueron cuatro intervenciones en dos horas y tanto), en muchos sentidos “histórico”, tal como lo calificó la avisada TV Pública en sus zócalos, la Presidenta no sólo humilló cuatro veces a Juan Carlos Fábrega, vieja amistad de su marido a quien ella misma puso en el BCRA, sino que acomodó la situación del Gobierno al nuevo marco de pelea constante que imagina que es su gran amuleto para conservar intacto el poder durante el último año que pasará en la Casa Rosada.

Vista desde afuera, esta realidad así descripta es peligrosa al máximo porque empujar la primera ficha del dominó es cuestión de un instante, pero el vigor creciente que viene desarrollando la Presidenta podría llevar la situación hacia un caos incontrolable, sobre todo en tiempos de zozobra económica, con recesión, pérdida de empleos, mayor pobreza, inflación, deterioro del salario, atraso cambiario, etc.

Para un primer análisis político sobre ideas y personas (y hasta para cierta egoísta certidumbre que suelen reclamar quienes toman decisiones financieras), el nuevo escenario se torna francamente coherente con los propósitos de supervivencia de un gobierno que viene en barranca. 

Está a la vista que no existe más aquella escena de los “cinco fantásticos” (Guillermo Moreno, Axel Kicillof, Hernán Lorenzino, Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray) acorralados ya en mayo de 2013 por la necesidad de dólares, cuando anunciaron el luego fracasado blanqueo de capitales. Aunque se miraban de reojo, aquella pretensión de fortaleza de equipo para domar la economía, ha quedado convertido por decisión de Cristina Fernández en un monocomando a cargo de Kicillof, hoy el número 2 del país. Hay un nuevo método, es evidente, aunque desde ahora y más que nunca, habrá que monitorear la dinámica de la crisis económica, por aquello de las tragedias asociadas a las rupturas. Una cosa es la consistencia y otra son los peligros de desborde o de rigidez extrema.

En este punto, hay que advertir que la concepción del poder tan metida adentro que tiene Cristina vive presa de un tabú que se ha tornado más grave desde las elecciones legislativas de medio tiempo que perdió hace un año, cuando cayó en la cuenta que aquel 54% de los sueños no existía más. Un gobernador le contó a DyN que la Presidenta no quiere que jamás nadie le cuelgue el mote de “pato rengo” y que su acción de fortaleza permanente es esencialmente para eliminar ese dato de la realidad.

“Ni helicóptero, ni renuncia al ballotage, eso no va a pasar. Es más simple: el miedo contra el que lucha es que se la perciba débil. Quiere tener juego propio hasta el último día y probablemente armarse un futuro, quizás como jefa de la oposición”, desgranó quien la conoce desde hace muchos años. Según refirió, Cristina “odia” en su interior esa expresión acuñada en los Estados Unidos para calificar a los presidentes que entran en sus dos últimos años de mandato sin posibilidad de reelección y que se tienen que dejar llevar por el viento de lo que vendrá.

Si se sigue esta lógica, se concluye que la Presidenta nunca podría mostrarse endeble y que, por lo tanto, todos los días inventará nuevas murallas para protegerse y para mostrarse como activa dueña de la agenda, aunque casi siempre lo hace desde un costado individual y sectario o saltando peligrosas barreras, como las de sus intervenciones del martes. Desde hace mucho tiempo, en la toma de decisiones del Gobierno parece que ya no pesa el colectivo y ésa la diferencia entre un político de raza y un estadista.

Hoy, la metodología que adoptó Cristina es la de alinear lo ideológico alrededor de la “juventud”, aún a riesgo de dejar afuera a medio peronismo, para resistir desde la trinchera que se ha cavado dentro de las estructuras gubernamentales que, a la velocidad de la luz, se sigue llenado de militantes.

Por eso, el desembarco político de La Cámpora en todos lados y la explicitación de que su hijo Máximo es el líder, junto a la obsesión por colocarlo en Buenos Aires junto a Patricio Mussi, hoy intendente de Berazategui a quien no se cansa de halagar, mientras que, en simultáneo, se regodea con la presencia y las ideas de Kicillof a cargo activo de la economía.

Justamente, el ministro ha sido el gran protagonista en las sombras de la desestabilización de Fábrega, que pergeñó para acometer el zarpazo contra el Banco Central. Fue Kicillof quien hizo trabajar a varias agencias del Estado para armarle una carpeta al ex presidente, con acusaciones de mala praxis profesional, de connivencia con los banqueros y hasta por sus relaciones familiares y, como siempre sucede en estos casos, finalmente no importa si lo que dice el dossier es verídico, sino que convenza a quien hay que convencer y en ese aspecto, la Presidenta se mostró más que convencida, casi indignada, hasta por situaciones que la dejaron mal parada.

