Salud económica
Eloy Soneyra
Doctor en Psicología de la Universidad de Belgrano
especializado en Calidad y Factor Humano. Es autor y editor de libros como:
“Gerencia y Excelencia, Calidad de la A a la Z” (el primer diccionario
enciclopédico de la calidad y la gerencia en el Mundo), “Autodiagnóstico de la
Gestión empresaria” (primer sistema cuantificado con las Bases del Premio
Nacional a la Calidad). Director Ejecutivo del Estudio Soneyra, organismo
destinado a la Psicología Aplicada a la Clínica y a asesorar a personas de
empresas sobre Calidad y Factor Humano. Mención especial, Concurso
Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de
su Nacimiento (1810-2010).
Para
la salud económica de un país es necesario aplicar los mismos criterios que se
emplean para la salud física, que se concreta con acatamiento de las leyes
económicas y no las creencias
económicas.
La relación entre gobernantes y gobernados,
desde lo científico, implica para ambas partes aceptar el respeto a los cuatro
derechos inalienables de las personas, a saber:
1º) El derecho a la vida garantiza la innata necesidad personal de vivir,
posponiendo la muerte al momento que las fuerzas vitales se agotan. Entre la
vida y la muerte siempre hay un espacio temporal. Por otra parte este derecho
implica necesidad de crecer, de autodefensa y de perpetuarse.
2º)
El derecho a la libertad es la
expresión de la necesidad a optar por sí, para vivir como se desea.
3º)
El derecho a la propiedad expresa la
necesidad de poseer lo que se siente como adquirido por sí: el caracol que J.
J. Pérez encontró, es de Pérez y los denarios que una cortesana logró por sus
favores, son de ella, como es de ella el bien que adquiera con aquellos
metálicos; esas propiedades no son ningún robo como escribió Proudhon, ni fruto
de ningún despojo, ni el tener de uno es producto de que alguien no tiene.
4º)
El derecho a la búsqueda de la felicidad
emerge de la necesidad de pasar del displacer al placer, situación que
fuera bien descripta por Sigmund Freud.
El no respeto de estos derechos inalienables por
parte de los gobiernos, apoyados en
creencias no corroboradas con la realidad, no resuelve problemas como la
desocupación, la pobreza y sus acompañantes (falta de salud, de educación, de
dignidad) y además compromete el futuro de las generaciones venideras.
En cambio los gobiernos que respetan los
derechos inalienables tienen reducida burocracia, habitantes satisfechos, buena
moneda, bajo desempleo, reducidos
niveles de pobreza, alta esperanza de vida, alto nivel de salud, los habitantes
desean permanecer en su país, a la par que los extranjeros desean emigrar a
esos países, muestran una distribución de la riqueza donde los ricos cada vez
son menos ricos y los pobres menos pobres. Y viceversa, son los malos gobiernos
los que alcanzan altos niveles de burocratización, habitantes insatisfechos,
alta desocupación, mala moneda, significativa pobreza y magra distribución de
la riqueza, con las secuelas de desatención de la educación, seguridad y la
salud, las que además formarán parte de un círculo vicioso de incremento de
todas las miserias señaladas para los habitantes del presente y muchas veces
para los generaciones venideras.
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