Guardar silencio
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.


Después del  acontecimiento trascendente de la elección de presidente de la Nación, como sucedió hace pocos días, lo prudente, lo sensato, lo conveniente, es festejar el resultado por los ganadores, resignarse los perdedores y luego guardar silencio a la espera de los anuncios que se harán cuando asuma sus funciones la nueva administración.
 
Todo cambio de esta naturaleza es complejo y delicado pero mucho más cuando el estado de la Nación es como ahora, con desasosiego popular por la alta inflación, la carestía de la vida, la inseguridad ciudadana, la vulneración de las garantías constitucionales y la absoluta falta de respeto puesta de manifiesto por el gobierno que se va, lo que es congruente con la permanente vulneración del Estado de Derecho de la que ha hecho gala durante más de 12 años.
 
Sin embargo todos los protagonistas de la “política del comentario”, sean estos analistas o periodistas serios, dirigentes sociales, económicos, políticos e infinidad de chapuceros, hacen cola para elucubrar y difundir pronósticos, proyectar acciones, elaborar planes, hacer cálculos, vaticinar catástrofes, etc., en vez de “callarse la boca”, sobre todo por aquellos que se han equivocado en el pasado lejano y también en el reciente y han defendido posiciones erradas y en muchos casos ridículas.
 
Lo que ha sucedido es lo más elemental y primario de la democracia republicana: el pueblo ha votado y ha resultado elegido un nuevo titular del poder ejecutivo nacional. Nada más pero nada menos.
 
Frente a semejante pronunciamiento, de una entidad sobrecogedora, las palabras de los “comentaristas” suenan huecas e inncesaraias. Además incitan a muchos disgustados a intentar promover o planear acciones incompatibles con el traspaso del mando que se producirá el 10 de diciembre.
 
La mayoría de los ciudadanos –no solo los que votaron a Macri y Michetti- aspira a un futuro mejor, con menos zozobras y turbulencias, en el que desarrollar sus negocios, estudiar, ejercer sus derechos y garantizar lo mismo para sus descendientes. Los pequeños pero activos sectores desestabilizadores deben ser neutralizados por el clima de paz y alegría que debe primar en una jornada memorable para todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino.
 

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