El problema es más profundo que la exclusión en las pruebas PISA

Gastón Vigo Gasparotti
Representante de CONIN en Buenos Aires y coordinador de la obra "Así se combate la desnutrición", escrita en conjunto con el Dr. Albino.
La Argentina recibió ayer la peor de las calificaciones en las pruebas
PISA 2015: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
no la incluyó en el ranking trienal que mide los estándares de calidad
educativa.
¿Tiene límites nuestra mediocridad? Las últimas medidas indicarían que
no. En vez de someternos a una evaluación reconocida internacionalmente,
decidimos maquillar nuestros tristes resultados, otorgándoles a las autoridades
extranjeras competentes, una muestra pequeña y poco representativa. De 73
países, los únicos que no cumplieron con los requisitos necesarios para que sus
alumnos de 15 años, sean consultados sobre ciencia, comprensión lectora y
matemática, fuimos nosotros.
En
el mundo civilizado no se toleran mentiras así. En síntesis: argentinidad al
palo y vergüenza mundial. Observadores atónitos de otras latitudes, no
entienden como la nación que fue la primera en quebrar el analfabetismo en el
planeta, cayó en esta degradación sin precedentes.
Me
arrugó el alma reflexionar esta verdad: otra vez nos comportamos como
adolescentes eternos, que esconden sus problemas hasta ser descubiertos.
No me interesa hacer mención al gobierno
anterior sobre la responsabilidad que les cabe en este asunto. Estimado lector,
este problema es más profundo. No hay tiempo que perder. La semilla de la educación jamás podrá
fructificar, si no preparamos la tierra fértil que la recibirá. Donde no hay
cerebros intactos, no hay educación posible.
¿Hay
alguna etapa crítica en especial para cuidar los cerebros, de manera tal que
puedan desplegar su potencial genético y así llegar con su intelecto pleno a la
edad escolar?
Los
primeros mil días de una persona, contemplados de la concepción hasta cumplir
dos años edad. Lo que no se hace allí, ya no se podrá hacer jamás.
Ya a
los dieciocho días de fertilizado el óvulo, comienza a distinguirse en el
embrión la llamada placa neural, que posteriormente se dobla para constituir el
tubo neural. De allí se deriva más tarde el cerebro y la médula. Al mes ya se
ha formado el cerebro primitivo, y una semana más tarde comienzan a separarse
los hemisferios, derecho e izquierdo. Durante esta etapa las neuronas se están
dividiendo muy activamente, multiplicándose a razón de 250 mil neuronas por
minuto. Cuando el niño finalmente nace, si es desnutrido, su cerebro pesa del 1
al 2% de su peso corporal, alrededor de 35 a 70 gramos. A los 14 meses, cuando
camina, 900 gramos, el 80% del peso definitivo, ya que en el adulto llega a un
kilo doscientos. De las 100 mil a 140 mil millones de neuronas que tenemos en
los 3 milímetros de espesor de la corteza cerebral, cada una emite 15.000
cables. ¿De qué depende que emita 15.000 cables, en vez de 2.000, 3.000 o
5.000? De la buena alimentación un 50%, y de la buena estimulación, el restante
50%. Si se lo alimenta y estimula adecuadamente, tendrá un cerebro cableado,
estos cables luego se interconectan entre sí, dándole al individuo la memoria,
la capacidad de relación, asociación y experiencia. Ese cerebro maduro y con
muchas interconexiones interneuronales, podrá ser educado. En caso de no
respetar lo que la ciencia ya ha demostrado, seguiremos buscando resultados
distintos haciendo siempre lo mismo. Einsteincalificó de locura a ese extraño
comportamiento.
¿Hemos
dimensionado que las secuelas fundamentales de la desnutrición? No. Los
problemas serán psiquiátricos, anatómicos, funcionales, bioquímicos, eléctricos
y un bajo coeficiente intelectual –en promedio 70- que lo llevará a tener malos
resultados académicos, que se traducirán en un posterior abandono de los
estudios y una vida condenada al subempleo o desempleo, y cuando no, lisa y
llanamente, a vivir bajo un asistencialismo perpetuo. Esa tragedia es individual
y social. Nos afecta a todos. Incluso, hemos sido cómplices silenciosos del
mayor genocidio de nuestra historia. Se murieron por causa de la desnutrición
entre 1946 y 2009 (63 años evaluados), 120.265 personas (5 en promedio por
día), de las cuales 108.231 tendrían en el presente 15 y 64 años de edad, por
lo que hubiesen incrementado sustancialmente la población económicamente
activa. Los 5 en promedio por día detallados, hoy ya aumentaron entre 8 y 10.
Vuelva a leer el párrafo anterior. No son números, son individuos de
carne y hueso que no cuidamos como debíamos. Y lo que más me duele, es que
desde la Fundación CONIN, si nos hubiesen escuchado como nos sucedió en Chile,
habríamos salvado esas vidas.
Hace 43 años, iniciamos una política de estado allí, cuando el país
trasandino tenía los peores resultados de América Latina en cuanto a
desnutrición infantil, habiendo en la actualidad quebrado el flagelo, por lo
que ya desde hace tiempo están disfrutando de los resultados impactantes
obtenidos en el otro lado de la cordillera:
En aquella época, la tasa de mortalidad
infantil chilena era del 150 x mil nacidos vivos, hoy es del 7 x mil; la
expectativa de vida era de 38 años, llegando en la actualidad a los 79 años
para los varones 82 años para las mujeres; el analfabetismo llegaba al 23 %,
hoy es del 0,1%; sólo el 35 % de los habitantes tenían educación primaria
completa, hoy el 99 %, guarismos que en la educación secundaria pasaron del 12
% al 72 %, lo que permitió que el ingreso a las universidades se elevara del 2
% al 46 %. Todo ello contribuyó a que el ingreso per cápita que en 1950 era de
300 dólares, ascendiera en 2016 a 23.563 dólares, reflejando el notable
crecimiento del vecino país.
Hemos
rescatado exitosamente a 120 mil niños de la desnutrición allá –donde fue
prioridad política de todos los gobiernos que pasaron- y 16 mil aquí en 24 años,
con inexistente ayuda estatal. Podemos repetir la historia, soñamos con hacerlo.
Por eso es que nos alegramos con los convenios celebrados con las provincias
(el caso del Gobierno de Salta con el trabajamos hace dos años es el más
resonante, porque ya bajamos cuatro puntos la mortalidad infantil) y el recientemente firmado con el Gobierno
Nacional.
Argentinos, sin distinción de profesión, religión y partido político:
¿qué estamos haciendo por los 750 mil niños que nacen por año, los 2000 por día
y los 600 que lo harán en condición de pobreza cada 24 horas?
Esto no es hambre, que se combate con la simple ingesta de un alimento y
se acaba en 15 minutos. La desnutrición requiere de un abordaje integral como
el que propone CONIN y nos llevará una generación resolverla, siempre y cuando,
se asuma desde todos los estamentos este tema con absoluta seriedad y
responsabilidad.
¿Ahora comprenden por qué mientras la
educación argentina no paraba de descender, Chile se consolidó como el mejor
sistema de la región, pasando del tercer puesto en 2000 a líder desde el 2006
hasta la actualidad?
Estamos contribuyendo a cercenar las posibilidades de educación de ese
niño que nos reclama nuestro auxilio inmediato. Por supuesto que también es necesario y vital mejorar por completo el decadente sistema
educativo argentino. No obstante, ninguna medida será efectiva si no se hace
hincapié en la advertencia que desde hace décadas repite en cada rincón de la Patria,
el Dr. Abel Albino: “preservar el cerebro
y luego educarlo”.
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