Al mundo le bastaria con ser coherente
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




 Solucionar los problemas del mundo es sencillo, bastaría con ser coherentes, sobretodo ejerciendo la virtud moral de la humildad para aceptar aquellas ideas que van contra nuestros intereses creados, y la sencillez para ver lo que la realidad, y el sentido común, nos muestra aunque sea contra nuestras ideas pre concebidas. Siendo que  la moral no es un ridículo listado de normas represivas dictadas por alguna “autoridad competente”, sino la adecuación del hombre a la naturaleza, al orden del cosmos, al orden natural, como ya lo sabían los griegos. Así, todo lo que es “pecado” (inmoral)  es delito y, la inversa, aquello que no es “pecado” no es delito sencillamente porque la ley moral y la natural coinciden.
                      Hoy la mayor incoherencia se da en la idea de violencia, sobre la que se basa la idea de “autoridad”. Un intelectual católico me aseguraba que podía “explicar las relaciones del poder político legítimo con la coacción y el uso de la fuerza, que no es violencia”. El “uso de la fuerza” y la violencia serían cosas distintas. Insólito y, por cierto, desmentido por la filosofía “clásica”, griega y escolástica. Santo Tomás de Aquino copia de Aristóteles que "La violencia se opone directamente a lo voluntario como también a lo natural, por cuanto es común a lo voluntario y a lo natural el que uno y otro vengan de un principio intrínseco, y lo violento emana de principio extrínseco", en la Suma de Teología, I-II, q. 6, a. 5. 
                      Así, Etienne Gilson asegura, en el Capítulo VIII de la Segunda Parte de “El Tomismo”, que para el Aquinate "Lo natural y lo violento se excluyen… ". Para redondear recordemos que Aristóteles en 'La Gran Moral' (I, XIII) señala que "… por ejemplo, se puede obligar a un caballo a que se separe de la línea recta por donde corre, haciéndole que cambie la dirección… Y así, siempre que fuera de los seres existe una causa que los obliga a ejecutar lo que contraría su naturaleza o su voluntad, se dice que estos seres hacen por fuerza lo que hacen... Esta será, pues, para nosotros la definición de la violencia y de la coacción: hay violencia siempre que la causa que obliga a los seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos; y no hay violencia desde el momento que la causa es interior y que está en los seres mismos que obran".
                    O sea, hacer una distinción entre “uso de la fuerza” y violencia es una burda incoherencia y, si es católico, además desdice a la más profunda teología cristiana que reafirma la Infinita Misericordia de Dios, esto es, que Dios perdona absolutamente y a ninguna falta penaliza ni memoriza. Esto termina con la idea del “uso de la fuerza” (la violencia) como castigo y queda por analizarla en el caso de prevención delictiva. Solo el hecho de que esto supone prejuzgar ya invalida el argumento, pero suponiendo que el prejuzgar la comisión de un delito fuera “justo” o necesario, “el fin no justifica”  los medios, no puede cometerse un acto inmoral (la violencia) para evitar otro.
                    Se dirá que un mundo así de coherente sería utópico, pues no lo sería porque hasta en los casos de defensa propia y urgente los métodos no violentos son los eficaces. Por el contrario la “autoridad” que se basa en el “uso de la fuerza” siempre destruye, como toda violencia, y por esto y no por otra cosa cuanto más estatista (cuanto más se abusa del monopolio estatal de la violencia para imponer “autoridad”) más destruido y pobre queda cualquier país.

 

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