Zuckerberg, eligió bien!
Claudio Rabinovitch

Periodista, diario Río Negro. Premio a la Libertad 2005, otorgado por la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



El mes pasado leí El Fin del Poder" de Moisés Naím, libro que acaba de proponer Mark Zuckerberg (fundador de la red social Facebook) para inaugurar su Club de Lectores llamado “A year of books”.
Por un lado me atrapó desde el título la posibilidad de encontrar mayores argumentos a una idea central que comparto; por otra parte, había seguido al analista venezolano en algunas de sus columnas periodísticas.
¿De que va la cosa?... Naím considera urgente cambiar la forma de pensar el poder. 
Tras la Segunda Guerra Mundial las principales instituciones internacionales fueron creadas con afán de reconstrucción y el fin de evitar una nueva tragedia universal; vinieron los tiempos de la Guerra Fría, de hegemonía norteamericana (tras la caída del comunismo) y el actual de mayor equilibrio (*) en el que Naím destaca como rasgo principal la "volatilidad del poder" con ejecutivos acotados en sus facultades y mayorías muy cambiantes en los parlamentos. 
Si bien hay una cantidad de democracias sin precedentes -y hasta los autoritarismos son más vulnerables- existen condiciones que dificultan la eficacia de las gestiones.
Pero el enorme vuelco no solo se advierte en lo político; la convulsión comprende también a las empresas, los medios, la religión y desde luego a los gobiernos. Es más, en la última década se produjeron mayores transformaciones que en la segunda mitad del siglo XX.
En primer término, Naím viene a cuestionar varios clisé. Munido de datos estadísticos intenta demostrar que la economía no va hacia una concentración creciente en manos de pocas empresas (fundamentalmente en los sectores donde las "barreras de entrada" son bajas: restaurant, confección, etc), otro es poner bajo la lupa conceptos como "interés nacional". ¿Cómo atribuirlo a la mayor productora de acero del mundo -Arcelor Mittal- que tiene su sede en Europa, sus acciones cotizan en seis países y su dueño es un multimillonario indio"?, se pregunta el autor.
En pocos rubros los cambios se producen con el vértigo de una montaña rusa como en la comunicación. Una cara de la cuestión es que entre 2006/11 en Estados Unidos se perdieron 15 periódicos por año; país en el que hay siete corporaciones multimedia que según la cita al sociólogo español Manuel Castells son Time Warner, Disney, News Corp, Bartelsmann, NBC, CBS y Viacom; al mismo tiempo el poder lo tienen cada vez más las empresas proveedoras de contenidos: Google, Microsoft, Yahoo y Apple. En este punto Naím le hace un guiño a la firma de Zuckerberg ya que propone incluirla. "Probablemente Facebook debería estar (en la enumeración de Castells) desde que su oferta pública en 2002 superó los 100.000 millones de dólares. En 2015 -arriesga Naim- tendría 1 de cada 5 piezas de publicidad vendidas".
El mayor cambio tecnológico pasa por la digitalización de la información que llevó a que los contenidos periodísticos (noticias, análisis, opinión) procedentes de diversos proveedores coexistan en la misma plataforma. Asimismo "los espectadores de TV empiezan a tener disponibles en internet sus programas favoritos, los radioyentes pueden escuchar música en servicios individualizados (como Spotify y Pandora), las informaciones ser seleccionadas desde Google o Yahoo o recomendadas a partir de Facebook o Twitter". 
La última escalada de la globalización conlleva otro coletazo, la disolución de las fronteras. Al respecto ejemplifica el autor: The New York Times ofrece información local en Chicago, el británico The Guardian es una de las páginas más populares en Estados Unidos, así como The National en Abu Dabi.
Naim remite a una frase del periodista Michael Kinslay: "Todos los periódicos de habla inglesa compiten entre sí", lo propio se podría decir de las publicaciones en español.
Y recuerda las derivaciones de la conocida web The Huffington Post, que arrancó con un prestigio puesto en duda y terminó obteniendo el Pullitzer en 2012; ese mismo medio contrató periodistas y al poco tiempo abrió un canal de televisión las 24 horas en la red. 
De los 70 y los 80 en que el estado controlaba la mayor parte de los medios se pasó a un universo de una información descontrolada capaz de poner en jaque a más de un gobernante lunático, pese a que aún quedan importantes territorios bajo la férula de autócratas.
La religión no quedó al margen; en el caso del Vaticano los desafíos pasaron de la secularización de Europa y el envejecimiento de sacerdotes, a conflictos internos y la explosión de las iglesias evangélicas lo cual derivó hasta en la sustitución en la cumbre del papado.
Un fenómeno interesante es la multiplicación de la filantropía que se autoimponen las organizaciones en medio de la dura competencia.
Luces y sombras
Ahora bien, si el creciente papel de los individuos es la consecuencia más importante de la centrifugación política hay algunas consecuencias menos deseables: abundancia de candidatos carismáticos, separatismo regional, xenofobia, campañas antiinmigrantes y fundamentalismo religioso.
En definitiva, subraya Naim "no han aparecido innovaciones en la organización de la vida pública que nos permitan disfrutar de la mayor autonomía y empoderamiento de la gente"
Una dificultad latente es la vetocracia, como la definió Francis Fukuyama, que se adueñó de la política norteamericana y traba decisiones fundamentales.
Si existe un riesgo para la democracia -concluye el multifacético escritor, ex ministro de su país y ganador del Premio Ortega y Gasset- es la alienación de las sociedades que buscan "la brújula" en el pasado: la nostalgia de la URSS, las arengas fundamentalistas sobre el restablecimiento del califato, las lecturas dieciochescas de la Constitución Norteamericana, los panegíricos chavistas sobre Simón Bolívar...
El federalismo, las coaliciones, el replanteo de los partidos políticos a partir de la modernización de los métodos de captación y de sus actividades reforzando su atractivo, son algunas de las respuestas que frente a este panorama tan complejo propone Naím. Y agrega: "(Los partidos) podrían convertirse en laboratorios de innovación política. es relevante que los dirigentes tengan la capacidad de contener la degradación del poder".
Valió la pena la invitación de Zuckerberg para, luego de cerrar el libro en cuestión, abrir el debate.

 

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