¿Qué hacía la CIA?
Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había convertido en el octavo país del mundo.


  Cada día que pasa podemos ver con más angustia el realismo consensuado del pensamiento fértil de Rush Limbaugh y Thomas Sowell al respecto de la falacia ético moral vigente en nombre de la igualdad. Así en “Yo te lo Dije” (I Told You So) Rush Limbaugh arriba a la conclusión de que la izquierda había logrado hacer “Political Cleansing” (Limpieza Política). Es decir que todo pensamiento contrario a la misma debía desaparecer. En ese sentido propuso esta nueva cosmovisión de lo que conocemos como políticamente correcto. Por ello la izquierda monopoliza el mercado de la opinión.
 
   Lamentablemente en su profundo y acertado análisis de la izquierda confunde al liberalismo con el socialismo, o sea con la izquierda. Esa confusión constituye sin lugar a dudas un grave error en el léxico político, que como ya sabemos no es descriptivo sino calificativo. Por tanto la izquierda sale beneficiada ética y por consiguiente políticamente como representante de la simbiosis de la igualdad y la libertad.
 
   Cuando al defensor de los derechos individuales que constituyen la esencia de la libertad se le denomina conservador, hemos caído en otra trampa dialéctica. Acorde con ella somos descalificados éticamente por estar a favor de los ricos, que son los que tienen bienes que conservar. Y esa trampa dialéctica ignora que el conservadorismo no es una ideología o doctrina política sino una actitud personal. Consecuentemente prevalece el léxico político que denigra al liberalismo. Por supuesto la actitud vital del conservadurismo implica la tendencia a conservar lo que se tiene, ya fueren los bienes o el poder político. Y como prueba de ello tenemos a Fidel Castro que ha conservado el poder y la riqueza que ello genera por 55 años en tanto que destrozó la riqueza de Cuba que a su llegada era el país más adelantado de América Latina.
 
   Entonces no olvidemos tampoco la sagaz observación de Thomas Sowell en su “La Visión de los Ungidos”, donde escribió que la izquierda había monopolizado la ética y el que estaba en su contra no solo estaba equivocado, sino que era un pecador (sic). En función de esa realidad surgió el socialismo que considero la denominación dada por el Iluminismo a la demagogia, descripta por Aristóteles hace más de 2.500 años. Y esa persistente virulencia de la izquierda en el orden ético político, ha logrado que mi amigo Mario Vargas Llosas se haya definido como un liberal de izquierda.
 
   Me he inmerso en este requiebro lexicológico, pues es a partir de esa cosmovisión que nos encontramos hoy ante un hecho que solo puede comprenderse en virtud de las anteriores consideraciones. Así en tanto la CIA aparece hoy ante propios y extraños, como una institución criminal del imperialismo americano que ha torturado a los presos políticos en Guantánamo, Cuba ha sido invitada a la “Cumbre de las Américas” que tendrá lugar en marzo en Panamá. No puedo menos que recordar las palabras de José Martí: “Ver cometer un crimen en calma, es cometerlo”. Tal es la realidad que vivimos hoy en este mundo traidor donde “nada es verdad ni es mentira, todo es según del color del cristal con que se mira”. Y ese cristal es cada día más rojo, por ello hasta el criminal del Che Guevara es un ícono de la política argentina.
 
   Por supuesto que la prisión en Guantánamo no cumple con la previsión de la Constitución de Estados Unidos que en la enmienda VI del Bill of Rights provee: “En todas las prosecuciones  criminales, el acusado tendría el derecho a un proceso rápido y público, por un jurado imparcial del Estado y distritos donde el crimen se haya cometido”. Desde el punto de vista jurídico todo parece indicar que se ha producido una violación de los principios en que se basa la libertad en Estados Unidos.
 
    Creo que vale la pena analizar la naturaleza de la base naval de Guantánamo en Cuba. En su origen, que data de 1902 como resultado de la llamada enmienda Platt, ella tenía aparentemente una misión bélica de la marina americana. Con el tiempo evidentemente se cambió ese cometido y fue convertida en un instrumento de lo que he denominado la Guerra del siglo XXI que es el terrorismo. Permítanme recordar las palabras sabias de Alberdi con relación a la guerra y que diría tienen una vigencia sustancial en la actualidad: “Pero indudablemente las guerras serán más raras en la medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las incitan. Mientras hayan unos que las hacen y otros que las hacen hacer; mientras se mate y se muera por procuración no se ve porque motivo pueden llegar a ser menos frecuentes”. Las anteriores palabras son de un realismo incontrovertible ante la realidad que enfrentamos hoy. Las armas nucleares evitaron la Tercera Guerra Mundial, en tanto que surgió el terrorismo que es la guerra del presente y que Estados Unidos la sufrió el 11 de septiembre en las Torres Gemelas.
 
    No voy a entrar en la discusión pendiente en Estados Unidos entre la CIA y la presidente de la Comisión de Inteligencia del Senado. Las mismas se revierten a plantear que la actuación de la CIA ha constituido una violación de los principios de la libertad en que se basaron los Founding Fathers. Pero sí creo que en el medio de la guerra desaparecen los principios de la justicia, y al respecto Alberdi dijo: “El derecho de la guerra, es decir el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la destrucción”.
 
    Fuere lo que fuere, lo que estamos viendo una vez más es que cuando se mata por la izquierda se es idealista, y el que mata a los idealistas es genocida. No voy a defender ni desconocer los errores y excesos cometidos por los militares en la guerra contra la guerrilla en América Latina, pero fue gracias a esa triste realidad es que los criminales irredentos de la subversión no hicieron una Cuba en el continente.
 
   Pasando nuevamente a la realidad del mundo de hoy, es evidente que en el mundo Occidental y Cristiano, se ignoran los crímenes cometidos por los Castro. Por supuesto la Unión Europea, inmersa en la crisis del socialismo democrático, le levantó las restricciones económicas a Cuba y se las impuso a Honduras por haber destituido al presidente constitucionalmente. En la actualidad Estados Unidos negocia con Cuba y Obama recibe a Raúl Castro. Por supuesto Santos negocia con las FARC en Cuba.
 
   Ni qué decir que el Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba su única crítica se refirió al embargo americano. Y dije correctamente embargo pues la izquierda se refiere al bloqueo. Siempre me opuse al embargo pues recuerdo las palabras de Machiavello en el Príncipe: “El que no va a usar la daga, que no muestre la empuñadura”. Y el embargo ha sido la empuñadura de una daga que no se usó cuando Kennedy traicionó a los cubanos en Bahía de Cochinos. Consecuentemente el embargo se ha constituido en la justificación de Fidel Castro por la destrucción que el comunismo le causara a la economía cubana.
 
    En fin; todo parece indicar que estamos en manos de la izquierda, y los que defendemos los derechos individuales parecemos tener cada vez más un complejo de culpa por la desigualdad económica. Pinochet que proyectó a Chile como un ejemplo a seguir en América Latina, es un genocida, en tanto que Castro que con la colaboración del Che Guevara matara miles de cubanos y en Cuba no hay libertad, aparece como un demócrata por estar a favor de la igualdad económica y en contra del imperialismo americano. Porque nos encontramos ante la realidad que el país al que le debemos la libertad en el mundo y la desaparición del imperialismo, ha sido convertido en la excusa del nacionalismo político para llegar al poder de la mano de la izquierda.
   
 

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