TPP: no todo lo que reluce es oro
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) es el mayor tratado comercial firmado hasta hoy. Son 12 países (Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Chile, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur y Vietnam), con 800 millones de personas, el 40% del PIB mundial y el 30% de las exportaciones globales. Las ganancias netas rondarían los $us 295 billones al año y sería la región de mayor crecimiento hasta 2040. De paso, queda claro la ridiculez de las guerras. La de Vietnam, que a EEUU le costó 60.000 muertos y el 9% de su PIB, se hizo “contra el comunismo”, que hoy se vuelca en paz, sin necesidad de conflictos armados, al capitalismo.

Si sumamos este acuerdo a la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), a ser firmado con la Unión Europea; y el Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA), EEUU crearía una zona de “libre” comercio compuesta por 53 países, 1.600 millones de personas y dos tercios de la economía global. Obviamente, la iniciativa TPP-TISA-TTIP recibe críticas de rivales como Rusia, en tanto que el Gobierno chino dijo que estudiaría incorporarse, pero, por ahora, compite con su Área de Libre Comercio Asia Pacífico (FTAAP).

Ahora, por qué se realizan estas costosas negociaciones en lugar de simplemente levantar las barreras unilateralmente. Porque los políticos y burócratas no están dispuestos a ceder todo: quieren asegurarse de que no todo el comercio se liberará. En el TPP en cuestión, el punto más sintomático es el de la extensión de los plazos de patentes de medicamentos. Médicos sin Fronteras (MSF) ha dicho que estas medidas “ponen en peligro la salud de millones de personas”, ya que fortalecerán y crearán nuevos monopolios, disminuyendo la oferta de medicamentos genéricos solo para beneficiar a pocas farmacéuticas.

A ver. Es el mercado (las personas interactuando pacíficamente) quien determina la propiedad. Por caso, al comprar un automóvil, el vendedor lo entrega a cambio de dinero. Así se define la verdadera y única titularidad de una cosa. Ahora, si la “propiedad” resulta de una “ley” impuesta coactivamente por el gobierno (vía monopolio de la violencia), significa que no se daría naturalmente, por tanto, es ilegítima. Así, la ley que protege las patentes es una violación de las reglas del mercado. Esta “propiedad intelectual” suelen ser monopolios garantizados a grandes grupos económicos, esgrimiendo que el libre flujo de las ideas desincentivaría la creatividad, cuando, por el contrario, la libertad provoca que, sobre trabajos ya realizados, se sumen otros, impulsando exponencialmente el desarrollo.

Por caso, según los historiadores, Thomas Alva Edison era un astuto “patentador”. La lámpara incandescente, en rigor, solo fue perfeccionada por él y, el anterior “patentador”, Joseph Swan (quien tampoco fue el primer inventor), obtuvo la primera patente en Gran Bretaña, en 1878, un año antes que Edison y lo llevó a las cortes británicas que le dieron la razón. Edison, con más de 1.000 patentes hizo fortunas.

Las patentes y copyrights, para ser legítimas, deben definirse dentro del mercado resultando de acuerdos voluntarios entre las partes, porque otra cosa sería violar el derecho de propiedad natural. Así las exageradamente grandes empresas o fortunas no son un producto natural del mercado. Bill Gates, por caso, hizo sus millones gracias a los copyright de Microsoft, que son monopolios “intelectuales” impuestos por el gobierno.  

 

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