Macri y los “holdouts”
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La palabra “holdouts” pasó a ser durante años moneda común entre los argentinos. Los tenedores de bonos que se habían negado a aceptar la reestructuración de la deuda soberana bajo el kirchnerismo se convirtieron en el enemigo externo por excelencia en el imaginario nacionalista. Eran los “fondos buitres”, la otra expresión que el léxico ideológico incrustó en millones de personas que asociaban con un acto bélico cada acción internacional provocada por ellos a través de los tribunales de justicia para que se les pagara lo adeudado.
Pues bien: aunque hubo mucha inflexibilidad de parte de los “holdouts” y el juez que ve el caso en Nueva York, Thomas Griesa, cometió excesos que uno puede atribuir a su exasperación política con el kirchnerismo, lo cierto es que el asunto tenía solución pero el gobierno de entonces prefería sacarle partido político al enfrentamiento.
Lo acaba de demostrar Mauricio Macri llegando con los principales “holdouts”, cuatro fondos liderados en la práctica por Elliot Management, a un acuerdo mediante el cual se les pagará casi 4,700 millones de dólares, un 75% del valor de los papeles en su haber. Queda un pequeño grupo de “holdouts” minoritarios que se sienten excluidos de la negociación, pero todo indica que el acuerdo va. Además, es obvia la bendición del juez Griesa, que probablemente para facilitar los tratos dio señales en las semanas anteriores de que renunciaría al arma de lucha más potente que había empleado en su día contra Cristina Kirchner: la prohibición de que Buenos Aires pagara a quienes sí habían aceptado la reestructuración mientras no pagara también a los “holdouts”.
No interesa tanto, a efectos de esta nota, el detalle financiero: Argentina se endeudará por unos 15 mil millones de dólares y en parte utilizará ese dinero de los mercados de capitales, a lo que regresa después de mucho tiempo, para pagar a los “holdouts”. Lo importante es el potente simbolismo detrás de todo esto: Argentina está de regreso en la comunidad internacional y adquiere una nueva respetabilidad.
Atribuyen a Cristina Kirchner -ah, los eternos chismes políticos- haber dicho en privado que si Macri llegaba a un acuerdo con los “holdouts”, se quedaría 12 años en el poder (como los esposos Kirchner, por cierto). Además de que es constitucionalmente imposible, Macri ha exhibido una actitud muy distinta hacia el marco jurídico: de allí, por ejemplo, que diera rápidamente marcha atrás cuando se lo criticó por el uso de un decreto para completar la Corte Suprema con dos nuevos jueces. Pero el chisme sugiere una percepción interesante: en la Argentina del post-kirchnerismo, se teme, desde el bando de los derrotados, que el regreso de la serenidad a la política exterior y financiera sea políticamente rentable.
Fascinante inversión de valores: ayer, lo que “pagaba” en política era la confrontación nacionalista con tintes demagógicos; hoy, lo que “paga” es lo contrario. Pero más fascinante aun es que sean quienes profesaban los valores de ayer quienes sospechen que lo que está en alza son los valores contrarios. Una admisión de culpa que no dice su nombre.
El verdadero beneficio que puede obtener Macri -además de la ventaja económica que supone regresar a los mercados internacionales y por tanto seguir dosificando el impopular “ajuste” para poner en orden el desorden heredado- es reeducar a una población a la que el bombardeo ideológico de muchos años había alterado los valores. Porque si las cosas vuelven a su sitio y la población recupera el sentido de lo que es razonable en política, se beneficiará el país, independientemente de quién suceda a Macri.
 

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