Ingreso irrestricto, educación retrógrada

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
El senado de
la Nación Argentina sancionó el ingreso irrestricto a las Universidades
Nacionales de Argentina, al aprobar el proyecto elevado por la senadora Adriana
Puiggrós.
Tuve la
posibilidad de leer el libro de dicha legisladora “Qué pasó en la educación Argentina”, obra que considero un ejemplo
de anacronismo (analizar la historia fuera del contexto del momento) y de
ideologización enceguecida.
Más allá de
lo que implica modificar la infraestructura y el plantel docente para albergar
un número indefinido de estudiantes y lo
incongruente de semejante cometido, cuando tenemos índices de deserción en el
primario y secundario vergonzosos; el ingreso irrestricto a la universidad es
la manifestación cumbre de la igualdad de hecho, triste imagen de un concepto
retrógrado, injusto y mediocre.
Es retrógrado
pues es un precepto perimido, basado en la confusión entre igualdad de
hecho e igualdad de derecho. No es lo
mismo decir que todos tienen derecho a rendir para ingresar a la universidad
que decir que todos tienen derecho a estar dentro de la misma.
Como dijo
Friedrich Von Hayek "Hay una gran diferencia
entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras
lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo
dijo Tocqueville, una nueva forma de servidumbre.”
La igualdad
de derecho respeta la posibilidad de competir y demostrar que se posee la
actitud y la aptitud necesaria para cursar en una casa de altos estudios.
Si no
definimos parámetros de calidad, nos atenemos al menos a dos
consecuencias. La primera y más
importante, la pérdida de la cultura del mérito, con esta medida facilista
ninguneamos al esfuerzo y al espíritu de superación, responsables del avance de
la humanidad.
La segunda
consecuencia tiene que ver con la pobre calidad de los profesionales que
egresen, en la misma línea de pensamiento que profesa el no evaluar el ingreso,
si se quiere ser consecuente, deberían eliminarse los exámenes de todas las
materias, un absurdo que no merece la menor consideración.
Es injusto
de diversas maneras. Por un lado
desde el punto de vista del bolsillo del campesino que cría cabras en medio de
las sierras, sin agua corriente, ni luz eléctrica, ni cloacas, ni gas natural;
ese compatriota, que sufre tremendas privaciones, debe pagarle (vía impuestos),
por ejemplo la carrera a un ingeniero aeronáutico, ¡cuando nunca en su vida se
subirá siquiera a un avión! Quizás no le
alcance el dinero para comprarle unos lápices a su hijo para que curse el
primario, en parte porque estará malgastando su dinero en un universitario, sacrifica
el bienestar de su hijo por un desconocido, un desquicio.
También es
injusto para quienes estudian, un estudiante de medicina deberá realizar sus
prácticas compartiendo un paciente con una multitud de compañeros, lo que
definitivamente representa una merma en la calidad educativa.
¡Ni que
hablar del pobre paciente! rodeado de un enjambre de jóvenes que lo invaden y
lo interrogan en algo más parecido al accionar de la Gestapo que a un práctico.
Por último,
es injusto para con el contribuyente, que vía impuestos espera recibir
servicios de calidad de los profesionales egresados de las universidades y por
todo lo expresado ut supra no será así.
Es mediocre
por lo antedicho. Las metas
pequeñas forman hombres pequeños. No
seremos mejores personas ni mejores profesionales bajando la vara, el facilismo
es el camino que eligen los pobres de espíritu, los que no tienen ambiciones, los
que se contentan con sobrevivir. El
mediocre odia al que sobresale y lo acusa de ser poco solidario, de no ser
inclusivo ni tolerante.
Para
finalizar, estamos debatiendo conceptos de la edad de piedra. Seguimos enarbolando las banderas de la Reforma
Universitaria, ¡Que es de 1918! ¡Tiene casi un siglo!
El
desarrollo de carreras terciarias, de carreras cortas e innovadoras es lo que
genera un crecimiento exponencial, los avances tecnológicos y la dinámica
social de un mundo globalizado (algo fantástico, muy lejos de ser el cuco que
nos inculcan), son el ambiente propicio para desarrollar la capacidad intuitiva
y adaptativa del argentino tan respetada en todo el mundo.
Por eso sólo
resta decir, parafraseando a Ortega y Gasset “argentinos, a las cosas”.
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