Fidel Castro: Último resabio de la “guerra fría”

Martín Simonetta
Es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad
Libre. Profesor titular de Economía Política I en UCES) y de Economía en Cámara Argentina de Comercio. Autor
de diversas obras. Fue elegido "Joven Sobresaliente de la Argentina
2004" (The Outstanding Young Person of Argentina-TOYP) por Junior Chamber
International y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), habiendo obtenido la
mención "Animarse a Más" por parte de PepsiCo. Recibió diversos
reconocimientos tales como la beca British Chevening Scholarship para
desarrollar investigaciones en Gran Bretaña (British Council, la Embajada
Británica y la Fundación Antorchas,1999). Miembro del Instituto de Política Económica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académicamente es Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad del
Salvador, Buenos Aires), Magister en Política Económica Internacional
(Universidad de Belgrano), MBA (U. Isabel I, España), habiendo realizado un Posgrado en Psicología
Positiva (Fundación Foro para la Salud Mental). Ha desarrollado el programa
"Think Tank MBA" en el marco de Atlas Economic Research Foundation
(Fairfax, Virginia, y New York, NY, 2013).
Contacto: mcjsimonetta@gmail.com / Twitter: @martinsimonetta
El fallecimiento de Fidel Castro, sin duda,
representa el final –al menos simbólico- de uno de los últimos resabios vivos de
la “guerra fría” (1945-1989), cuyos líderes eran los Estados Unidos y la Unión
Soviética. A pesar de la caída del Muro de Berlín, la democratización de los
países de Europa Central y Oriental, en Cuba –hoy gobernada por su hermano Raúl
Castro- aún sigue vigente una versión del comunismo, con más cambios
declarativos que reales.
Fidel
asumió de facto la autoridad de la isla en 1958. En el contexto de aquel mundo
bipolar, posterior a la Segunda Guerra Mundial, alineó a su país hacia el lado
de la Unión Soviética. En ese juego, el valor de Cuba como socio estratégico y
bastión del comunismo en el Caribe, fue clave para los comunistas en el mundo
Este/Oeste. Cuba, en el
contexto de la mencionada “guerra fría”, adquirió un rol estratégico a nivel
internacional al constituirse en una molesta y peligrosa piedra en el zapato de
los Estados Unidos, aliada y apoyada por la Unión Soviética. A una distancia de
tan sólo 90 millas de Key West, Florida, representaba la amenaza del comunismo
soviético en su “patio trasero”.
Hacia
fines de la década del 90, la crisis financiera soviética puso fin al
“rubloducto”, es decir al sistema de financiamiento soviético hacia Cuba que
era fundamental para subsistencia de ese modelo. La caída del comunismo en los
países de Europa del Este dejó a Cuba y a Corea del Norte como “eslabones
perdidos” en el mundo. Como unos extemporáneos dinosaurios sobreviviendo en el
lago Ness.
2006: De Fidel a Raúl
Las
últimas décadas han sido testigos de deterioros en dos de los cimientos que
dieron origen al régimen castrista y relevancia política a la isla. Por un
lado, la desintegración de la Unión Soviética en el marco de un mundo bipolar.
Por el otro, el ocaso de Fidel Castro. En consecuencia, el ritmo de la
transición cubana hacia un régimen institucionalmente más abierto pareció iniciarse.
El 31 de julio del 2006, el estado de salud de Fidel Castro y la asunción de su
hermano Raúl, como presidente provisional de Cuba, marcó un nuevo paso en este
lento pero firme proceso de cambio.
En
el nuevo contexto, la Cuba de (Raúl) Castro debió hacer involuntarias
modificaciones y permitir el ingreso del virus de la Libertad. La necesidad
obligó al gobierno cubano a transar con el supuesto el enemigo: el capitalismo.
Debió alimentarse del flujo de fondos generado por el turismo (según cifras
extra-oficiales representa ¾ de los ingresos fiscales) y también, de forma
limitada, abrirse a la inversión, predominantemente europea. Los ciudadanos
cubanos, a pesar de los altos riesgos de violar las prohibiciones,
desarrollaron pequeños negocios, muchos de ellos orientados hacia el turista,
en el marco de los mínimos márgenes de acción existentes. En el contexto más
hostil, la informalidad fue, una vez más, una forma de Libertad conquistada por
los ciudadanos sobrepasando a un gobierno “todo-poderoso”.
Derribando el muro de la información
La
desconexión del pueblo cubano del mundo exterior era un requisito sine qua non para que el discurso
oficial fuera creíble y la represión sistemática justificable. El contacto con
ciudadanos extranjeros les hizo a ver a los cubanos que “afuera” no se vivía
tan mal, como argumentaba Castro.
La
necesidad fiscal llevó a derribar ladrillo a ladrillo el “muro de la
información” que separaba al cubano de la realidad. Entre estas barreras que
pretendían vender al “paraíso cubano” como cierto, podemos mencionar el acceso
de los ciudadanos únicamente a periódicos oficiales –entre ellos, Granma-; la
existencia de sólo dos canales de televisión, obviamente oficiales; las
interferencias generadas por el gobierno para bloquear las ondas de radio
Martí, transmitida desde Miami; el acceso restringido a libros, bibliografía no
oficial y a Internet; la prohibición expresa para los cubanos de contactarse
con turistas, sólo por mencionar algunas. El contacto con los turistas
extranjeros permitió a los isleños comenzar a tomar conciencia plena de la
aterradora brecha de ingresos entre su inhumano nivel de vida y el del resto
del mundo, inclusive de otros países latinoamericanos.
Sólo
con un muro de información entre los cubanos y el exterior podía ser creíble el
amplio listado de logros del régimen que Fidel enunciaba en cada uno de sus
numerosos actos públicos masivos a través de interminables discursos, ante una
audiencia caracterizada por una generalizada mala nutrición y cuya vida diaria
no conoce otros productos como el arroz, el azúcar, los frijoles, el aceite y
los huevos, provistos, de tanto en tanto, a través de su libreta de
abastecimiento.
Claramente,
el efecto no deseado para el gobierno, de esta apertura al turismo ha sido la
perforación del muro de información -construido y preservado por décadas-
existente entre el pueblo cubano y el mundo exterior. Este desbloqueo ha puesto
en evidencia, ante los ojos del pueblo cubano, el abismo existente entre ellos
y los extranjeros en términos de nivel de vida, derechos civiles, económicos y
políticos. La sustancial diferencia de poder adquisitivo, la ropa, las cámaras
de video, celulares, computadoras, el desolador contraste en términos de
nutrición y, especialmente, la libertad de entrar y salir de sus respectivos
países son, ante los ojos del pueblo cubano, embajadores silenciosos de los
valores del mundo occidental que, a todas luces, contradicen abiertamente la
imagen vendida por Fidel sobre el "paraíso cubano".
El
reciente acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos promovido por el Papa
Francisco también podría ser interpretado en este contexto.
Estamos
viviendo tiempos de cambio. En contraste con la imagen de Fidel, nos viene a la
mente la imagen del balsero, aquel que arriesgó su vida en busca de Libertad.
La riesgosa balsa es una apuesta a todo o nada, es elegir entre la posibilidad
de perder la vida ante la opción de tenerla ya perdida. Es el hartazgo y la
rebeldía en busca de ejercer el derecho a la felicidad.
En
este proceso que está viviendo la isla recordamos las palabras de Juan Pablo II
quien –considerado junto con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, como padres de
la derrota del comunismo en el mundo- durante su visita a la isla: “Que Cuba se
abra al mundo. Que el mundo se abra a Cuba”.
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