Ecuador: No pueden multiplicar los panes
Gabriela Calderón de Burgos
Es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador). Se graduó en el 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Desde enero del 2006 ha escrito para El Universo (Ecuador) y sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), La Nación (Argentina), El Diario de Hoy (El Salvador), entre otros. En el 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.


Contrario a lo que suelen hacernos creer quienes gobiernan, no todo se puede, ni siquiera en la política. Los empleos no se crean por decreto, ni los salarios aumentan con la voluntad política expresada en el sueldo mínimo. Tampoco esfuma el déficit público simplemente con desearlo y sin incomodidades. La escasez es una realidad de la vida, y a veces los últimos en aceptarla son los políticos.

Considere el caso de Grecia. Alexis Tsipras llegó al poder prometiéndolo casi todo. A casi un año luego de haber llegado al poder le ha tocado comerse sus palabras e implementar grandes tijeretazos, incluso un recorte de hasta un 35% a las pensiones públicas. Cuando el dinero se acaba, eso de “si queremos, podemos” no se da. Y por intentar lo imposible no solo que terminó haciendo precisamente lo contrario de lo que pretendía —recortar pensiones y gasto público— sino que de paso quebró al sistema bancario del país. Nótese que los griegos en ningún momento perdieron confianza en el euro y por eso esa economía sigue estando “euroizada”. De hecho, para septiembre de 2015 y según una encuesta realizada por GPO, 76% de los griegos manifestaron su deseo de mantener el euro.

El Premio Nobel de Economía James Buchanan y Richard Wagner, sostenían que:

“Una nación no puede sobrevivir con instituciones políticas que no reconocen frontalmente el hecho esencial de la escasez: Es simplemente imposible prometerle más a una persona sin reducir aquello que se le ha prometido a otros. Y no es posible aumentar el consumo hoy, al menos sin aumentar el ahorro, sin tener menos consumo mañana. La escasez es realmente una realidad de la vida, y las instituciones políticas que no confrontan este hecho amenazan la existencia de una sociedad próspera y libre”.1

Es preocupante que nuestro gobierno se niegue a enfrentar la realidad de la escasez. La verdadera raíz de nuestra recesión —que según las últimas proyecciones del Banco Mundial podría implicar al menos 4 años perdidos en cuanto a crecimiento económico (2015-2018)— es una clase política que se comporta como una familia irresponsable que gasta más de lo que le ingresa.

Su negación a aceptar la escasez ha llevado al gobierno a cumplir con sus obligaciones de formas cuestionables. Desde la emisión de Títulos del Banco Central (TBCs) —cuya frecuencia de emisión y maduración parece estar en aumento, hasta el uso de dineros de la Reserva Internacional (RI) que no le pertenecen ni al gobierno central ni al Banco Central del Ecuador (BCE). Esto pone en riesgo no a la dolarización, pero si la liquidez del sistema financiero, que como cualquier sistema financiero de encaje fraccional (dolarizado o no), necesita que sus reservas bancarias estén líquidas para atender a sus depositantes. La creatividad del gobierno podría resumirse en trasladar el riesgo de las finanzas públicas al sistema financiero del país.

Este apetito voraz del fisco no se controla con moneda propia, ni empezando a circular otros medios de pago, ni con salvaguardias o con un timbre cambiario. Esas medidas solo sirven para posponer los ajustes que tarde o temprano igual llegarán. Insistir en eso servirá para profundizar la recesión, algo que les podría pasar factura en las elecciones.

Referencia:

1. Buchanan, James; Wagner, Richard. Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes. 2000. Liberty Fund: Indianapolis, IN. Pp. 191.
 

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