En nuestro castellano hay una palabra que expresa las desgracias de regiones que han sido azotadas p
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.


La mayoría de los presidentes latinoamericanos se jactan sobre los supuestos logros de sus países en innovacion, pero lo cierto es que las estadísticas más recientes muestran que la región está haciendo muy poco en la materia, o no está haciendo lo suficiente.
Según cifras recientes de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU (OMPI), el número de solicitudes de patentes internacionales de nuevos inventos presentadas por países latinoamericanos en el 2015 permaneció prácticamente igual que en el 2014. Hubo cero crecimiento en el porcentaje de solicitudes de patentes internacionales de la región.
En contraste, las solicitudes de patentes de China a la OMPI aumentaron en un 17 por ciento, las de Corea del Sur en un 11.5 por ciento, las de Israel en 7.4 por ciento, y las de Suiza y Japón en 4.4 por ciento cada una.
“En Latinoamérica vimos un saludable crecimiento en las solicitudes de patentes hasta el 2013, pero desde entonces las cosas se han estancado”, me dijo el jefe de economistas de la OMPI Carsten Fink.
Su explicación es que muchas economías sudamericanas se han contraído durante los últimos tres años debido a la caída de los precios mundiales de las materias primas, y que eso ha impactado negativamente la innovación.
Cuando la economía cae, los gobiernos, las universidades y las compañías a menudo recortan las actividades de investigación y desarrollo, y reducen sus presupuestos legales para registrar patentes, explicó. Por lo general, presentar una solicitud de patente internacional cuesta entre $10,000 y $100,000, según el alcance de la misma.
Las estadísticas de la OMPI son aun más deprimentes si se miran las cifras totales de solicitudes de patentes.
El año pasado, Brasil solicitó 547 patentes ante la OMPI, México, 320; Chile, 167; Colombia, 86; Argentina, 28; Perú, 25; Panamá, 15; Costa Rica, 6; Ecuador y la República Dominicana, 5 cada uno; Cuba, 2; y Venezuela, 0. En contraste, Estados Unidos presentó 57,385 solicitudes de patentes ante la OMPI; Corea del Sur, 14,626, e Israel, 1,698.
Sí, leyeron bien. Todos los países latinoamericanos juntos presentaron 1,216 solicitudes en el 2015, menos de 10 por ciento de las presentadas por Corea del Sur. Y toda Latinoamérica presentó menos solicitudes de patentes que el diminuto Israel.
Eso es una mala noticia para América Latina, porque en la nueva economía global del conocimiento, los nuevos inventos valen cada vez más, y las materias primas que exportan muchos países latinoamericanos cada vez menos.
Por supuesto que las patentes no son el único indicador de la innovación. Algunos críticos incluso señalan que las patentes frenan la innovación, porque hacen que las compañías y universidades se demoren con sus inventos, por temor a los juicios.
Pero hay otras formas de medir la innovación, en las que Latinoamérica tampoco sale bien parada. Si se mira lo que los países invierten en investigación y desarrollo (R&D,) Brasil invierte el 1.2 por ciento de su producto interno bruto en R & D; Argentina, 0.6 por ciento; Costa Rica, 0.5 por ciento; México, 0.4 por ciento; Colombia, 0. 17 por ciento, y Perú, 0.15 por ciento.
En contraste, Corea del Sur gasta el 4.04 por ciento de su producto interno bruto en R & D, y Estados Unidos, 2.79 por ciento, según el Banco Mundial.
Lo mismo pasa con la educación, otra clave de la innovación. Los estudiantes latinoamericanos están en los últimos puestos de la lista de casi 65 países que participan en los exámenes estandarizados PISA para estudiantes de 15 años.
Fink me dijo que, sin embargo, hay algunos datos alentadores. Chile, por ejemplo, casi ha duplicado sus solicitudes de patentes ante la OMPI, de 89 en el 2010 a 165 en el 2015, a pesar de su caída económica por el descenso de las materias primas. “El gobierno chileno se ha esforzado por invertir en la economía de la innovación”, afirmó Fink.
Mi opinión: es difícil para América Latina alcanzar rápidamente a China, Corea del Sur o Israel en innovación, porque estos países le vienen apostando a la economía creativa desde hace varias decadas.
Pero no hay excusa para que los países latinoamericanos no sigan el ejemplo de Chile, creando instituciones público privadas que financien proyectos innovadores, y estimulando las solicitudes de patentes internacionales. Algunos presidentes de la región todavía no se han dado cuenta de que vivimos en una economía del conocimiento, donde la alternativa es innovar, o quedarse cada vez más atrás.
No se pierdan el programa “Oppenheimer presenta”, domingos 9 p.m. en CNN en Español. Twitter @oppenheimera

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