Argentina: Un paciente en recuperación
Laura Rodríguez Machado
Senadora Nacional.
Cuando un médico va a tratar a un paciente, lo primero
que hace es ver su historia clínica, allí conoce qué es lo que ocurrió con él,
y a partir de ella podrá tomar las medidas para sanarlo y que vuelva así a su
vida cotidiana. Ahora bien ¿qué pasaría si el doctor recibiese una historia
clínica adulterada, con información falsa y totalmente tergiversada sobre el
estado real de esta persona? Pueden imaginarse que esta situación requeriría de
dos actitudes por parte del médico: primero deberá realizar todos los estudios
necesarios para conocer la verdadera condición del enfermo y, una vez que
cuente con datos verídicos, hará todo lo necesario para lograr la recuperación
de este.
El pasado 10 de diciembre recibimos un país en estas
circunstancias, parece algo digno de una película, pero no, es la realidad
argentina. Ministerios desmantelados, deudas siderales en todas las áreas,
gente que cobraba sin realizar trabajo alguno y, algo especialmente importante,
los datos que el gobierno kirchnerista dejó eran simplemente una enorme
mentira.
Para dar a conocer un poco la situación aunque de
manera resumida teniendo en cuenta que el presidente Macri ya se explayó al
respecto hace tan solo días, quiero pasar en blanco algunas preocupantes cifras
de la pasada gestión: durante los años en los que el
matrimonio Kirchner ocupó el sillón de Rivadavia, el empleo público aumentó en
un 64%; el déficit fiscal –es decir, lo que gasta el Estado por encima de lo
que recauda- es del 7% (¡uno de los más altos en nuestros dos siglos de
historia!).Como consecuencia, durante 12 años han emitido dinero de manera
descontrolada e irresponsable, acumulando así un 700% de inflación, la cual,
sin duda alguna, fue deliberadamente utilizada como herramienta para continuar
con su “manera” de gobernar.
Para financiar esta locura –además de usar sin parar
la maquinita de billetes- sometieron a la población a la presión tributaria más
alta de la que se pueda tener memoria, se recaudaron de esta manera 694.000
millones de dólares más que en los noventa, pero utilizados solo para financiar
un aparato político adepto, puesto que los servicios públicos se han ido
transformando en una verdadera estafa al ciudadano: desde el 2008 el delito
aumentó en un 40%, pasamos de generar más energía de la consumida a necesitar
importarla, el 42% de los argentinos carece de cloacas, el 40% de nuestras rutas
son intransitables. Ni hablar además de las reservas del Banco Central que
cayeron a casi la mitad, en 22.000 millones de dólares.
Más del 40% de los argentinos vive del Estado, esto no
solo implica que esa misma cantidad de gente difícilmente goce de plena
libertad en el sentido amplio de la palabra, sino que estábamos muy cerca de
llegar al punto en el que una mitad del país trabaje para mantener a la otra,
esa no es la función del Estado, menos aun cuando, como quedó claro, no se vio
reflejado en mejores prestaciones, lo que le costó la vida a muchos argentinos.
En fin, el despilfarro nos llevó a tener hoy a casi un
tercio del país viviendo por debajo de la línea de pobreza, y esto es lo único
que importa. Las ideologías, las formas ni las metodologías políticas tienen
relevancia alguna, la finalidad más grande de todo gobernante debe siempre ser
el bienestar de la ciudadanía a la que representa, en razón de la cual tiene
que ser medido el éxito de su gestión, y evidentemente en los últimos mandatos
se ha fracasado garrafalmente, cometiendo una verdadera mala praxis.
Luego de más de una década, la Argentina vuelve a
estar en la escena internacional, los países más prósperos del mundo apoyan una
nueva gestión que ve en la globalización, no una amenaza, sino que una enorme
oportunidad. Abrimos nuestras puertas no para que nos saqueen, sino para multiplicar
nuestra capacidad productiva, mostrándole al mundo de lo que somos capaces,
expandiendo así nuestra economía puesto que los hechos han demostrado que es
éste el único camino para terminar con la pobreza, nuestra primera prioridad
como gobierno.
Ni nuestra región ni los colores de nuestra bandera
son incompatibles con el desarrollo económico y social. Ser de primer mundo no
es una cualidad con la que nacieron ciertas naciones, se ha ido logrando con
trabajo, esfuerzo, orden y compromiso, todo ello orientado al progreso de su ciudadanía.
Requerirá tiempo, disciplina y responsabilidad, pero así como un médico puede
estar orgulloso al ver a quien fuera su paciente correr y disfrutar de la vida
con salud plena, todos los argentinos podremos ver a nuestra Patria con la
alegría de haber cambiado su historia.
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