Ajusten: pero juzguen
Nicolás Márquez
Abogado y escritor. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


El kirchnerismo durante sus 12 años de latrocinio supo hacer una alianza con la izquierda, la cual oportunamente definió Jorge Asís bajo el lema “roben pero juzguen”. Vale decir, si el kirchnerismo “juzgaba” (condenaba mediante juicios ilegales) a los militares que participaron de la guerra antisubversiva, entonces la izquierda no sólo no iba a denunciar las innumerables felonías delictivas del gobierno entonces vigente, sino que encima las iba a defender y/o coparticipar de las mismas. Esta alianza explica en parte el por qué la “inteligencia orgánica” izquierdista  se dedicó a defender en nombre del “campo nacional” al disc-jockey Amado Boudou, al cajero Julio De Vido, al recaudador Ricardo Etchegaray, al homicida Sergio Shocklender, al presidiario Ricardo Jaime, a la aburguesada terrorista Milagro Sala, al alicaído Lázaro Báez o al mismísimo matrimonio delincuencial que comandó la facinerosa gavilla durante tantos años.
 
Pero después del 10 de diciembre pasado el poder político cambió y la alianza también. ¿En qué consiste el pacto tácito que el Presidente Mauricio Macri hizo con la abrumadora clase media que lo votó?.
 
La podríamos redefinir con el axioma “ajusten pero juzguen”. En efecto, el inédito latrocinio que durante años se hizo delante de las narices de los ciudadanos sin el menor recato ni costo judicial, hizo que al fin gran parte de la población tomara nota de que había que terminar no sólo con una fiesta con plata ajena sino también con los ladrones que la detentaron. La impunidad que usufructuó el kirchnerismo fue tan escandalosa y generalizada, que por primera vez una población entretenida por el consumo demagógico decidió pagar el costo de un ajuste (que por otra parte era inevitable) a cambio de que al menos, los principales capitostes del kirchnerismo caigan tras las rejas y, si fuera posible, se recupere lo robado o al menos parte del gran botín.
 
Ahora el “ajuste” estaría en marcha. Los aumentos a la orden del día. Los despidos  (que por el momento fueron muy pocos e insuficientes) se han ido produciendo. La retracción económica es un hecho y todo este opaco escenario se da en un contexto de política apenas gradual, sin privatizaciones, sin recortes visibles y sin un plan claro de achique del gasto público. Sin embargo, no es tanto esta indefinición ideológica ni los aumentos de los precios lo que por el momento impacienta al grueso de los votantes del nuevo gobierno, sino la falta de claridad en torno a la persecución judicial respecto de los miembros de la mafia gubernamental saliente.
 
Ocurre que las penosas declaraciones del Ministro de Justicia Germán Garavano o del propio Macri clamando “prudencia judicial” o sosteniendo que “no es bueno que una ex Presidente vaya presa” sacan de casillas a cualquier argentino honesto: ¿es bueno para el país que una delincuente que ejerció la presidencia esté libre entonces?.
 
Vociferar la pantomima discursiva de que la corrupción “es un asunto de la justicia” como si Argentina fuese un país republicano o con poderes independientes no sólo carece de realismo, sino que es una descomprometida frase que no conduce a ningún lugar: ¿se va a dejar la persecución judicial para con los malvivientes del régimen anterior en las “independientes” manos de los mismos jueces federales (cuyo 65% fue nombrado por el propio kirchnerismo) que se hicieron los idiotas durante 12 años de robo a cara descubierta?.
 
La sociedad estaría dispuesta a tolerar un “ajuste” (en el supuesto caso de que hoy existiera tal cosa) el tiempo que sea necesario en tanto y en cuanto vea, no sólo un plan económico en marcha que brinde frutos a largo plazo, sino fundamentalmente y por sobre todas las cosas, que los estafadores que se fueron el 10 de diciembre caigan presos. Si esto último no ocurriera, el romance entre la ciudadanía y el nuevo gobierno no tendría mayores perspectivas de vida.
 
“Ajusten que estaremos dispuestos a pasar el invierno” diría en su fuero íntimo la parte sana de la población Argentina, pero a condición de que en ese “invierno” tanto Cristina como el resto de su maloliente pandilla lo padezcan en la cárcel.
 

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