Pruebas y dudas

Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Alberto Nisman murió, de eso no hay dudas, de forma
violenta, a causa de un balazo de una
Berza 22, a 1 cm de la cabeza, 3 cm arriba del oído derecho, de eso no
hay dudas, y “la trayectoria del proyectil fue de derecha a izquierda, de abajo
hacia arriba y de atrás hacia adelante”. Estas son pruebas.
Los peritos del estado, los que responden a la fiscal
Fein y los peritos de parte, contratados por la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex
mujer y madre de las hijas de Nisman, no tienen dudas sobre lo dicho
anteriormente. En el resto, difieren.
Y acá empiezan las dudas y las dudas generan preguntas y
las preguntas no tienen respuesta. Los ciudadanos de a pie tenemos demasiadas
preguntas, que no tienen respuesta. Eso es malo para los ciudadanos y es peor
para el gobierno. En particular es pésimo para llegar a la verdad.
La presidente escribió en Facebook en su 2° carta con
respecto al fiscal Nisman y su muerte, diciendo: “Estoy convencida que no fue
suicidio. No tengo pruebas, pero tampoco
tengo dudas” (22/1/15). Dos días antes, también en Facebook, se había preguntado:”
¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la
vida?” (19/1/15).
En esa misma carta también se peguntó entre paréntesis
“¿fue suicidio?”. 72 horas después estaba segura del asesinato. El tema es que
los peritos oficiales no se deciden entre el suicidio y el asesinato. El 1°
barrido electrónico (para buscar restos del dispara de la pistola en la mano de
Nisman), dio un negativo … inseguro.
Se volvió a hacer la misma prueba en Salta (¡que tiene
mejores instrumentos que Buenos Aires!), resultado negativo… pero inseguro.
Todo es inseguro para los peritos oficiales del caso. Recordemos la primera
frase de la Dra. Fein cuando dijo: “Lamentablemente, no es suicidio”.
¿Lamentablemente?
Se explica, la Dra. Fein es una buena funcionaria, cerca
de la jubilación, nunca le tocó un caso de esta magnitud, tenía pagadas sus
vacaciones que hacía más de un año que no se tomaba, y un suicidio le hubiera
solucionado el tema con rapidez. Da la sensación que sigue intentando encontrar
la forma de comprobar que fue un suicidio. Más hechos se conocen, más certezas
sobre el asesinato.
Los peritos de parte liderados por ese gigante de la
criminología que es el Dr. Raffo, dan cuenta detallada de todas las
contradicciones que tienen con los peritos oficiales, desde la hora de la
muerte, muy anterior a la fijada oficialmente, al hecho que sostienen que el
cuerpo fue movido de lugar, que no hubo rigor cadavérico, que agonizó, lo que
explica la pérdida de sangre (no se explica cómo en la autopsia no se midió la
sangre que quedaba en el cuerpo, para calcular la que perdió). Un muerto no
pierde sangre, sólo lo hace una persona viva.
A partir de ahí, todo es diferente. Unos peritos dicen A,
los otros, Z. Y la gente, la gente común, la de la calle, habla de “lo mataron
al fiscal”, “lo mataron a Nisman”. Y nadie tiene la sensación de que el
gobierno está decidido a buscar la verdad. Y que de haber sido un asesinato,
estaría dispuesto a descubrir quién apretó el gatillo y quién mandó hacerlo.
La presidente insultó solapada o directamente al fiscal
muerto. Indujo a pensar que tenía una relación homosexual, como si fuera algo
malo (que de haber sido cierto, no hubiese tenido nada de particular en un país
que permite el matrimonio de personas del mismo sexo; el INADI debería decirle
algo al respecto); lo trató de suicida, aunque después se corrigió.
Lo llamó destituyente; sostuvo que la denuncia se la
escribió Stiuso, y permitió que un sitio oficial lo tratara de borracho, lo que
fue una flagrante mentira. Nada de esto la ayuda. Al contrario, la convierte en
sospechosa.
Personalmente, yo no tengo dudas, casi no necesito
pruebas, fue un asesinato y no creo que la presidente haya tenido algo que ver
con el tema. Por eso no se entiende que no haga lo imposible para dilucidar el
caso lo antes que se pueda, porque su imagen, con el tema Nisman, cae en picada.
La gente, los ciudadanos de a pie, Doña Rosa y Don José,
seguro estudiaron historia en la primaria. Algunos en el secundario. No me
refiero a los universitarios. Todos aprendimos que en las guerras por la
independencia, tanto argentina, como chilena, peruana y del resto de sud
América, que el héroe máximo en cuanto a coraje, fue Juan Galo de Lavalle. Lo
llamaban el sable sin cabeza. Combatía desde los 15 años. No pensaba en las
posibilidades de salir victorioso calculando sus ventajas y desventajas; no le
importaba tener muchos menos hombres que el enemigo, él arremetía, sable en
mano.
Y por regla general, ganaba ante el asombro de sus
atacados, que no podían entender que un pequeño grupo de hombres maltrechos y
peor pertrechados, se les animaran a ellos, un ejército multitudinario y bien
armado. Río Bamba es una prueba de esto.
Y sin embargo, si le preguntamos a alguien en la calle
qué recuerda de Lavalle, es seguro que contesten, “fusiló a Dorrego y no se
sabe porqué”. Me temo que toda la etapa K quede manchada con la sangre de
Nisman. Que dentro de 10 o 30 años, al nombrar a los K, la gente conteste, “los
que mataron al fiscal”.
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