Francisco, el libertario
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.





                                    Al mundo no “lo mueven las ideas” sino que se desarrolla con “hechos conducentes”, motorizados por la autoridad moral cuando ejerce su liderazgo natural. Por caso, en general los hijos no cumplen lo que dicen sus padres sino que los imitan. Así, que el Papa converse con organismos de la ONU dedicados a “combatir el hambre”, les suena bien a los “progre”, pero es intrascendente porque estas organizaciones jamás combatirán la miseria, por el contrario, son parte del problema, ya que se financian con impuestos, coactivamente cobrados por los gobiernos, que empobrecen a los pobres porque los ricos los pagan subiendo precios o bajando salarios.
                                    Sí son conducentes la serie de actitudes libertarias, que ha tenido Francisco, como su viaje a Lampedusa, isla con 5000 habitantes, a 205 kilómetros de Sicilia y a solo 113 de África, que ha querido que sea lo más austero posible sin autoridades ni despliegues de seguridad. Desde 1990 han perdido la vida 8.000 inmigrantes en el Canal de Sicilia, 2.700 durante 2011 coincidiendo con el conflicto en Libia creado por la OTAN y el tirano Gadafy. La culpa de estas muertes tiene nombre: la falta de libertad, es decir, la coacción (violencia) de los gobiernos sobre sus ciudadanos. 
                                    Primero, la de los gobernantes locales que, destruyendo al mercado con violencia (regulaciones y prohibiciones coactivas), provocan miseria al punto que muchos prefieren migrar arriesgando la vida. Segundo, la política del bienestar (el “welfare State”) que “acomoda” a la clase media a través de medidas coactivas que empobrecen a los pobres, como con los impuestos. Este “Estado de bienestar” promueve la “seguridad social” (en base a altos impuestos) y la “seguridad física y laboral” lo que los impulsa a prohibir a los inmigrantes que abarrotan los hospitales públicos gratuitos o pretenden cobrar seguro por desempleo o se los acusa de crear desocupación (y del delito que trae), cuando la falta de empleo es producto de las leyes laborales coactivas (como la de salario mínimo, que prohíbe trabajar a los que ganarían menos). 
                                     Así, los inmigrantes se transforman en “ilegales” con los riesgos que conlleva. Pero no solo los gobiernos de la Unión Europea (UE) promueven estas muertes. Desde 1993, en la frontera de EE.UU., murieron 5.595 “ilegales” que intentaron cruzar por zonas peligrosas por la geografía y porque están dominadas por las mafias, como los carteles de Los Zetas o El Golfo, que cobran peaje en efectivo o utilizándolos para evitar las medidas coactivas de los gobiernos que prohíben el tráfico de drogas. Es esclavitud, asegura la monja católica Leticia Gutiérrez, de la Pastoral de la Movilidad Humana, la más amplia red de atención a los 150000 migrantes anuales que ingresan a México de paso a EE.UU. Y todo esto, por cierto, con la complicidad directa de muchos funcionarios.
                                    El Papa homenajeó a quienes "buscaban un lugar mejor y encontraron la muerte… La cultura del bienestar nos ha hecho insensibles…", en una homilía con un duro mensaje a los políticos, especialmente de la UE. Celebró una misa de penitencia sobre los restos de una patera y pidió perdón a Dios: "Te pedimos… por quien se ha encerrado en el propio bienestar… por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en aquellos que… toman decisiones socio-económicas que abren la vía a estos dramas".


 

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