La curiosa historia de un iPad o cómo reducir la repitencia en el secundario

Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Días atrás, la alta repitencia en la escuela
secundaria abrió el debate sobre la misma. Rebeca Anijovich, profesora de UDESA
y la UBA señaló que “la repitencia no es un buen recurso pedagógico en ningún
nivel educativo, porque implica que un alumno tenga que hacer de nuevo lo mismo
que no pudo hacer la primera vez”.
Una posición similar sostuvo Axel Rivas,
investigador de CIPPEC: “Es una pésima estrategia pedagógica, hace un daño
irreparable en la autoestima de los alumnos, es muy costosa y muy ineficiente”.
Por su parte, Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso, resaltó que “si
desagregamos las estadísticas por quintil de ingreso de los repitentes, nos
encontramos con que quienes más repiten provienen de los quintiles más bajos.
Históricamente estos chicos no fueron a la escuela media, cuya propuesta
cultural es muy ajena a la cultura de origen de estos sectores sociales”.
Esta nota no apoya ni se opone a la
repitencia, sino que se pregunta ¿por qué no enfrentar las causas que generan
la misma en lugar de recomendar eliminarla?
La curiosa historia de un iPad me ayudará a
ilustrarlo. El 14 de abril un iPad usado se remató en 30.500 U$S. El mismo le
pertenecía al Papa Francisco y se lo había regalado a un sacerdote, Gonzalo
Aemilius, a los pocos días de su elección como Sumo Pontífice. El domingo 17 de
Marzo de 2013 Francisco reconoció el trabajo de Aemilius, fundador de un
colegio en Montevideo, el Liceo Jubilar: “Quiero agradecerle su trabajo”, dijo
Francisco abrazando al sacerdote frente al altar de la repleta Iglesia de Santa
Ana y agregó: “Quiero hacerles conocer un sacerdote que (…) desde hace mucho tiempo
trabaja con los niños de la calle, con los drogadictos. Para ellos ha hecho una
escuela (…). Todos estos niños de la calle hoy trabajan, con estudio, y tienen
capacidad de trabajo”.
Gonzalo Aemilius donó el iPad al Liceo
Francisco, un colegio en Paysandú, el cual comenzó a funcionar este año con una
propuesta similar a la de Jubilar, el cual lo subastó para recaudar fondos para
su financiamiento.
¿Cuál es la propuesta de este tipo de
colegios? El Liceo Jubilar es una institución religiosa, gratuita y de gestión
privada, ubicada en el barrio Casavalle, uno de los más pobres de Montevideo,
la cual brinda educación secundaria a adolescentes que viven en condiciones de
pobreza.
Para ingresar se requiere ser vecino del
barrio, no tener más de un año de repetición y que la familia viva por debajo
de la línea de pobreza. Las vacantes se otorgan por sorteo.
El Liceo se financia con recursos
provenientes de empresas y personas que apadrinan el proyecto. El diario el
País de Montevideo señala que “uno de sus primeros aportantes fue el Papa
Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires”.
Sus resultados son comparables al de los
mejores colegios privados del Uruguay.
Sus primeros egresados ya están en la
Universidad; 92 residentes de Casavalle
asistieron en 2012 a la Universidad de la
República, el 1% de los estudiantes de
Montevideo.
Un estudio llevado a cabo por investigadores
de la Universidad de Montevideo, el cual siguió durante tres años a los 70
alumnos que ingresaron a Jubilar en 2010 y a los 101 que no lo hicieron por no
satisfacer los requisitos o por no haber cupos disponibles, arroja que la tasa
de repetición en Jubilar fue del 13%, mientras que para aquellos que debieron
cursar en liceos públicos fue del 49%. La diferencia es contundente.
Una foto similar la provee el Liceo Impulso,
de gestión privada, gratuito, pero laico. En setiembre de 2012 realizó su
primera convocatoria a los alumnos próximos a graduarse de las escuelas
primarias de Casavalle. La recepción fue notable, de una población potencial de
1.200 niños se preinscribieron 377. Los 100 cupos fueron asignados por sorteo.
La mayoría de los ingresantes tenía problemas en lectura y escritura, y
desconocían muchas operaciones matemáticas. El 85% era incapaz de aplicar las
tablas.
Al término del primer semestre 92 niños
aprobaron la evaluación de inglés y tan
sólo 3 reprobaron la prueba de cálculo,
cuando a principios de año 38 habían fracasado. Para fin de año la deserción
había sido nula al igual que la repetición.
En su mensaje para la Navidad pasada, el
Arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, explicó que aunque las experiencias de
liceos gratuitos de gestión privada católicos como el Jubilar y Providencia, y
el laico Impulso, son puntuales, demuestran
que si se quiere se puede” y agregó que “multiplicando los Jubilares en
Montevideo y en Uruguay se estaría dando una respuesta educativa, seria,
responsable, que va a disminuir el tema delincuencia y que permitirá que los
jóvenes se desarrollen en la educación”.
Es claro que esta clase de instituciones no
puede funcionar sin la posibilidad que las empresas realicen donaciones
deducibles de impuestos. Este hecho es posible gracias al art. 78 de la Ley
18.083/2006 y su modificación, el art. 269 de la Ley 18.834/2011 (sintetizado):
“Las donaciones que las empresas contribuyentes del Impuesto a las Rentas e
Impuesto al Patrimonio realicen a las entidades que se indican en el artículo siguiente
(ej. instituciones privadas cuyo objeto sea la educación primaria o secundaria que
atiendan a las poblaciones más carenciadas) gozarán del siguiente beneficio: El
75% de las sumas se imputará como pago a cuenta de los tributos mencionados. El
25% restante podrá ser imputado a los efectos fiscales como gasto de la
empresa”.
En base a la misma Jubilar recibió en 2014,
575.000 U$S e Impulso 2.849.000 U$S, el 17% a cuenta de las empresas que
realizaron la donación y el 83% restante a cuenta del Estado.
¿Por qué no considerar una legislación
similar en la Argentina? Una legislación como la uruguaya permitiría demostrar
que es factible incrementar la exigencia académica y reducir a su vez la
repitencia en la escuela secundaria, aún en contextos sociales claramente
desfavorables.
En la Argentina sobre educación se hablan
muchas generalidades pero se discuten muy pocas propuestas concretas. Esta es
una, ¿no resulta razonable debatirla?
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