Nisman, Iran, Los Estados Unidos y la psicologia de Cristina.
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La muerte del fiscal Nisman ha sido -hasta ahora- el último escalón de una cadena de acontecimientos que comenzó en 1994 y que culminó el 18 de enero pasado en un piso 13 de las Torres Le Parc, de puerto Madero. Entre esos dos extremos han ocurrido muchos hechos. Pero si de algo estamos seguros es que si Rabbani y sus socios no hubieran planeado volar la mutual judía, nada de lo que ocurrió luego hubiera sucedido. De modo que Irán es aquí el vértice inicial de la historia completa. ¿Por qué la Argentina pasó de acusarlos a transformarlos en aliados?, ¿por qué ocurrió semejante cosa...? He aquí una teoría. Es solo una teoría. Pero se ha dicho tanto, que me siento autorizado a compartirla con ustedes.
La presidente y su gobierno intentaron gestionar cuatro visitas de Estado a la Casa Blanca. Las cuatro veces se encontraron con respuestas negativas de parte de la diplomacia norteamericana.
Luego los intentos fueron "devaluados" a lograr una reunión bilateral a solas en alguna de las visitas de la presidente a la Asamblea de la ONU o a la Cumbre de los 20. Mismo resultado: Obama se negó a tener esa charla, más allá de saludos protocolares de cortísima duración. En algún caso incluso (en una reunión de "los 20") se  especuló -con material fílmico incluido- que el presidente norteamericano había dejado a Cristina con la mano colgando, cuando la presidente argentina la extendió para saludarlo.
La administración demócrata ha continuado, en este sentido, una larga tradición que consiste en tomar las ofensas hacia otros gobiernos -quizás de diferente signo político- como manifestaciones antinorteamericanas lisas y llanas y por lo tanto tomar cierta distancia de quienes las emiten,
El gobierno kirchnerista había comenzado denostando a la administración republicana de George Bush y a la persona específica del presidente, haciendo alarde de una vinculación estrecha con Venezuela y con el entonces comandante Chávez que tuvo su clímax en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en donde el gobierno del país anfitrión organizó una contra cumbre encabezada por Chávez y Maradona, en el marco de la cual el presidente Bush tuvo que pernoctar en un portaviones anclado fuera de las costas argentinas y en cuyo desarrollo se produjeron múltiples manifestaciones de violencia antinorteamericana que produjeron destrozos en la ciudad, siguiendo el sello que suelen tener estas demostraciones.
La administración de la Sra. de Kirchner empezó con el pie izquierdo su relación con los americanos. A dos días de su asunción en 2007, un agente venezolano fue interceptado en el Aeropuerto Jorge Newbery con U$S 800.000 en efectivo que muchos consideraron parte de una cadena mucho más amplia de transferencias de dinero entre el régimen de Chávez y el gobierno argentino, incluso como manera de financiar la campaña presidencial de la candidata recién electa. Por supuesto es el día de hoy que seguimos sin saber qué ocurrió allí.
Pero lo importante, a los efectos del hilo conductor que quiero trazar aquí, es que la presidente inmediatamente ensayó una explicación antiamericana e "imperialista" de lo ocurrido. Habló de "basura" y de intentos de desestabilización de su recién estrenado gobierno.
Cuando en 2009 asumió Barack Obama -el primer presidente de color de los EEUU, una circunstancia que muchos interpretaron como un dato compatible con el pretendido discurso “progre” de la Casa Rosada- la administración cristinista comenzó con aquellos intentos de lograr una visita oficial a Washington. La tirantez con los EEUU fue creciendo de modo proporcional a los rechazos.
