Humildad, esa palabra de sometimiento

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Cuando uno busca en el diccionario aquellas
palabras que hagan referencia a la valoración de una persona para consigo
misma, nos encontramos con una cantidad y variedad de términos enorme;
quizás esto es así en un inconsciente entendimiento de que el ser humano es,
para el ser humano, lo más importante en esta tierra.
También vemos, que el mayor número de estas
palabras se refiere a vicios por exceso, como por ejemplo:soberbio, pedante,
vanidoso, altanero, presumido,jactancioso, petulante, arrogante, engreído,
fatuo, altivo. Podríamos analizar cada
una de ellas, pero no es el objetivo de este escrito.
En cambio parece no existir palabras que
describan el vicio por falta. Esto que
parece accidental quizás no lo sea.
Dentro del arsenal de términos auto
evaluativos, encontramos dos palabras que son consideradas sinónimos por la
Real Academia Española, pero que si profundizamos en su origen (etimología)
podremos encontrar profundas diferencias.
Estas dos palabras son, humildad y modestia.
Humildad viene del latín “humus” que quiere
decir tierra. Significa que el humilde
está a ras del suelo. Esto tiene una
indiscutible relación con lo religioso, el hombre está por debajo de los dioses
y para presentarse ante ellos debe postrarse y ubicarse en lo más bajo, en una
relación desigual.
Sin embargo, cuando decimos que alguien es
humilde, lo hacemos en referencia a su relación con los demás. El humilde reniega de su superioridad ante su
igual. Esto lo hace en el entendimiento
de que es malo, no el vanagloriarse de su talento, sino el simple
reconocimiento del mismo.
A la par, pero en la vereda de enfrente,
encontramos la llamada “falsa humildad”.
Esta no es más que una forma educada e intelectualmente deshonesta de
ser soberbio. Tampoco profundizaremos en
ella en esta oportunidad.
Humilde y modesto se utilizan indistintamente
como sinónimos, cosa que considero inapropiada.
Modesto proviene del latín “modus” que quiere
decir medida. Por ello es modesto aquel
que reconoce su medida, que no se sobrevalora pero tampoco se menosprecia. Modesto es aquel que reconoce su mérito, no
lo esconde pero tampoco hace alarde del mismo.
Así vemos que podríamos considerar a la
humildad como un vicio por menoscabo de la propia consideración y a la modestia
como una virtud.
Existen otros aspectos a considerar con
respecto a estos términos.
El humilde (como dijimos término más asociado
a lo religioso) lleva implícito en su origen, al estar por debajo de su
interlocutor, la aceptación de lo
impuesto desde arriba (dioses ¿autoridades? ¿Caudillos? ¿Gobiernos?).
Es doctrinario, sumiso, prima la actitud sobre la aptitud y desconoce el
mérito.
El modesto inicia su relación con el otro en
un mismo plano y de acuerdo a la competencia de sus capacidades esta relación
va cambiando. Es racional, igualitario,
prima la aptitud sobre la actitud y se fundamenta en laestimación.
La humildad va en consonancia con la doctrina
de la igualdad de hecho entre los hombres.
El humilde reniega de su derecho a expresar su superioridad y pone tabla
rasa a la humanidad.
El modesto se apega a la igualdad de derecho,
no restringe la expresión de sus talentos.
La humildad busca hacer iguales a los
hombres, mientras que la modestia busca tratarlos igual. Como dijo Friedrich Von Hayek "Hay una gran diferencia entre tratar a
los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la
condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo dijo Tocqueville,
una nueva forma de servidumbre.”
Por último está la palabra orgullo, aceptada
cuando se refiere a un tercero y bastardeada cuando se utiliza en uno
mismo. Este último uso tiene la misma
lógica que el concepto de humildad, pero se comporta como su antónimo.
La propia Real Academia Española considera al
orgullo sinónimo de vanidad. Pero
nuevamente, si vemos su etimología, descubrimos que tiene su origen en el
germánico “urguol” que quiere decir notable, o sea que se destaca.
¿Por qué debería ser malo sentir orgullo de
los logros propios que nos destacan tanto como de los logros ajenos? Que la Real Academia Española considere al
orgullo como un defecto y a la humildad como una virtud ¿tendrá algo que ver
con los fuertes lazos históricos de la Península Ibérica con el Vaticano y el
catolicismo?
Lo cierto es, que luego de analizar estos
conceptos y consciente del poder que tienen las palabras, quiero condenar a la
humildad a la condición de defecto; bajo los cargos de atentar contra el amor
propio y la autoestima.
Por otra parte, redimo a la modestia,
falsamente acusada de asociación ilícita junto a la humildad y la proclamo
protectora de la integridad personal.
Y por último, relevo de cargo y culpa al
orgullo; injustamente sentenciado a ser sinónimo de arrogancia y lo declaro
embajador de nuestros logros en el mundo de nuestras relaciones con los otros.
Si sentimos orgullo de nuestros logros y
somos modestos en nuestro proceder, estaremos celebrando la superación personal
y los avances de la humanidad, además seremos justos en la valoración con
nosotros mismos y honestos intelectuales para con los demás. Esta es la base de una convivencia progresista,
respetuosa y en paz.
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