No me importa la desigualdad
Maximiliano Bauk
Es Analista de
Políticas Económicas en el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad.
Actualmente cursa una Maestría en Políticas Económicas en la SMC University.
Participó del “Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales” de
Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
A partir de un reciente informe de Oxfam, una ONG que realiza
labores humanitarias en el mundo, en el que se afirma que las 62 personas más
ricas del planeta poseen lo mismo que la mitad más pobre de la población
mundial, se ha desatado nuevamente la polémica sobre la “injusticia” de la
desigualdad, saliendo políticos y pensadores en general a criticar duramente al
capitalismo como máximo responsable de esta situación. Uno de estos intelectuales
es Paul Krugman, quien a través de una columna publicada en el New York Times
titulada “¿Es necesaria tanta desigualdad?”, reavivó aún más las llamas de este
candente tema.
A decir verdad, en la única dirección que tiene sentido el
debate en torno a la desigualdad es si planteamos una mera envidia hacia los
que tienen un patrimonio mayor que el nuestro, pero si la inquietud real aquí
es la pobreza de unos y no la riqueza de otros –rumbo al que presumo que se
dirigen ciertamente los reproches-la controversia pierde toda razón de ser puesto
que la existencia de un rico no solo no implica la existencia de un pobre sino
que todo lo contrario: la riqueza de uno implica menos pobreza en otros por los empleos que crea
y por los servicios que para obtenerla tuvo y tiene que brindar quien la posea,
los cuales si se está dispuesto a pagar por ellos de manera tal que el sujeto
se volvió rico significa que le está facilitando la vida a la gente, elevando
así su nivel de vida, ya que- en un marco de libertad económica- para que
alguien ostente una gran fortuna no tiene otro camino para hacerlo más que el
de satisfacer necesidades ajenas ya sea con la creación de bienes o con la
prestación de servicios por los que el consumidor esté dispuesto a pagar.
Veamos
el caso de Bill Gates. Su patrimonio actual es de 79.200 millones de dólares,
siendo así el hombre más rico del mundo ¿pero fue a costa de los pobres que
Bill Gates construyó su fortuna? Por supuesto que no. Hay que dejar en claro que la
economía no es un juego de suma cero,
que uno tenga mucho no quiere decir que esa diferencia es lo que le falta a
otro. La riqueza se genera, se crea, por
ejemplo este astuto magnate creó riqueza en donde antes no la había cuando
fundó Microsoft, saciando de esta manera una necesidad en los consumidores
antes insatisfecha. No nos arrebató nuestro dinero ni nos obligó a comprar algo
que no queríamos, sus productos son comprados solo por quienes quieren hacerlo
haciendo así que ambas partes ganen, por un lado él una determinada suma de
dinero por producto y nosotros un producto que valoramos más que esa
determinada suma de dinero, ya que de lo contrario no hubiéramos realizado
intercambio alguno. Es lo mismo que pasa cuando compramos manzanas en la
verdulería, el verdulero gana el dinero que le dimos, pero nosotros no nos
sentimos perdedores porque nos vamos con las manzanas que valoramos más que ese
dinero, es por eso que al “gracias” del vendedor le respondemos con un “gracias
a usted”.
Gates
nos facilita la vida todos los días a miles de millones de personas alrededor
del mundo ayudándonos a hacer nuestros trabajos, dándonos una herramienta para
que nosotros mismos creemos nuestra propia riqueza e inclusive hasta para que
contemos con más tiempo libre debido a la manera en que nuestras vidas fueron
simplificadas. Dicho sea de paso que, para crear esta fuente de beneficios emplea a más
de 93.000 personas en 102 diferentes países ¿a alguien le parece que está
robando oportunidades?
Somos los consumidores los que elegimos a quienes
hacer ricos y a quienes no todos los días en las góndolas del supermercado al
comprar determinado yogurt y no tal otro, determinado cereal y no tal otro o
bien eligiendo Microsoft en lugar de Apple. Podemos ver que no existe democracia más directa y constante que la
ofrecida por el mercado, en la que minuto a minuto se dan los resultados de una
nueva votación.
La desigualdad es natural al hombre y es muy importante que
exista sobre todo en materia económica ya que en ella se reflejan las distintas
valoraciones de los consumidores, premiando a los que más necesidades humanas
sacien. Lo que ha ocurrido con este asunto es que gran parte de la clase
política corrió el eje del debate, ya prácticamente no se habla de pobreza sino
que esta palabra fue reemplazada por desigualdad y de esta manera
implícitamente se los hace responsable a los ricos de esta lamentable situación
de miseria, quitándose ellos un gran peso de encima cuando en realidad la
existencia de la misma es a causa de las distintas trabas al emprendedurismo y
a la inversión impuestas por el aparato gubernamental en distintos países del mundo.
Propongo que para evitar confusiones y poder distinguir a los
responsables comencemos a hablar con claridad: el problema no es la
desigualdad, el problema es la pobreza.
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