Tasa de interés natural, inflación y crecimiento
Javier Milei
Es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.


El viernes el BCRA difundió la encuesta de expectativas sobre la evolución de la economía reflejando una perspectiva de menor crecimiento y una inflación más alta, en un marco donde la moneda seguiría apreciándose contra el dólar. Como no podía ser de otra manera, los analistas cargaron contra la política monetaria de Sturzzenegger, ya que la supuesta ‘supertasa’ de 26,25% penaliza el nivel de actividad por la vía de menor consumo e inversión, al tiempo que un peso más fuerte hace caer a las exportaciones netas.
En este sentido, tal como señala Leijonhufvud, la teoría del mecanismo de la tasa de interés es el centro de la confusión en la macroeconomía moderna y el debate doméstico sobre la misma no es ajeno a esto.
Siguiendo la tradición de la escuela austriaca de economía, la definición de tasa natural de interés surge aún antes de que existiera el dinero como medio de intercambio indirecto. El concepto nace de las preferencias temporales de la gente al actuar, intercambiando bienes presentes por bienes futuros.
La necesidad de satisfacción de algunas personas en el presente los lleva a valorar más el consumo en el presente que en el futuro. Entonces, se define la tasa de interés natural al precio de mercado de los bienes presentes en función de los bienes futuros, lo cual constituye el valor del tiempo de espera.
A los individuos que renuncian al consumo presente a cambio de recibir una mayor cantidad de bienes futuros los denominamos ahorradores. De ahí que cuando la tasa de interés sube ello implica que los bienes futuros se hacen más baratos que los presentes, lo cual induce a una sustitución en favor de estos últimos y con ello el ahorro aumenta. Por otra parte, aquellos que demandan bienes presentes, ya sea porque desean consumir ahora y/o necesitan utilizar dichos bienes en la producción de bienes que se ofrecerán en el futuro serán la contraparte de mercado que permitirá determinar la tasa de interés natural.
Al mismo tiempo, dado que este segmento de mercado está compuesto en su gran mayoría por las empresas, dicha demanda de bienes presentes representa la inversión. De este modo, cuando la tasa de interés baja, los precios futuros suben respecto de los presentes, por lo cual los empresarios trasladarán su producción hacia el futuro. Así, a medida que la tasa de interés baja, sube la inversión y la estructura de capital se alarga en términos de bienes de orden superior.
De lo anterior surge que la determinación de la tasa de interés natural, la cual representa un mecanismo de coordinación intertemporal entre los mercados de bienes presentes y futuros, no necesita para su existencia la presencia de dinero. De hecho, mientras que en el mercado de bienes se determina la tasa de interés, en el de dinero se determina el poder adquisitivo del mismo, el cual se aproxima a la inversa del nivel general de precios.
En este contexto, cuando aparece un Banco Central y trata de guiar su política monetaria mediante el control de la tasa de interés, salvo que por casualidad la misma coincida con la natural, aparece la posibilidad de la gestación del ciclo del boom and bust.
Cuando la tasa de interés se fija por debajo de la natural, habrá un exceso de consumo de bienes presentes (menor ahorro) y una mayor demanda de inversión, lo cual representa un exceso de demanda que se cubre con emisión monetaria y que transitoriamente genera una producción por encima de las posibilidades de la economía, al tiempo que se distorsiona la estructura de capital. Así, cuando el transcurso del tiempo deja en evidencia la falsedad de la señal de precios, los precios suben, la oferta de bienes futuros no tiene contrapartida de demanda, la producción se derrumba y las empresas quiebran hasta que la estructura de capital se acomoda con las condiciones de ahorro, inversión y tasa natural de interés. Al mismo tiempo, si el mercado de trabajo no es plenamente flexible, el desempleo aumenta.
En función de lo anterior, si uno revisa lo que ha ocurrido durante los últimos seis años en Argentina, el ajuste del modelo es excelente. De hecho, en dicho período la tasa de interés ha sido negativa en términos reales, el PIB per-cápita se ha contraído 7%, la inflación promedió el 30% y el nivel de empleo se ha sostenido con una superpoblación de empleados públicos que disparó el déficit fiscal consolidado a 6% del PIB.
Por lo tanto, si hay un reclamo para hacerle al BCRA es el hecho de que controle la tasa (aunque no ha sido muy distinta de los niveles de arbitraje) y no que la misma sea muy alta.
De hecho, si el Central siguiera los consejos de sus detractores, el remedio sería peor que la enfermedad, ya que no sólo acelerará la inflación, sino que a la postre el PIB será menor. Por lo tanto, si realmente se quieren tasas más bajas para que la economía crezca se deberían redireccionar los reclamos hacia la Casa Rosada para que reduzca el déficit fiscal bajando gastos e impuestos, lo cual daría lugar a un crecimiento sólido y sostenible en el tiempo.

Publicado en El Cronista.
 

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