12 de Octubre: día del eufemismo hipócrita

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Durante casi un siglo se conmemoró en esta
fecha el descubrimiento de América (Vale aclarar que si bien en realidad fue
una conquista, quien propuso esta denominación fue el español Faustino
Rodríguez San Pedro, y para los peninsulares de entonces fue un descubrimiento) bautizado como el “Día
de la raza”, nombre considerado ofensivo y discriminador por lo que fue reemplazado en
el 2010 por “Día de la Diversidad Cultural Americana”.
Antes de analizar la pobreza espiritual y el
menosprecio intelectual hacia la especie humana, la diversidad racial y el
respeto individual de este cambio, es preciso aclarar ciertos puntos.
Todos los seres vivos se encuadran dentro de
una clasificación biológica y nosotros no estamos exentos de esto. Así sabemos que pertenecemos al reino animal,
subfilo vertebrado, clase mamífero, orden primate y especie humana (homo
sapiens). Hasta aquí todos de acuerdo.
La discusión se presenta a partir de ese
punto, ¿existen distintas razas dentro de la especie humana? Como en muchos temas, hay una biblioteca que
lo avala y otra que no.
Los detractores arguyen que las diferencias
genéticas entre las diferentes “razas” son inferiores al 0.1% de todo el genoma
humano, por lo que no son válidas como para clasificarnos en razas.
Quienes apoyan la clasificación racial lo
hacen basados en los distintos fenotipos (la expresión genética visible, color
de piel, estatura, rasgos faciales, etc.).
Raza proviene del latín radius (rayo, como
los de las ruedas de una bicicleta y que simbolizan las divergentes líneas
hereditarias).La Real Academia Española define la palabra raza como “Cada uno
de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos
caracteres diferenciales se perpetúan por herencia”.
Lo cierto es que este espíritu homogeneizador,
caritativo y hasta revanchista (en Nicaragua y Venezuela se llama “día de la
resistencia indígena”) tiene su razón de ser en los innumerables atropellos
étnicos cometidos a lo largo de la historia.
Digo étnico pues es un término más apropiado, ya que incluso se mete en
la misma bolsa, entre otros, al genocidio armenio o la búsqueda de la pureza
racial nazi con el exterminio de la raza judía; una mezcolanza de raza,
nacionalidad y religión que no tiene ni pies ni cabeza.
Si bien la intención de esta posición “anti-razas”
parece loable, encierra una conducta perversa que suele pasar desapercibida.
La misma conducta se patentiza cuando alguien
es tildado de “boliviano” y lo consideramos un insulto, sin comprender que más
allá de la intención despectiva del que lo dice, quien lo escucha y se
horroriza está avalando un carácter peyorativo no implícito en la palabra en
sí.
Si llamo a un amigo “gordo”, tiene una insinuación
cariñosa y familiar; si utilizo este término para burlarme de alguien tendrá
una alusión despectiva y el destinatario ha de ofenderse solo si lo considera
algo de qué avergonzarse. El problema no
es el término, el problema es la intencionalidad de quien lo dice y de quien es
el destinatario.
Pero el tema no termina ahí, muchas veces,
procurando no herir susceptibilidades, menoscabamos aún más la dignidad del otro.
Dictamos leyes y normas para igualar a las
mujeres con los hombres, ¡lo que lleva implícito el concepto mental de que las
consideramos inferiores!
Decimos no vidente por no decir ciego o con
capacidades diferentes por no decir discapacitado. Como si le tuviésemos lástima, buscamos
adornar con palabras delicadas o conceptos enmarañados la descripción de una
realidad.
Considero esto un comportamiento de una
soberbia intelectual y moral que asquea.
Como si una mujer, un ciego o cualquier discapacitado fuesen dignos de
piedad y no de respeto. Es subestimar al
otro, es considerarlo un imbécil incapaz de comprender su condición. Es aún peor que la
burla directa que puede llevar adelante algún tarado; si me burlo de un ciego
por su ceguera, lo estaré haciendo sobre su condición física; pero si lo trato
como a un niño que no tiene la capacidad de comprender y asumir la realidad,
será un desprecio a su persona.
Negro, boliviano, mujer, discapacitado, arquitecto,
católico o hincha de Belgrano, no son más que particularidades de cada
individuo. Los derechos humanos
pertenecen a la especie humana, no discrimina, las personas que marcan las
diferencias irrelevantes si lo hacen.
Respetemos al prójimo, respetemos las
diferencias. Debemos tratar a todos de
igual modo, no querer hacer que todos sean iguales. Decía Friedrich Von Hayek "Hay una gran diferencia entre tratar a
los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la
condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo dijo Tocqueville,
una nueva forma de servidumbre.”
Conmemoremos el día de la raza como el día
del encuentro de dos mundos, reconociendo lo bueno y lo malo de aquel hecho
histórico. Que las razas sean lo que
son, una expresión de nuestros genes.
Respetemos la libertad de expresión del genoma como tributo a la especie
humana y a cada uno de nosotros.
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