El escandaloso museo de Evo Morales
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
No es de extrañar que el presidente boliviano Evo Morales sea llamado
burlonamente “Ego” Morales por sus críticos: acaba de construir un museo de
$7.1 millones para glorificar la historia de su vida. Y puede que ese sea uno
de sus actos de auto-glorificación menos escandalosos.
Morales, un populista autoritario que fue elegido en 2005, presidió
personalmente el 2 de febrero la inauguración de su museo en su remota aldea
natal de Orinoca. El edificio se llama Museo de la Revolución Democrática y
Cultural, pero todo el mundo en Bolivia lo conoce como “el museo del Evo”.
El edificio modernista, construido con fondos del gobierno, exhibe una
estatua de tamaño natural de Morales, retratos con líderes mundiales,
doctorados honorarios de varias universidades –a pesar de que nunca terminó la
escuela secundaria–, camisetas de fútbol de su colección, y recuerdos de su
niñez, como la trompeta que tocaba de joven.
Es el “museo más grande y moderno” de Bolivia, según dijo la ministra de
Cultura, Vilma Alanoca, Morales inauguró el museo con lágrimas en los ojos,
proclamando que “Esta fecha marcará la historia. Este museo es patrimonio de
los que lucharon por la liberación de nuestro pueblo”.
Como si no fuera suficientemente obsceno gastar $7.1 millones en un museo
autopromocional en uno de los países más pobres del mundo, el pueblo de Orinoca
se encuentra en una zona remota del altiplano y tiene sólo 900 habitantes, de
los cuales el 90 por ciento viven en la pobreza, según un informe del 3 de
febrero de Associated Press.
El nuevo museo es sólo el último de varios gastos estatales destinados a la
autopromoción de Morales. El año pasado, el Ministerio de Comunicaciones de
Bolivia publicó un libro de poemas dedicados al presidente, escrito por
estudiantes y sus maestros, titulado El proceso de
cambio en verso.
Fue publicado poco después de un escándalo por un himno militar en alabanza
de Morales, escrito por oficiales del ejército. El alto mando militar tuvo que
aclarar posteriormente que no es una canción oficial obligatoria.
En 2014, el Ministerio de Comunicaciones distribuyó parte de la edición de
un libro para niños titulado Las aventuras de Evito, glorificando la
infancia del presidente. Los cuentos del libro ilustrado incluyen Evito va a la escuela, y Evito juega al
fútbol.
Pero el mayor acto de egocentrismo de Morales –y el
más escandaloso– es su manipulación de la Constitucion para mantenerse en el
poder indefinidamente.
Según la Constitución boliviana, los presidentes sólo pueden servir por dos
mandatos consecutivos. Pero Morales cooptó al Tribunal Constitucional para
permitirle postularse para un tercer mandato en 2014, y el año pasado celebró
un referéndum para permitirle postularse para un cuarto mandato en 2019.
Inesperadamente, a pesar del uso masivo de recursos estatales, el exilio
forzado de líderes de la oposición, y la redacción de la pregunta del
referéndum de la manera que más lo favorecía, Morales perdió el referéndum del
21 de febrero de 2016.
Ahora, Morales está tratando de invalidar ese referéndum, y buscando nuevas
formas de reformar la Constitución para poder presentarse para un cuarto
mandato. Recientemente, el diario La Razón digital citó a Morales
diciendo que el referéndum de 2016 fue sólo “el primer tiempo”, y que ahora
viene “el segundo tiempo”.
Cuando los periodistas le preguntan si está violando la Constitución,
Morales repite el mismo mantra que empezó a usar cuando lo entrevisté cuando se
postuló por primera vez: que sus críticos son racistas pagados por el
imperialismo norteamericano para conspirar contra el primer presidente indígena
de Bolivia.
Mi opinión: Ese cuento es cada vez menos creíble. Morales ha estado jugando
con la carta del “racismo” por demasiado tiempo. Su argumento puede haber
sonado convincente al principio de su gobierno, porque era cierto que la
mayoría indígena de Bolivia merecía tener un presidente indígena.
Pero 11 años más tarde, y tras reiteradas violaciones a la Constitución,
denuncias de corrupción, represión de sus opositores políticos y gastos
millonarios de autopromoción, su defensa suena cada vez más hueca. Sí, estaría
muy bien que Bolivia elija un presidente indígena en 2019, pero no Morales.
Publicado en Nuevo Herald.
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