El fin del mundo
Alfredo Bullard
Reconocido arbitrador latinoamericano y autor de Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales. Bullard es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.


Alfredo Bullard señala los tres errores de Thomas Malthus en su predicción de que el mundo experimentaría una hambruna por causa de una población excesiva.
Dos semanas atrás, escribía sobre el pesimismo del ser humano (“¿Todo tiempo pasado fue mejor?”, 8 de abril del 2017). Sostenía que la evidencia empírica demostraba que, contra lo que se suele decir, la humanidad se ha movido en los últimos dos siglos hacia el desarrollo y a un incremento espectacular del bienestar general. Nunca en la historia hemos estado mejor. Pero, a pesar de la evidencia existente, solemos decir que estamos peor que nunca.
Los comentarios al artículo confirmaron lo que el propio artículo decía: pesimistamente sostenían que los niveles de pobreza se habían incrementado y que nos movíamos hacia el fin del mundo. El calentamiento global, la sobrepoblación, o una combinación de ambos, nos estarían conduciendo a la autodestrucción. El fin del mundo está a la vuelta de la esquina.
Pero ninguna de esas predicciones tiene sustento. No existe ninguna estadística de la que se derive que los habitantes de la Tierra se han empobrecido. Ello no significa que no exista pobreza. Solo significa que cada vez existen menos pobres. Hace 200 años el 90% de la población hubiera sido calificada como pobre extremo. En 1990 era el 37%. Hoy es menos del 10%, según cifras del Banco Mundial.
Más extraordinario aun, esa cifra supone un descenso de más de tres puntos porcentuales de pobreza extrema en menos de cinco años: más 200 millones de personas han salido de la pobreza en ese período (siete veces la población del Perú). Pero más pesimistas aún son las predicciones (científicas, esotéricas o religiosas) sobre cómo estamos al borde de la extinción. Tales predicciones pueblan Internet. Nos hemos despertado varios cientos de mañanas en las que supuestamente el mundo ya no debería existir. Todas tienen algo en común: ninguna se ha cumplido.
La más citada —explícita o implícitamente— en varios de los comentarios fue la predicción de Thomas Malthus.
Malthus profetizó en el siglo XIX que, dado que la población crecía en progresión geométrica pero la producción de alimentos crecía en progresión aritmética, nos dirigíamos hacia una hambruna de dimensiones colosales.
Steven Landsburg, comentando el error de Malthus, cita a un tal Baxter (un hombre común y corriente) que decía que planeaba tener seis hijos para resolver el problema de la población mundial. El razonamiento de Baxter era simple: la gente resuelve problemas y cuanta más gente hay, más problemas se resuelven. ¿Por qué un científico reputado como Malthus estaba en un error y por qué Baxter, un don nadie, estaba en lo correcto? 
El primer error de Malthus es no darse cuenta de que ningún otro ser de la naturaleza tiene la capacidad de crear algo nuevo. Ningún animal está en capacidad de transformar el medio ambiente para adaptarlo y poder así sobrevivir. En un mundo con el doble de seres humanos, habrá el doble de posibilidades de tener genios o personas creativas. Eso significa que habrá el doble de posibilidades de tener nuevas ideas. Buenas ideas resolverán problemas como, por ejemplo, producir más para alimentar más gente o resolver el problema del calentamiento global.
El segundo error de Malthus es que, en realidad, el doble de personas creativas no significa el doble de buenas ideas, sino muchas más. Malthus no solo olvidó la creatividad, sino que obvió a las empresas y a los contratos. Dos personas creativas pueden producir más del doble de ideas que una sola. La coordinación crea sinergias y ello aumenta la creatividad. La existencia de empresas y contratos favorece la coordinación. Dentro de una empresa los equipos creativos pueden actuar bajo reglas que incentivan el compartir ideas combatiendo el temor a que estas sean apropiadas por terceros. Los contratos ayudan a crear la certidumbre que disipa ese riesgo.
El tercer error de Malthus está en olvidar que la creatividad no solo beneficia al creador o a la empresa que lo acoge. Como decía Thomas Jefferson, tener una idea creativa es como encender una vela (hoy diríamos como encender un foco): una vez que lo haces no puedes evitar que la luz ilumine a los demás que están en la habitación.
Solo un pesimismo desinformado explica la extraña popularidad de Malthus. Sin embargo, todo indica que nuestro futuro será mejor que nuestro ya promisorio presente y mucho mejor que nuestro pasado.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 22 de abril de 2017.
 

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