Se repite la tragedia
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.
¡Oh,
pródiga ambición, devorarás un día, lo que a tu vida da sustento! Shakespeare
en “Macbeth”
El
matrimonio Kirchner, además de otras características, demostró, toda su vida,
una ambición extraordinaria, que se manifestó en su temprano cursus honorum en el inhóspito sur
argentino, en una ciudad pequeña de una provincia marginal.
No
es necesario ahondar en su historia, pues es harto conocida, pudiendo resumirse
en una desmedida pasión por el poder político y por el dinero, sin apego a
ningún principio moral o siquiera ideológico. No se conocen aportes
intelectuales destacados de ninguno de ellos. La señora se expresó y comportó contradictoriamente
en su paso por el Congreso de la Nación.
Tampoco
vale la pena referirse a su arribo a la titularidad del poder ejecutivo por
Néstor Kirchner, pues es como una tragicomedia de equivocaciones. Un político
del montón, de una provincia remota y casi despoblada, llegó a la primera
magistratura por ese arte de embarrar todo, que tiene el peronismo, desde sus
orígenes, para, luego, traicionar a sus mecenas.
Una
característica primordial y distintiva, del matrimonio –como se ha dicho- ha
sido la acumulación de poder político y de dinero, recurriendo para ello a métodos
ilegítimos e indignos, sin reparar en traiciones y fingiendo compromisos
inexistentes, con el único propósito de afianzar sus posiciones en el ámbito del
partido Justicialista y sobre todo en su facción más izquierdista, a la que
sedujo con su tardía y mentirosa adscripción al terrorismo subversivo del que
nunca formaron parte.
La
crisis de 2001, también inducida por sectores interesados en un cambio inconstitucional,
generó la equivocada idea de que era necesario fortalecer al poder ejecutivo, tesis que cundió y se hizo
carne en muchos desprevenidos o ilusos.
Kirchner,
entonces, aprovechó esa oportunidad y además de atropellar al poder judicial,
desplazando a jueces de la Corte Suprema por mecanismos ilegales e ilegítimos y
obtener una cómoda mayoría en el Congreso, resultó beneficiado con la
incapacidad de sectores de la oposición, del sindicalismo, de empresarios y
hasta de intelectuales, que se sumaron, sin pensarlo, al asalto al poder
dictatorial que se manifestó desde el comienzo de su gestión
Haciendo
gala de un inusual desparpajo, los kirchneristas, desde entonces, han mudado de
pareceres y de principios cuantas veces lo han considerado necesario. Piénsese
en la liviandad (consentida por buena parte de la oposición y ratificada por
los jueces) con que se abordó el cerrado tema de la subversión terrorista y su
combate. Muchos ciudadanos, de buena fe, creyeron que se trataba de una postura
adecuada y honesta. Años después
constatamos que fue una venganza, que aún subsiste, violando todo principio
legal, institucional y político.
¡Qué
decir de la expropiación de YPF que no se haya dicho ya! Un escándalo, similar
al del tratamiento de la deuda externa; temas ambos en los que las
contradicciones solo se entienden por la ineptitud y venalidad con que se
enfrentan las cuestiones nacionales. ¿Y los fondos de Santa Cruz, donde están?
No
creo necesario enumerar, exhaustivamente, los hitos del derrotero que nos han
llevado al estado de deterioro de nuestra nación, pero los últimos
acontecimientos ponen de relieve la grave encrucijada en la que nos han
colocado estos incapaces. El ostensible distanciamiento de Occidente, el
contubernio con Irán, Venezuela y China y sus luctuosas consecuencias, muestran,
bien a las claras, que lo único que los mueve es la ambición, sin reparo en
ningún principio valedero.
La
declamada justicia social, la independencia económica y la soberanía política
han sido bastardeadas a límites inconcebibles y ello en el marco de un
enfrentamiento social y político fomentado por estos incapaces suicidas, que
pone a la nación en peligro de desaparecer como comunidad organizada.
Ahora,
además, se ha puesto en evidencia, otra vez la violencia, hija putativa de
quienes dicen ser herederos de aquellos que
la instalaron en los años 70 y hoy están exentos de las
responsabilidades que algún día les deberían ser imputadas.
Estamos
cerca del fin de esta pesadilla, que como la tragedia de Shakespeare, esperemos
que termine; y se restaure el orden y la paz.
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