Trump, Clinton y América Latina
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
A juzgar por lo que dijeron Donald Trump y Hillary
Clinton sobre política exterior en sus respectivos discursos de aceptación de
sus candidaturas, llevarían a cabo políticas muy diferentes hacia América
Latina.
Primero, en materia de derechos humanos y democracia,
Trump se apartaría radicalmente de la política bipartidista estadounidense de
las ultimas cuatro décadas de colocar el respeto a los derechos humanos y la
democracia entre las condiciones clave para las buenas relaciones de Washington
con los países de la región. Trump no insistiría en el respeto a los derechos
humanos.
“El americanismo, no el globalismo, será nuestro credo”,
dijo Trump en su discurso de aceptación de su candidatura en la Convención
Nacional Republicana el 21 de julio.
Trump, quien se ha expresado varias veces en términos
positivos sobre el caudillo ruso Vladimir Putin, dijo que no exigiría que
Turquía y otros aliados autoritarios de Estados Unidos respeten los derechos
humanos.
“No creo que
tengamos el derecho de sermonear” a otros países, le declaró a The New York
Times el 20 de junio. Al preguntársele específicamente si eso significaba que
considera mas importante que un pais sea un aliado a que sea una democracia y
respete las libertades básicas, Trump respondió: “Necesitamos aliados”.
Clinton, por otra parte, dijo que mantendría la tradición
bipartidista que han apoyado —con diferentes grados de entusiasmo— presidentes
demócratas y republicanos desde mediados de los años 1970, de exigir a los
aliados y rivales de Estados Unidos que respeten las libertades fundamentales.
El aislacionismo de Trump haría regresar la política
exterior norteamericana a los días de la Guerra Fría, cuando Washington apoyaba
a regímenes represivos de derecha, como el de Anastasio Somoza en Nicaragua,
bajo la premisa de que eran aliados. El presidente Franklin D. Roosevelt habría
dicho en 1939 que “Puede que Somoza sea un hijo de p..., pero es nuestro hijo
de p...”.
Pero el apoyo norteamericano a los dictadores de derecha
históricamente le costó caro a Washington: generó una ola de antiamericanismo
en la región que dio lugar - o le dio una narrativa - a las guerrillas
izquierdistas, a la revolución cubana y, más recientemente, a regímenes
radicales populistas como el de Venezuela.
Segundo, en materia de inmigración, Trump repitió en su
discurso la promesa de construir un muro en toda la frontera con México, y de
deportar a millones de inmigrantes indocumentados, quienes dijo “andan por ahí
amenazando a ciudadanos pacíficos”.
Trump no mencionó en su discurso el hecho de que la gran
mayoría de esos 11 millones de inmigrantes indocumentados son gente
trabajadora, que según varios estudios cometen menos delitos que los
estadounidenses de nacimiento. En su convención hablaron tres padres cuyos
hijos fueron asesinados por inmigrantes indocumentados, pero ninguno que
defendió a los indocumentados.
Clinton, por otra parte, dijo en su discurso de
aceptación el 28 de julio que “No vamos a construir un muro”, y que “vamos a construir
un camino hacia la ciudadanía para millones de inmigrantes que ya están
contribuyendo a nuestra economía”.
Tercero, en materia de comercio, Trump parece más
dispuesto a re-negociar o aniquilar el Acuerdo de Libre Comercio de América del
Norte, firmado entre Canadá, Estados Unidos y México, y el recientemente
firmado - pero aún no implementado - Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica (TPP).
Clinton, quien apoyó estos acuerdos comerciales en el
pasado pero ahora se opone al TPP, se hizo eco de la dudosa narrativa de que
estos acuerdos perjudican a los trabajadores estadounidenses. Segun los
encuestadores, criticar los acuerdos de libre comercio es imperativo para ganar
estados clave como Ohio y Pennsylvania.
Mi opinión: Las políticas de Trump sobre inmigración y
comercio perjudicarían a América Latina, y serían un desastre para Estados
Unidos. Pero lo más preocupante es que el abandono de Trump de la tradición
bipartidista de defender los derechos humanos y la democracia daría luz verde a
futuros dictadores.
Ya hemos visto esta película, con dictadores como Somoza,
y casi siempre termina mal. Porque las alianzas con dictadores “amigos” reducen
la credibilidad e influencia de Estados Unidos en el mundo, y generan una
reacción contraria. Ojalá Trump recapacite, porque la mezcla de ignorancia y
demagogia de su discurso harían regresar a Estados Unidos a la era oscura en
que Washington apoyaba a dictadores.
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