Ganancias: Hacia la reforma del proyecto de reforma
Gustavo Forgione
Director de "La Hoja Federal".


El nivel de gasto público que soportamos los argentinos, desde fines del milenio pasado, torna inviable cualquier inversión y emprendimiento productivo, y hace que toda la actividad comercial y profesional encuentre escollos para realizarse a niveles económicos razonables.
Durante la semana que pasó, se produjo, en la Cámara de Diputados de la Nación, el debate sobre la reforma del Impuesto a las Ganancias; esto no resultó ser algo fructífero, sino una suerte de justa deportiva entre oficialismo y un conglomerado de la gran mayoría de la oposición, con el sólo fin de medir la longitud de las influencias de cada grupo; tal como se había hecho costumbre durante el decenio pasado, cuyos resultados actuales sufrimos cada día.
Lamentablemente, como ocurre con todos los impuestos, nadie está conforme con su tributación, pero aquellos son imprescindibles para el funcionamiento del estado, en la medida en que su utilización resulte visible y beneficiosa para los contribuyentes.
 
Naturaleza del Impuesto.
Es obvio repasar la necesidad de que existan los impuestos pero, como decía Francisco "Paco" Manrique: "Cuando todo parece perdido, hay que volver a las fuentes" y, ante la situación creada, es bueno aplicar esa frase, desmitificar la teoría y volver al objetivo y naturaleza de cada institución, en éste caso, los impuestos.
 
Mientras exista gasto, alguien deberá satisfacerlo;
de hecho, en Argentina, el abultado gasto
requiere abultados impuestos.
Irresponsabilidad del gasto
Nadie podría pensar que alguna actividad pueda ser gratuita o que nadie la pague, tal como el costo de la administración del gobierno en cuestiones que le son exclusivas como las relaciones exteriores, defensa, seguridad, justicia y moneda, y las actividades no exclusivas como salud y educación.
A estas funciones, desde hace muchos años, se le fueron agregando actividades extrañas a las funciones exclusivas y obligatorias para el correcto funcionamiento del estado, tales como la televisación de encuentros deportivos sin que la pague el que lo ve, el transporte de personas por aire sin que ello responda a alguna de las funciones del estado, como así también sostener los déficit, inversión y desinversión en sociedades comerciales tales como industrias extractivas, transporte, comunicaciones, energía, etc. de propiedad del estado y de propietarios privados subsidiados.
Éstos gastos impropios de las funciones del estado provocaron una infraestructura estatal inviable que, durante muchos años, empobreció a los ciudadanos que no están ligados directamente al beneficio propio de ese gasto, y animaron a los sucesivos gobiernos, a implementar medidas de sostenimiento de este grupo de la población. Esta política se fue generalizando, hasta llegar a sostener económicamente a mayor cantidad de población, lo que evidencia el fracaso absoluto de la modalidad de favorecer procesos económicos ineficientes, mediante alguna justificación metafísica  basada en algún argumento político.
 
Ganancias, el impuesto menos injusto
Desde el punto de vista social podría decirse que el Impuesto a las Ganancias es de los impuestos más progresivos, ya que grava exclusivamente a los que más ganan.
Si dividimos a la sociedad en 5 grupos, discriminados por nivel de ingresos, éste impuesto se le cobra sólo a uno de esos grupos compuesto exclusivamente por los que reciben ingresos más altos, es decir: "el que más gana, paga" el sostenimiento del gasto público del conjunto de la población.
Cabe destacar que la mayoría de los ciudadanos recibimos ingresos por debajo del alcance del Impuesto a las Ganancias, siendo los que cobran sueldo "en blanco", de aproximadamente $ 13.500.- y "en negro", de $ 8.000.-, los que bajo ningún concepto son víctima de éste impuesto.
 
El objeto  y la oportunidad
Resulta curioso que el debate basado en un discurso de "equidad social" se haya dado sobre el Impuesto a las Ganancias, ya que, el más injusto de los impuestos siempre ha sido el Impuesto al Valor Agregado, que es tributado por toda la población, pero es satisfecho exclusivamente por los que menos cobran, ya que no puede ser desgravado por quien no abona otros impuestos.
Claramente, la discusión tiene muy poco de técnica y mucho de política, puesto que el discurso indica determinada cuestión, pero su resultado será absolutamente inverso.
Otra curiosidad es la oportunidad del momento de la implementación del proyecto en curso, ya que la semana anterior se había aprobado el Presupuesto Nacional, que basa sus cálculos en la recaudación de impuestos, el que preveía un ingreso para el estado por éste tributo, de $ 543.000.000.-, lo que obligará a ser modificado posteriormente, ya que, como no puede ser de otro modo, la ecuación obtendrá un resultado distinto, siempre que una de sus variables sea modificada.
Queda claro que la oportunidad es extemporánea por parte de quienes sostienen este proyecto, ya que es propuesto por los miembros de la gestión de gobierno anterior, quienes, durante su gestión, no redujeron esa imposición.
 
Desbalance federal
Hay que tener en cuenta que el sistema federal, establecido en nuestra Constitución Nacional, prevé que las provincias administren sus gastos a su propia discreción, mediante sus gravámenes estaduales más lo que le devuelve la Nación de los impuestos indirectos aplicados a ese fin y, como el Impuesto a las Ganancias influye mayoritariamente en los fondos de la Coparticipación Federal, éstas verán "reducidos sus ingresos fiscales", en cambio, las provincias más pobres, que son las que retiran más fondos de la Nación que los que le aportan, verán "quebradas" su arcas.
Con el proyecto en curso, la Nación deberá asistir a estas provincias con aportes extraordinarios del Tesoro Nacional, lo que le otorga al presidente de la Nación un poder extraordinario sobre las provincias más pobres; obteniendo como resultado un sistema federal cada vez más débil y dependiente del poder central.
Es claro que éste último aspecto no fue previsto por el grupo opositor, cuyo objetivo era quitarle autoridad al Poder Ejecutivo Nacional, pero su efecto será diametralmente inverso.
Resultaría extraño que los senadores, más aún los de las provincias que se benefician del Impuesto a las Ganancias que pagan los que más ganan, voten a favor de una reducción de éste impuesto y que no sostengan la reducción del IVA, ya que la función del senador es la de representar a las provincias; en éste caso, negativamente afectadas.
 
Otros resultados visibles
En un cálculo directo, la nueva reducción del gravamen en cuestión agregaría al déficit fiscal la suma de $ 65.000.000.- que sería cubierta mediante artilugios no establecidos, ya que, en el "Impuesto al Juego" que crea el proyecto opositor, evitó incluir las máquinas tragamonedas, por lo cual, en principio, serían satisfechos forzosamente por la reducción en la Coparticipación Federal, nueva deuda, emisión monetaria o nuevos impuestos.
Visiblemente, este proyecto no es una reducción al Impuesto a las Ganancias, sino, una "nueva reducción" durante el mismo año, ya que en el mes de febrero se elevó el Mínimo No Imponible al doble que el año anterior, lo que dejó fuera de los alcances del Impuesto a las Ganancias a una buena porción de la población antes tributante.
 
Futuro impositivo
Es esperable que los senadores cumplan su función de representar a sus provincias y no, la actividad acostumbrada durante más de un decenio, de representar a algún partido, coalición, idea nacional o capricho monárquico.
 
Si esto ocurriera, y los senadores respetaran el mandato de su función, el debate se dirimirá en adelante, sobre la modificación del sistema de escalas de quienes sí tributan, para que la esencia del impuesto conserve el principio de solidaridad de su esencia, el que indica que "el que más gana, más paga".
 
 
 
 

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