´Empresucios´, ´empresaurios´, la falacia proteccionista y el libre comercio
Javier Milei
Es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.


Un ‘empresucio’ es aquel que se ha puesto de acuerdo con algún miembro de un gobierno para estafar a los contribuyentes, por ejemplo, ganar la licitación para construir una ruta, cobrarla completa por adelantado y no hacerla sin que el gobierno no lo penalice. Por otra parte, un empresaurio es un individuo que frente al enorme poder del Estado (sustentado en el monopolio de la fuerza) descubre que resulta más sencillo alcanzar el ‘éxito’ económico seduciendo a un miembro del gobierno en lugar de hacerlo satisfaciendo las necesidades de su prójimo. Así, cuando el empresaurio halla respuesta positiva por parte del gobierno, éste último lleva a cabo una intervención violenta del mercado (la cual, según terminología de Rothbard, puede ser autística, binaria o triangular) de modo tal que a costa de los individuos, el dueto mencionado obtenga un rédito económico que no tendría de otro modo.
Sin dudas, una de las intervenciones triangulares más añeja de la historia de la humanidad es la falacia proteccionista. El accionar en cuestión encuentra sus raíces en el período que va desde el siglo XII al XV y que fuera perfeccionado durante los siglos que van del XVI al XVIII por los Mercantilistas Franceses (J. Colbert y R. Cantillon) e Ingleses (T. Mun, W. Petty, D. North, N. Barbon y J. Stuart). Así, luego de casi siete siglos, la Escuela Fisiócrata, y la obra de Adam Smith, pusieron en jaque las ideas de los Mercantilistas creando una nueva teoría del comercio basada en el concepto de la ventaja absoluta. Sin embargo, la economía no terminaría de salir de ‘La Caverna’ hasta que David Ricardo, diera por tierra con los proteccionistas desarrollando el concepto de la ventaja comparativa.
Los defensores del sofisma señalan que si se elimina la protección arancelaria o/y se quitan los subsidios, pronto veremos miles de obreros en la calle. Todas las actividades relacionadas con la industria experimentarán una contracción en sus negocios y la depresión se extenderá en un círculo vicioso. Pero con los aranceles o/y los subsidios gubernamentales, la economía se salva. Entonces, se comprarán equipos a otras industrias, se aumentará el número de personas empleadas, quienes a su vez proporcionarán mayores ingresos al resto de las actividades y así una ola de prosperidad se extenderá en un círculo virtuoso.
En este sentido, cuando se quita un arancel, si bien es cierto que la firma de un empresaurio quebrará y muchas personas se quedarán sin empleo, también es cierto que los individuos tendrán un ahorro que podrán volcarlo al consumo de nuevos bienes. Por lo tanto, ahora no sólo se crean nuevos puestos de trabajo en otras industrias de mayor competitividad (por ende de mayor productividad y con mayores salarios reales lo cual trae aparejado mayor nivel de consumo), sino que además, se produce un aumento del bienestar como consecuencia de una mayor diversidad en el consumo.
Por otra parte, en cuanto a los subsidios es prácticamente similar. Lo primero que debemos tener en claro es que todo lo que obtenemos, sacando los dones naturales, ha de ser pagado de una u otra manera. Cada peso que el Gobierno gasta procede inexorablemente de un peso obtenido mediante el cobro de los impuestos (sean explícitos, inflacionario y/o a futuras generaciones -deuda-). De este modo los individuos perderán de consumir vía impuestos exactamente lo mismo que ganan los interesados de las industrias subsidiadas/protegidas. Así, los empresaurios suelen olvidar las casas no construidas, los automóviles y radios no fabricados, los vestidos y abrigos que no se confeccionaron e incluso quizá los productos del campo que ni se vendieron ni llegaron a ser sembrados resultado de la mayor carga impositiva. El empleo que se crea en la fábrica del empresaurio es perdido por el empleo que no se crea en las otras industrias competitivas en las que el individuo hubiera realizado su gasto. Esto es, lo que se gana en un sector será perdido por otras industrias. En definitiva, lo que implica el subsidio es simplemente desplazar riqueza o renta desde un sector eficiente de la economía en favor de los ineficientes empresaurios.
Finalmente, si Usted cree que todo lo señalado anteriormente es muy malo, desafortunadamente, tengo que informarle que esto es aun peor, ya que dicha redistribución no es un simple juego de suma cero donde lo que se gana en un sector se pierde en otro. La Nación, considerada como una unidad, sufre una pérdida neta de riqueza. El capital y el trabajo son desviados hacia sectores que son menos productivos. Así, se crea menos riqueza y el nivel de vida promedio es menor al que podría haber sido. En definitiva, los empresaurios y el gobierno con el que se asocian, no sólo son liberticidas sino que además son grandes destructores del bienestar de una Nación.

Publicado en El Cronista.
 

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