¿Cómo salir de este enredo?

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
El acto llevado adelante el 29 de abril por
las organizaciones sindicales, frente al monumento al Trabajador, terminó de
cerrar el cuadro de situación actual del país y las realidades a las que nos
enfrentamos; las que lamentablemente no nos llevan a
ningún lado.
En primer lugar, creo que debemos abandonar el
juego perverso de oficialista /opositor, al que nos han impulsado a lo largo de
nuestra historia. Este Boca / River tiene un seguro derrotado; nosotros, los ciudadanos de
a pie, los que producimos.
Políticos y sindicalistas se llenan la boca
hablando de distribución de la riqueza, pero no hablan de producirla. ¿Y por qué no hablan de producirla? Simple, porque para producir hay que
trabajar, esforzarse y tener restricciones; y eso no es políticamente correcto,
no es simpático, no es popular, no ayuda a ganar elecciones ni gana el aplauso del pueblo.
Los políticos evitan decir la verdad, evitan
decir las cosas como son. Proponen lo
que no pueden, ni deben proponer; proponen resultados. Cuando lo que deberían proponer son
estrategias, conductas y caminos.
Basados en sus propuestas de resultados bien
intencionados, seductores pero irrealizables; dividen a las personas entre
aquellas que los apoyan sin preguntar el cómo y aquellas que no se dejan
deslumbrar por bellas y falsas promesas y exigen conocer los medios que se
piensan emplear para alcanzar tan hermosas metas. Los primeros son patriotas, los otros vende
patrias; los unos son personas con sensibilidad social, los otros egoístas
desalmados.
Por su parte, los sindicalistas basan sus
discursos en la vieja y perversa premisa marxista de enfrentar al empleado con
el empleador; uno bueno, el otro malvado; uno explotado, el otro explotador;
uno desinteresado y solidario, el otro un egoísta desalmado.
Esto llega a tal perversión, que a nadie se le ocurre considerar que el
empresario es un trabajador. Ni siquiera nos ponemos a pensar, que muchos
de nosotros somos patrón y peón a la vez. Por ejemplo, quienes somos ayudados
en las tareas hogareñas por una empleada de servicio doméstico, nos convertimos
en sus empleadores, siendo que paradójicamente podemos ser,al mismo tiempo, empleados
en una empresa.
La paradoja se vuelve más significativa
cuando salimos a festejar el “Día del
trabajador”, siendo que a nadie se le ocurre considerar a un empleador (nosotros
lo somos en nuestra casa) o empresario como un trabajador.
La gran dicotomía que existe e importa es la
que diferencia a los que producen de los que no lo hacen, la que diferencia a
los que generan de los parásitos, la que diferencia a los que forjan el futuro
de los que viven como chupa sangre.
Cuando elijamos a políticos que prometan
programas realistas y no fantasías dignas de cuentos de hadas, y cuando le
exijamos a los sindicalistas que sean consecuentes con lo que pregonan y que
defiendan sin corporativismos al que trabaja sobre el ñoqui, como verdadero halago
al trabajo; recién entonces estaremos en condiciones de terminar de caer una y
otra vez en las crisis cíclicas que padecemos hace 50 años.
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