El populismo se mata a sí mismo

Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Con tanto poder atómico, la URSS parecía indestructible,
lo que servía de excusa a los “halcones” para armarse… como si las guerras no
empeoraran cualquier amenaza o ataque. Y, del mismo modo como hubiera caído
Hitler, sin tanta muerte y destrucción como produjo la Segunda Guerra Mundial que
consolidó a Stalin, el mundo soviético sufrió una implosión como que era muy
débil ya que su sistema era anti natural, coactivamente impuesto sobre el
desarrollo espontáneo del cosmos… y contra la naturaleza no se puede, la caída
es cuestión de tiempo.
Dice Timothy Garton Ash, de la Universidad de Oxford, que “La Rusia de
Putin se parece mucho al fascismo. La Turquía de Erdogan está pasando
rápidamente de la democracia autoritaria al fascismo, y la Hungría de Orbán ya
es una democracia autoritaria” mientras que, en Polonia, Francia, Holanda, Gran
Bretaña y ahora EE.UU.se ven los brotes autoritarios.Y quizá tengamos que pasarle,
por esas irónicas vueltas de la historia, el título de “líder del mundo libre”
a Alemania.
“Nos enfrentamos a la globalización de la antiglobalización, el frente
popular de los populistas, la internacional de los nacionalistas” continúa
Garton Ash. Pero la buena noticia es que el populismo conlleva el germen de su autodestrucción:
la violencia con que se impone, y que termina expandiéndose al exterior donde,
precisamente, existen otros populismos que reaccionarán en contrario.Lo único
bueno de una internacional de nacionalistas es que es una contradicción en sí
misma.
El consenso académico define el populismo como
“una ideología que cree que la sociedad se divide en dos grupos antagónicos”,
dice Cas Mudde, de la Universidad de Georgia, “enfatizando la soberanía
nacional o popular”, según Luis Ramiro, de la Universidad de Leicester. Ellos
mismos se definen: “Podemos (el partido populista español)…no es izquierda
derecha, sino pueblo-oligarquía”, dice Jorge Lago, de la Fundación de Podemos
Instituto 25M.
El populismo resulta en un “iliberalismo
democrático”, dice Takis Pappas, de la Universidad de Macedonia, donde el líder
es el único soberano, y donde el discurso populista “proyecta una concepción
mayoritaria donde los partidos en el poder sirven supuestamente al pueblo
incluso contra la ley” ya que “el pueblo” vale más que cualquier otra autoridad
y el líder populista se identifica como la única voz de ese pueblo.
Pero, en rigor, lo malo del populismo es la exacerbación de la
“autoridad” estatal que ya de por sí es mala desde que se basa en el monopolio
de la violencia, en la violencia que, ya decían los filósofos griegos, es siempre
necesariamente destructiva y es arbitraria: el Estado, que “representa al
pueblo”, impone lo que sus legisladores y burócratas consideran que es “ley”. Como
ejemplo de lo arbitraria que resulta de “ley” del Estado -en todos los casos,
aunque parezca “razonable”- veamos un ejemplo.
Jia Jinglong era un joven de 30 años, que
estaba a punto de casarse cuando el ayuntamiento de su aldea expropió los
terrenos de su casa a la que demolió. Después de dos años de infructuosa batalla
legal, y de ruptura con su prometida, el joven mató al alcalde. Jia fue
condenado por la “justicia” estatal y ejecutado pocos días atrás tras una
última reunión con sus familiares, “como estipula la ley”. Dios nos libre de esta
“ley” que, por cierto, se impone coactivamente precisamente porque no se da
naturalmente, no es ley natural.
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