Argentina y Chile: Capitalismo social vs: capitalismo salvaje
Humberto Bonanata

Director de Notiar. Premio a la Libertad 2012, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar últimamente la República de Chile para comprobar su “milagro capitalista” hemos encontrado varios contrastes con nuestra Argentina renaciente al mundo que creemos necesarios resaltar.
 
 
En Chile el tránsito funciona, no se escuchan ruidos de bocinas, en Paseo Ahumada (la peatonal de la Plaza de Armas vecina a su Catedral) los vendedores ambulantes tienden sus mercancías en una lona de la que unen sus cuatro puntas al ver caminar a 100 metros a dos carabineros a sabiendas que sus objetos serán decomisados y entregados a Acción Social para ser repartidos entre los más necesitados.
 
Las reglas son claras, nadie las discute, todos las aceptan…
 
El metro (subte) cuesta 16 pesos argentinos el boleto, tiene una frecuencia menor a dos minutos y sus vagones más vetustos fabricados en España datan de 2010. A toda mujer que aparente más de cincuenta años se le cede un asiento, especialmente de parte de los jóvenes.
 
Desde el barrio de Providencia (similar a Belgrano) se puede viajar en metro hasta la terminal de micros, de allí en lujosos pullman hasta Valparaíso en una hora quince minutos y tomar un metro que en veinte minutos nos dejará en Viña del Mar.
 
Todos los horarios se cumplen a rajatablas.
 
Los limosneros lo hacen con pudor y casi con vergüenza…no existen “trapitos” en los semáforos.
 
Por la noche se camina con seguridad salvo en el centro de Santiago antiguo, según consejo de los propios chilenos, prueba que no hemos hecho.
 
Nunca hemos presenciado un arrebato.
 
En los lugares numerosos se percibe alta presencia de carabineros, siempre en pareja.
 
Existe una única policía a la que la cultura del pueblo chileno no admite no admite cuestionar el principio de autoridad…
 
Dentro del consumismo constante de un país que no visitaba desde 1997, como hombre político que soy, conversé con vendedores del shoppings, taxistas, conserjes, comensales cercanos y todo ciudadano variable que pudiera traducirme el “milagro transcordillerano”.
 
“Aquí por cada compra el Estado chileno recauda un 21% de I.V.A., ello genera cientos de millones de dólares anuales para nuestro país… ¿para qué ponerle trabas?”, me comentó el gerente del Costanera Center.
 
Allí los sindicatos tienen escasísimo poder, los paros deben ser anunciados con anterioridad y causa fundada al Ministerio de Trabajo –que tiene facultades de intervenir previamente para evitarlos-, las paritarias no son problemas en un marco inflacionario del 5% al 7% anual y están expresamente prohibidas las medidas de fuerza que afecten la salud, educación y transporte.
 
El consumo interno se percibe en los centros comerciales a través de tarjetas de crédito que explicitan el precio de contado y el precio en cuotas, que a pesar de la baja tasa de inflación alcanza un 20% anual.
 
Ninguno de mis contertulios se manifestó conforme con Bachelet.
 
Cincuentones vendedores de comercio aún recuerdan cómo Pinochet los salvó de ser la base soviética de América del Sur.
 
Muchos de ellos se animaron a preguntarme cómo pudimos votar –como pueblo- tres veces a los Kirchner.
 
A un año de la elección presidencial, Sebastián Piñera es firme candidato a ser electo nuevamente como Presidente de Chile. Ello implica cinco años de mandato con renovación total de las Cámaras de Diputados y Senadores, que Augusto Pinochet Ugarte durante su dictadura de 17 años supo descentralizarlos en Valparaíso en un soberbio y nuevo edificio.
 
Un sistema electoral que los argentinos debiéramos pensar para nosotros.
 
Un ingeniero industrial “allendista” –empleado del Ministerio de Obras Públicas- supo comentarme sobre salud, educación y previsión social.
 
Si él llegara a necesitar asistencia sanitaria, su “Obra Social” sólo le cubre el 30% de la prestación, el resto lo debe pagar de su bolsillo.
 
La jubilación de su madre asciende a U$S 250 mensuales ($ 4.000) habiendo aportado toda su vida y desde 1980 a las A.F.P. (Administradoras de Fondos de Pensión) y su hija becada en la Universidad Católica y paga U$S 400 mensuales ($6.400.-)
 
Paradojas de la vida: hija de un “allendista” estudia en “la Católica”.
 
Si no estuviera becada debiera pagar U$S 1.000 mensuales.
 
“La educación pública es una mentira, no existe” me dijo.
 
Y por último confesó su odio visceral al General Julio Argentino Roca: “Si no fuera por él, Río Gallegos y Chubut serían nuestras” (sic).
 
Dos países del fin del fin mundo. Uno explotado “in extremis” y culturalmente desarrollado.
 
Argentina…todo por venir.
 
 

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