Más formalidad no es más productividad
Iván Alonso
Obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.


Iván Alonso señala que las causas de la baja productividad de las empresas informales podría estar en las personas y no en el tipo de empresa (formal o informal).
A estas alturas, está bastante bien establecido que hay una gran diferencia entre la productividad de las empresas formales y la de las informales. Pero las causas de esa diferencia y los remedios para la misma todavía nos eluden.
Cuando hablamos de productividad estamos hablando básicamente de cuánto produce un trabajador en una empresa formal o informal. Una manera de medirlo es lo que los economistas llaman el producto medio del trabajo y que se calcula dividiendo el total de lo que produce la empresa entre el número de trabajadores.
Hay que tener cuidado porque “el total de lo que produce la empresa” no es lo mismo que sus ingresos totales. Una parte de los ingresos totales es simplemente el costo de los insumos que la empresa les compra a sus proveedores. Lo que realmente produce la empresa es la diferencia entre una cosa y otra, entre sus ingresos totales y el costo de los insumos comprados a terceros, que es lo que se denomina valor agregado.
Si dividimos el valor agregado entre el número de trabajadores podemos encontrar que la productividad, así medida, es once veces mayor en las empresas formales que en las informales. Eso es lo que encuentra el Instituto Peruano de Economía (IPE) en un estudio reseñado hace unos días en este diario.
Pero eso también es inexacto, como el propio IPE lo dice, porque el valor agregado no sale exclusivamente de la cabeza y las manos de los trabajadores. También contribuye el capital invertido en maquinaria, equipos y edificaciones. Y no es un secreto que las empresas formales tienen más capital que las informales. Norman Loayza, un economista peruano del Banco Mundial, ha sacado la cuenta y llega a la conclusión de que, deduciendo la contribución del capital en cada tipo de empresa, la productividad de un trabajador formal es sólo dos veces y media más alta que la de un informal. Eso, por lo demás, concuerda con la diferencia en las remuneraciones que se les paga.
Establecido ese hecho, viene la pregunta: ¿basta que una empresa se formalice para que la productividad de sus trabajadores aumente? Evidentemente que no. Ni siquiera esperando un tiempo prudencial para ver si ese aumento se materializa.
Piense usted en lo siguiente, solamente como una posibilidad. La distribución de los trabajadores entre formales e informales no es aleatoria, no es fruto del azar o de la casualidad. Podría ser que las empresas formales, que son las que pagan mejor, buscan y contratan a los más productivos. Los menos productivos acaban en las informales.
Y aunque las empresas para las que trabajan se formalicen, seguirán siendo menos productivos. En otras palabras, las causas de la baja productividad podrían estar en la persona, no en el tipo de empresa.
O quizás estén en las habilidades empresariales de quienes las dirigen. Así como hay unos entrenadores mejores que otros, hay también quienes saben cómo dividir las tareas, cómo repartir responsabilidades para que los trabajadores sean más productivos. 
Muchos empresarios informales tienen, sin duda, más de entusiasmo o resignación que de habilidad empresarial. La pregunta es por qué los que sí la tienen no contratan más gente. ¿Qué impide a las empresas formales, que son las más grandes, ser todavía más grandes? La respuesta, creemos, no está ni en los trámites ni en los impuestos, sino en la legislación laboral.


Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 7 de julio de 2017 y en Cato Institute.
 

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