Cuatro veces Cristina lo crucificó a Fábrega en ese discurso. Había ido a aplaudir, como el que más y quedó en una encerrona patética. Si bien las críticas que partían de Economía hacia el BCRA se centraban en cuestiones monetarias y fiscales (suba de tasas y emisión), las menciones presidenciales se apartaron de esos temas. Quedó claro entonces que a la Presidenta le habían ido con chismes indirectos. 

En su alocución, Cristina la emprendió contra el accionar de contralor del BCRA y, si bien nunca lo mencionó por su apellido, como máximo responsable el titular de la entidad dejó a Fábrega a la vista de todos y con una única salida digna: la puerta.

Dos de las referencias presidenciales fueron en relación a miles de expedientes abiertos a entidades financieras y cambiarias por infracciones cuyas multas no fueron pagadas aún, situación que ya el Gobierno conocía desde los tiempos del Marcó de Pont y sobre la que nadie había hecho nada.

Otra mención tuvo que ver sobre la falta de seguimiento de las entidades (“cómo no se va a poder controlar un universo de 80 instituciones”) y, la más delicada, un supuesto aviso a cuevas financieras sobre operativos y la presunción de "filtración" de información hacia algunos bancos, en relación a la imposición de nuevos límites de tenencia de moneda extranjera.

También planteó en aquel discurso de los desbordes la operatoria bursátil del “contado con liquidación” como un pecado mortal, cuando en realidad se trata de una operación impositivamente “blanca” y transparente en cuanto a sus ejecutores, según normas oficiales impuestas a los agentes de Bolsa (no a los bancos en sí mismos) nada menos que por la Comisión Nacional de Valores (CNV), organismo que hasta el miércoles dirigía el nuevo titular del BCRA, Alejandro Vanoli.

Es verdad que la operatoria mueve dólares, pero nunca contra las reservas del BCRA ya que es entre particulares y también es verdad que se multiplicaron las transacciones debido al cepo que se les planteó a los importadores por la falta de divisas. La presunción de una conspiración cruzada con exportadores que liquidan sus dólares en este mercado de equilibrio y no por el Único y Libre (sic) de Cambios (MULC) es lo que haría “ilegal” la operatoria, a juicio de algunos en el Gobierno.

La Presidenta no parecía saber nada de todo esto y las veladas referencias a la ilegalidad sonaron claramente a celada para Fábrega, cuando en realidad debería haber caído en la volteada Vanoli y la CNV que, como se explicó, es la controladuría natural de los agentes de Bolsa. La ambigüedad de todo el proceso se tornó manifiesta cuando al día siguiente se “suspendió” a Mariva Bolsa y los medios oficialistas dijeron que había sido el Banco Mariva. 

También hay que sumar dos elementos más al operativo de copamiento de la autoridad monetaria, ambos con un sesgo ideológico claro. Las investigaciones sobre la operatoria del “contado con liqui” fueron llevadas a cabo adelante por el fiscal Carlos Gonella, de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), a quien la Presidenta nombró en su discurso cuatro veces, en un gesto que algunos interpretaron como de apoyo ante la citación indagatoria que recibió en la semana de un juez federal, ya que en una investigación sobre la dupla Leonardo Fariña-Federico Elaskar dejó afuera a Lázaro Báez.

La segunda cuestión es que el ideólogo de toda la movida contra la operatoria de “contado con liquidación”, el abogado Pedro Biscay, también de la Procelac que depende de la Procuraduría de Alejandra Gils Carbó, fue designado el viernes en su carácter de “experto en fraudes” en el nuevo Directorio del Central. Lo singular de Biscay es que, pese a que una denuncia suya contra el Banco BBVA Banco Francés por usar esa modalidad para ir por afuera del MULC fue desestimada como delito Penal Cambiario por un juez y hoy aguarda sentencia de Cámara, va por más sin esperar el pronunciamiento de la Justicia.

La remoción de Fábrega no fue finalmente una victoria tan completa para el ministro de Economía, ya que bajo el principio de los políticos que “el que saca, no pone”, Vanoli saltó al Central de la mano de la Presidenta. Seguramente, será el hombre ideal porque su pasión es la regulación, la burocracia, el contralor y el intervencionismo y ya se ha probado con la primera medida que tomó: los plazos fijos tendrán tasa mínima, lo que implica que indirectamente se le acaba de poner también una tasa mínima a los créditos.

Sin embargo, si bien todos en el Gobierno comparten la visión de Vanoli y Kicillof igualmente se asegura una obediencia a ultranza en estas cuestiones, habrá que ver qué hace el nuevo funcionario cuando los abogados de la autoridad monetaria le adviertan que, ante la decisión de conseguir pesos hasta fin de año como casi única manera de financiamiento, los pedidos del Tesoro han vulnerado todos los límites legales de la emisión o que el patrimonio de la entidad se ha transformado en negativo.
 

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