Las visitas papales a Cuba
Pedro Corzo

Periodista de Radio Martí.



Más allá de las valoraciones positivas o negativas que cada quien haga sobre las visitas papales a Cuba, hay que reconocer que esa pequeña isla del Caribe, que no se distingue por un alto número de practicantes de la religión católica, ha tenido el privilegio de ser congratulada por tres Papa en quince años, una distinción que muchos países no pueden mostrar.
Los cubanos no fueron ni son en su mayoría practicantes de la religión Católica. La casi totalidad de la población se reconocía creyente de esa observancia, pero estaba muy lejos de practicarla con la devoción y la constancia que toda fe demanda.
El número de creyentes en la isla nunca fue comparable con el de otras naciones del hemisferio,  representatividad que fue afectada dramáticamente a partir del triunfo de la revolución, porque un número importante de feligreses, por miedo u oportunismo, decidió abandonar sus creencias.
La asistencia a la iglesia se redujo dramáticamente y las personas negaron su creencia en Cristo no tres veces, sino en infinidad de ocasiones, cuando en el país se instaló una nueva religión en la que el Dios era Fidel Castro y el castrolicismo la verdad revelada.
El régimen impuso valores y normas que se inspiraban en el pensamiento de Fidel y en el marxismo, con la premisa de que la "Religión era el Opio de los Pueblos". Atacó a fondo los fundamentos éticos de la sociedad cubana, siendo sus objetivos  más importantes las religiones en general, y la iglesia Católica el blanco clave a destruir, para así construir el nuevo orden prometido.
Fue una experiencia indeleble para los creyentes que en defensa de su fe fueron discriminados, perseguidos, humillados, encarcelados y fusilados, como ocurrió entre otros muchos, con Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería, quienes antes de morir, gritaron Viva Cristo Rey. 
Los extremismos del régimen han sido padecidos por todos los cubanos, pero en particular, por quienes en defensa de su fe o convicciones políticas, ambas inclusive, enfrentaron el totalitarismo.
Por lo antes expuesto es válido preguntarse por qué tres obispos de Roma han decidido viajar a Cuba. Cuáles son los factores que determinan que un máximo jerarca de la Iglesia vaya a un país.
Las visitas papales han de responder a un protocolo que se inicia con los contactos entre el gobierno anfitrión y el visitante, pero lo mas importantes, es que, las partes deben concluir que el encuentro será beneficioso para ambos y con esa premisa, coordinar de mutuo acuerdo el desarrollo  del periplo.
Los Papas viajan a los países con varios objetivos pero específicamente en el caso Cuba es de suponer que la Iglesia ha concluido que la devastación de valores que el totalitarismo ha causado en la nación cubana demanda la atención directa de quien es capaz de tener la mayor comprensión de los problemas de una comunidad y la capacidad para resolverlos, no obstante, paradójicamente, ninguno de los tres pontífices se ha reunido con los perseguidos ni con los que más sufren.
La Iglesia como tal ha ganado espacios en la sociedad cubana a  partir del viaje de Juan Pablo Segundo, particularidad que se ha acentuado con las visitas de Benedicto XVI y Francisco, por lo que es de suponer que los beneficios adquiridos se incrementen y que paulatinamente acceda a los derechos que disfrutan en otros países.
Pero cuales son los beneficios para el régimen. Que buscan los renegados Fidel y Raúl Castro al permitir que tres Papa viajen a la isla, y desarrollen su labor proselitista sin restricciones, mientras continúan reprimiendo a todos los que reclaman el respeto a sus derechos, incluidos lo que se acercan al Pontífice para denunciar los crímenes de la dictadura.
Ver a Fidel que hace años no ocupa la jefatura del estado cubano compartiendo con dos Papas -Benedicto XVI le recibió en la Nunciatura y Francisco inexplicablemente fue a visitarle a su casa- debió haber sido un duro golpe para muchos de los que fueron formados y defendieron los valores y principios que la iglesia Católica, sostiene e inspira.
Siempre se ha dicho que hay que perdonar a quienes ofenden, pero también que el perdón debe estar precedido por un sincero acto de contrición, en consecuencia, si el arrepentimiento hizo presa de la voluntad de un pecador de la abyección de Fidel, solo un sumo pontífice podría darle la absolución.
De estar Fidel Castro arrepentido de sus depredaciones, habría que reconocer que una vez más la Iglesia ha vencido a quienes fueron sus verdugos temporales, pero de no haber mediado el remordimiento en la oscura alma del déspota, lo apropiado sería volver a leer el Maquiavelo del fin justifica los medios, y mejor,  si se cuenta con incienso para disipar las malas acciones.
 

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