Space Act: un regreso a los principios fundadores de EE.UU.
Nicolás Turdo
Estudiante de Relaciones Internacionales. Músico. Y, principalmente, admirador, pensador y difusor de las ideas liberales.
Hace un par de meses se aprobó la ley denominada SPACE
Act of 2015 (SPACE, según sus siglas en inglés), presentada en el congreso por
el representante Kevin McCarthy (Republicano, California, Distrito No. 23) y ya
aprobada por el presidente Barack Obama, lo que convierte a EE.UU. en un
pionero en relación al campo de la minería en el espacio estelar.
Básicamente, la nueva Ley permite a los ciudadanos de
EE.UU. tomar parte en la exploración y explotación comercial de los recursos
del espacio, lo que incluye, por ejemplo, al agua y a los minerales que puedan
llegar a extraerse de los cuerpos celestes. Esto abre inmensas posibilidades de
encontrar nuevas grandes cantidades de los metales ya conocidos, como ser oro,
plata, platino o cobre, nuevos lotes de agua para consumo humano, yacimientos
de petróleo que prolonguen el uso del mismo para crear energía, y por qué no,
nuevos tipos de elementos químicos hoy desconocidos por nosotros pero que
pueden llegar a revolucionar nuestra vida cotidiana actual.
Ahora bien, para poner en contexto esta noticia, conviene
detenerse unos minutos en el pasado. La historia del mundo ha demostrado que es
imposible operar en los mercados sin un marco institucional que nos permita
definir claramente sus reglas y, así, asumir o no la posibilidad de tomar
riesgos con la intención de minimizar lo más posible los costos en que se van a
incurrir. Este contexto no le es, ciertamente, ajeno a la historia de EE.UU. Es
que, salvando las distancias, se puede comparar esta novedad directamente con
la llamada Gold Rush, o Fiebre del Oro, que se dio en la costa oeste americana
hacia el año 1850. En esa época, miles de personas dejaban sus ciudades
originarias y tomaban el riesgo (y la aventura) de atravesar el desierto
central, para migrar a las costas californianas y así llegar a la posibilidad
de hacerse del preciado oro que les cambiaría, tal vez, la vida para siempre.
Obviamente esto no solo les trajo ganancias personales a los pioneros, sino que
tales beneficios se diversificaron hacia toda la sociedad y permitieron las
bases del fabuloso progreso y conquista del Lejano Oeste, con obras monumentales
para la época como la construcción de líneas ferroviarias que conectaban el
este con el oeste, florecieron incontables pueblos (luego algunos grandes
ciudades), los telégrafos, etc.
Es importante resaltar que, finalmente, en el fondo de
las causas de la Gold Rush estaba el respeto irrestricto a los derechos
individuales de propiedad. Comparativamente, mientras la gente en el norte
arriesgaba todo por un poco de oro, en Latinoamérica pasaba todo lo contrario.
Y sucede que la diferencia entre América Latina y EE.UU. fue que, en la
primera, el Rey durante la colonia era dueño de todo el subsuelo (en ese
momento fundamentalmente oro y de la plata), y luego de los distintos procesos
independentistas, ese propiedad pasó de la corona a los gobiernos federales (en
otras palabras, de un monopolio del monarca a un monopolio gubernamental),
mientras en EE.UU. pasó todo lo contrario. Al independizarse y dejar de ser una
colonia inglesa, los minerales en el suelo y subsuelo pasaron a ser propiedad
de las personas, no de los gobiernos. En definitiva, tomaron el respeto
inviolable del Rule of Law, de su anterior colono, y lo aplicaron al nuevo
estado naciente.
Hoy, 150 años después, se toma como correcto punto de
partida el derecho romano y el concepto res nullius, a través del cual la
propiedad no le pertenece a nadie en abstracto, sino hasta que alguien reclama
posesión de la misma. Es decir, se enfatiza en el espíritu de la libertad y una
estructura de leyes para la defensa de la propiedad de sus ciudadanos.
La Ley SPACE de 2015 es la versión siglo XXI de EE.UU.,
que ha dado más libertad de ejercicio a sus ciudadanos como nunca en la
historia de la humanidad, teniendo en cuenta que el motor del progreso de las
civilizaciones es la libre acción humana. Por supuesto, la libertad individual
le permitirá a cada uno actuar y proceder por sus propios valores. Los mismos
se someterán, claro, a un proceso deliberado de preferencias, elecciones y
selecciones de medios para lograr los nuevos fines que les brinda esta nueva
Ley. Pero la misma abre un promisorio futuro para la humanidad, tan importante
y complejo que hoy no es posible aventurar un pronóstico final acerca de la
conquista del espacio. Pero si podemos afirmar que se trata de un excelente
primer paso.
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