La escalada de gestos y palabras fueron increscendo durante todo el primer gobierno de la Sra. de Kirchner. Reelecta con el 54% de los votos en octubre de 2011, la presidente confesó abiertamente su intención de "ir por todo" al tiempo que desplegaba una ofensiva en distintos planos de la vida argentina que pasarían a ser el sello distintivo de su segundo mandato. Si tuviéramos que resumir en unas cuantas palabras ese sesgo  diríamos que  es autoritario, estatista, antioccidental, verticalista -en el sentido militar del término- y fuertemente personalista.
En materia de política exterior -ya desde Néstor- la Argentina venía sosteniendo,  respecto del irresuelto crimen de la AMIA, la responsabilidad iraní en el atentado. No es cierto, como afirmó la presidente recientemente, que Nisman fuera elegido por el Procurador General de ese entonces para encabezar la Unidad Fiscal AMIA. La creación de esa unidad y la elección de Nisman para que la dirigiera fueron decisiones personales de Néstor Kirchner.
En esa línea la Argentina -igual que los EEUU y el resto de los países occidentales de Europa, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda- se levantaba de su asiento en la Asamblea de la ONU cuando hablaban en el estrado los representantes de Irán.
La propia presidente acusó al régimen de Ahmadinejad de negar el Holocausto e intentó llevarlo ante la justicia de un tercer país para obtener la condena de los 8 imputados por la justicia argentina.
Mientras ocurría todo esto seguían sucediéndose los rechazos norteamericanos a una visita de Estado de CFK a la Casa Blanca. Obama, por su lado había concedido esas audiencias a Dilma Rousseff, a Sebastián Piñera, a Pepe Mujica, y a prácticamente todos los mandatarios latinoamericanos, excepción hecha de Correa, Chávez y Morales.
La presidente ha dado sobradas muestras de tener un carácter revanchista; de moverse por sentimientos que le resulta muy difícil contener cuando se siente cuestionada o contradicha. No duda en salir “con los tapones de punta”, con argumentos, muchas veces, ad hominem, para cruzar de cuajo a quien se le opone. Es muy posible que también experimente, en los pliegues más profundos de su psicología, esos sentimientos cuando se siente rechazada. Imagino difícil, para una mujer como ella, procesar el rechazo dócilmente.
En ese marco no es descabellado pensar que la Sra. de Kirchner haya reaccionado contra Obama utilizando la política exterior como herramienta de despecho. Resulta muy sugestivo que ese viraje se haya producido luego de la Casa Blanca no aceptara recibirla. La presidente se alió a Irán, firmó un acuerdo con China –a quien llamó “primera potencia mundial”-, recibió a Putin y, por supuesto, mantuvo su alianza con Maduro.
El 26 de marzo de 2011 Pepe Eliaschev reveló que entre el 23 y 24 de enero de 2011 el canciller Timerman se encontró con su par iraní en Alepo, Siria, para delinear los palotes del Memorándum de Entendimiento. Menos de un mes después, en Febrero de 2011, por orden de la presidente, el canciller en persona, con un alicate industrial, abrió un maletín con claves secretas del Pentágono que estaba a bordo de un avión militar norteamericano que había llegado a Buenos Aires con personal de entrenamiento para la Policía Federal. El incidente enfureció a Washington y, en lo personal, al presidente Obama. Ese material sensible estuvo 4 meses en Buenos Aires antes de ser devuelto en junio de aquel año.
¿Habría ordenado la Sra. de Kirchner semejante avanzada si Obama hubiera accedido a recibirla en la Casa Blanca? Lo dudo. ¿Ordenó la presidente esas acciones y aquel cambio de política exterior porque fue rechazada? Lo sospecho fuertemente.
¿Estoy aplicando a las supuestas “altas decisiones” de la política las reacciones que podrían tener los pliegues más pantanosos de la psicología humana? Sí. Los países no se gobiernan a máquina, se gobiernan “a gente”. Y la gente es un cúmulo complejo de sentimientos y emociones muchas veces incontrolable.  Sería deseable que un estadista no utilizara las herramientas del Estado para darle pista libre a esos rencores. Pero no siempre ocurre así.
 

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