¿Distribución o creación? Esa es la cuestión
Maximiliano Bauk
Es Analista de
Políticas Económicas en el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad.
Actualmente cursa una Maestría en Políticas Económicas en la SMC University.
Participó del “Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales” de
Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
En el ámbito económico y político, existe una
eterna discusión respecto de cómo disminuir –o en lo posible eliminar– la
pobreza. Así, encontramos una gran parte de la sociedad que sostiene que el
problema radica en una mala o injusta distribución de la riqueza, y que, por lo
tanto, la desigualdad es un problema de suma importancia, pues refleja un
defectuoso reparto de ella.
Imaginemos, por ejemplo, una torta de siete
porciones, de la cual se alimentarán siete personas. Si cada una come una
porción, habrá igualdad y, por lo tanto, no habrá pobreza.
Pero supongamos que una persona come cuatro
porciones: esto implicará que las otras seis personas tengan que comer apenas
media porción de las 3 restantes. Es decir que la mala distribución de la torta
determinó que haya una persona que sobresatisfaga sus necesidades, a costa de
las otras seis que pasaron hambre.
Para esta postura, la economía es, por lo
tanto, un juego de suma cero, representado en el ejemplo por una torta de una
cantidad limitada de porciones; en consecuencia, un desigual reparto
determinará la existencia de pobreza, dado que lo que uno recibe de más le es
privado a otro que no lo recibe. He aquí un grave error, ya que, en la vida, se
puede cocinar.
En la realidad, las tortas pueden crecer. Si
el panadero invierte en su producto, puede hacer que ahora la torta tenga,
supongamos, 28 porciones y que quizá una persona coma más que el resto –digamos
10 porciones–, pero las otras personas podrán asimismo comer ahora tres
porciones cada una, por lo cual –en comparación con el pasado– la situación, si
bien es más desigual, es a la vez más beneficiosa para todos.
Si miramos hacia el pasado, algunos siglos
atrás, notaremos que aquellos que mejor vivían eran los reyes, quienes tenían
cientos de personas a su servicio, un enorme castillo para sus comodidades y
cuanta comida desearan comer. Pero de manera muy distinta vivía la mayoría de
la sociedad, cuyos integrantes debían trabajar muy duro e incansables horas
para alimentarse. Sus casas eran precarias y carecían de las más mínimas
comodidades.
Sin embargo, hoy la mayoría de las personas
vive en buenas condiciones. De hecho, hasta los más ricos viven bastante
parecido al resto de los mortales. Pese a las enormes desigualdades existentes
y por más dinero que tengan, su esperanza de vida no es mucho más alta que la
gente común y corriente. Ni siquiera sus comodidades son mucho mayores, ya que
quizá manejen un auto de lujo, pero al fin y al cabo todos los vehículos
cumplen la misma función. Quizá puedan comer caviar todos los días, pero el
resto comemos alimentos en buen estado y en abundancia, los cuales sin dudas
disfrutamos y satisfacen nuestras necesidades nutricionales.
¿Qué ocurrió para que haya cambiado tanto la
situación respecto del pasado? ¿Los reyes distribuyeron sus riquezas? En
absoluto, lo que sucedió fue que se ha creado riqueza cada año,
incansablemente, sobre todo a partir de la Revolución Industrial. De esta
forma, el nivel de vida se ha ido elevando –y lo sigue haciendo– pues, gracias
a la innovación, la torta no para de crecer.
Por lo tanto, al ser el problema la pobreza
–entendida esta como la carencia de recursos para satisfacer las necesidades
básicas–, la solución no está en la distribución de lo ya creado, sino en la
creación de lo aún no inventado.
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