Inflación y Presión Tributaria, fenómenos ¿ajenos? al modelo
Daniel Hoyos
Contador público y Licenciado en Administración (UNICEN, 1991-1995). Máster en Economía de Gobierno (Universidad de San Andrés, 1999). Doctor en Economía (Instituto Universitario Superior de Economía y Administración de Empresas 2011). Docente en maestría MBA período 2006-2011. Actualmente se desempeña como docente en carreras de grado cátedra Macroeconomía y Economía Política. UNICEN. Colaborador del CEA (Centro de Estudios en Administración y del Instituto de Economía (UNICEN). Consultor del BID y PNUD.


Recientemente, se anunció el reintegro del monto retenido sobre el medio aguinaldo en concepto de impuesto a las ganancias. En tanto, se conoció la recaudación originada en el “pago a cuenta” por compras en el exterior que ascendió a $ 4.500 millones. Estos datos, aparentemente, inconexos son reveladores de la lógica que sustenta el tan mentado “modelo” de este gobierno.
Al igual que en 2012, el gobierno ha decidido asumir funciones legislativas en materia del impuesto a las ganancias. En efecto, mediante un decreto presidencial se dispuso que, durante agosto, los empleadores deberán reintegrar el impuesto retenido en oportunidad de la liquidación del medio aguinaldo. De esta manera, tal medida beneficiaría a aquellos empleados cuya mayor remuneración bruta, en el último semestre, no hubiera excedido los $ 25.000.= De acuerdo con las estimaciones oficiales, 2.196.364 empleados verían incrementados sus ingresos durante el primer mes de esta segunda parte del año. Con ello, el gobierno aspira a lograr un repunte de la actividad económica. 
En tanto, se ha difundido que la AFIP – en 10 meses – ha recaudado unos $ 4.576 millones en relación con ciertos gastos efectuados en moneda extranjera (compras con tarjetas, pasajes y paquetes turísticos). En hipótesis, este monto sólo opera como un pago a cuenta del impuesto a las ganancias y sobre los bienes personales. En los hechos, es un nuevo impuesto ya que su restitución a los contribuyentes requiere la intervención burocrática del organismo. Consecuencia: muy bajo impacto fiscal.
Estos dos datos aparentemente inconexos, en mi opinión, evidencian el estilo y contenido de la actual política económica, más conocida como el “modelo”. Por cierto, este último término fue muy utilizado durante buena parte de la denostada década de los ’90 para referirse a la política implementada por aquel entonces. 
Más allá de las coincidencias semánticas – casuales o no – un modelo es un instrumento habitualmente empleado para analizar y explorar las relaciones de causalidad entre distintas variables. En forma análoga a un mapa, un modelo constituye una guía – que prescinde de cierto realismo – para pensar determinados problemas. Nótese que formular un modelo supone asumir ciertos riesgos para futuras predicciones o decisiones. Por ejemplo, la excesiva simplificación, la omisión de variables relevantes, una identificación errónea de las relaciones de causalidad, entre otros. Y, por supuesto,…una mala teoría. En los tres casos citados precedentemente, en mi opinión, estarían confluyendo múltiples errores de esta naturaleza. 
Si se repasan los libros de texto más básicos se comprenderá que los precios guían el comportamiento de los agentes económicos. Por tanto, una distorsión sobre tales precios alterará las decisiones de consumo y ahorro. Así, por ejemplo, debería esperarse una retracción de la demanda si se estableciera un impuesto que afectare el nivel de los precios de los productos afectados. Luego, si se observa un comportamiento opuesto al esperado, la conclusión lógica será que se ha omitido incluir, en dicho análisis, ciertas variables relevantes.
Específicamente, esta es la situación en relación con la percepción aplicada sobre consumos en el exterior. Inicialmente, la alícuota fue fijada en el 15%. Con ello, el gobierno buscaba desalentar este tipo de compras con el fin de contener la “fuga” de divisas y la pérdida de reservas internacionales. Los hechos indicaron que el nivel de compras aumentó a tasa creciente luego de la instauración de tal régimen, aún con la posterior elevación de la alícuota al 20%. 
En fin, el gobierno focalizó su actividad en “corregir” el tipo de cambio nominal oficial sin un resultado efectivo. En verdad, omitió considerar que el valor relevante para los agentes económicos es el costo de oportunidad y que en lo relativo al comercio internacional de bienes y servicios la magnitud relevante es el tipo de cambio real. Esta variable computa el mencionado tipo de cambio nominal así como el cociente entre el nivel de precios externos y el vigente en Argentina. De forma tal que si los precios locales crecen a una tasa superior a la “corrección” del tipo de cambio oficial, comprar en el exterior aún continúa siendo conveniente. 
Complementariamente, las diferencias relativas en la carga tributaria entre los países también influyen. Recuérdese que la presión tributaria argentina supera el 30% y que la estructura impositiva se encuentra notablemente sesgada a gravar el consumo incidiendo, en este contexto, en la magnitud del costo de oportunidad.
En consecuencia, la estrategia adoptada es claramente errónea para enfrentar el problema analizado. Al mismo tiempo, revela que la inflación y la elevada carga tributaria no ocupan un rol relevante en la agenda gubernamental o…son instrumentos y resultados buscados que hacen a la esencia del modelo. 
En este sentido, la no actualización de las escalas en el impuesto a las ganancias permitiría corroborar estos puntos. En fin, una evidencia sobre cómo opera el modelo. El impuesto a las ganancias prevé una estructura de tasas crecientes que se aplican sobre distintos escalones definidos en la ley del tributo. En un contexto inflacionario, si no se ajusta tal escala nominal, los contribuyentes deberán afrontar una creciente presión fiscal, aunque su real poder adquisitivo no se altere. 
Este es el panorama actual del impuesto a las ganancias argentino. El tributo va evolucionando paulatinamente hacia el famoso “flat tax” postulado oportunamente por Margaret Thatcher. Extraño y paradójico fenómeno de sustituir, de hecho, un impuesto progresivo por otro de características cuasi – regresivas, en el contexto de un gobierno autodenominado progresista y popular. 
 

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