Necesitamos más ¨paraísos fiscales¨
Yamila Feccia
Licenciada en Economía por la Universidad Nacional de Rosario, con experiencia en análisis y desarrollo de variables económicas. Es economista del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de Fundación Libertad (Argentina).


La presión impositiva juega un papel significativo en el desarrollo de un país. Este año, como consecuencia de los Panama Papers, se cuestionó mucho la existencia de los refugios fiscales (o mal llamados paraísos fiscales) y la práctica de evadir e incluso eludir impuestos, pero olvidaron mencionar la voracidad fiscal que va en aumento en América Latina. Concretamente, Argentina es el país con mayor tasa tributaria del mundo y a esto se le suma la timidez para cerrar la brecha fiscal heredada del gobierno anterior. En este contexto, ¿cuál es el rol que juega el mercado ante la no existencia de un plan de reducción de regulaciones y de la presencia de un “cártel  impositivo”?

Está claro que los impuestos por encima de cierto nivel además de ser inmorales son ineficientes. A nivel empresarial crean distorsiones en las decisiones y afectan su productividad; como asimismo las condiciones competitivas e incluso estimulan la pérdida de oportunidades de inversión, no sólo local sino también extranjera. De todas formas, lo más interesante es que a través de este robo tributario, el Estado desde el gasto arbitrario cree satisfacer las necesidades “reales” de las personas, de forma más eficiente que si lo harían ellas por sí mismas. Es decir, los contribuyentes pagan para que el Estado administrador tome decisiones por ellos mismos, mientras distorsiona los incentivos que el mercado genera.

Ante esta voracidad fiscal por parte de los gobiernos, tanto las empresas como los ciudadanos escapan de esas fiscalidades elevadas y buscan condiciones más favorables y convenientes donde colocar su dinero. No son una cueva de delincuentes como el mito popular sostiene. Tener dinero en el exterior es absolutamente legal, siempre y cuando provenga de actividades lícitas. La realidad es que nadie está dispuesto a someter sus ingresos a la glotonería de los estados de incrementar su recaudación a través de sus impuestos. Queda claro que los refugios fiscales no son una cuestión de gustos, sino de necesidad.

Por otro lado, estos refugios no perjudican a las personas más vulnerables como comúnmente se cree. Lo que realmente perjudica a los países más pobres son las innumerables regulaciones e impuestos que recaen sobre ellos. En otras palabras, constituyen un beneficio para todas las personas del mundo que han gozado de los frutos de una sana competencia fiscal. Según la ONG Oxfam Intermón, la inversión empresarial en los refugios fiscales se ha multiplicado por cuatro durante 2000 y 2014. El dinero oculto ya supera los US$ 7,6 billones (“trillions” en inglés) y sobrepasa el PBI del Reino Unido y de Alemania juntos. Asimismo, 9 de cada 10 empresas multinacionales tienen presencia en estos refugios, si ese dinero fuese volcado a la economía en más compañías, más trabajo y por ende menos pobreza, ya no habrían más excusas para un Estado administrador agigantado e interventor.

Según un informe publicado por la CEPAL, “Panorama fiscal de América Latina y el Caribe”, la presión tributaria de América Latina se incrementó 0,2 puntos porcentuales del PBI el año pasado. El principal protagonista de este “avance”, como lo denomina el informe, se debe a una mayor recaudación del impuesto sobre la renta. En 2015, los ingresos públicos por el impuesto sobre la renta crecieron de forma importante en la Argentina (12,8%), Chile (15,6%), Costa Rica (13,6%), Ecuador (11,7%) y México (24,0%). En cambio, es notable una clara reducción en Brasil (-6,1%), Guatemala (-6,4%) y Perú (-16,5%). Sin embargo, según sostiene el informe de la CEPAL, en el caso de Argentina, Bolivia y Brasil, el nivel de presión tributaria es más elevado que en aquellos países con similar producto per cápita.

Sin embargo, un artículo publicado por el World Economic Forum para el Encuentro Económico Anual en Davos menciona que América Latina tiene los niveles de desigualdad más altos del mundo. Por esta razón critica el sistema tributario y lo rotula de arcaico y disfuncional. Sostiene, además, que para poder alcanzar el “desarrollo” sostenible es necesario un ajuste y modernización del sistema de impuestos.
 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]