La verdad incómoda de Al Gore y los ´expertos´ del clima
Lawrence J. McQuillan
Senior Fellow y Director del Center on Entrepreneurial Innovation en el Independent Institute.


El ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore protagoniza su segundo documental, “Una secuela incómoda: La verdad al poder”.
“Tarde o temprano”, escribió Gore en Twitter, “los negacionistas del clima en el Partido Republicano tendrán que enfrentarse a su voluntaria ceguera ante la crisis climática”. Pero los escépticos del alarmismo climático tienen sus ojos bien abiertos y no les agrada lo que ven.
Donald Trump ganó el voto popular entre las personas de 45 y más años. Muchos en estas filas han seguido al ecologismo popular desde sus comienzos, tras la publicación del libro de Rachel Carson, “Primavera silenciosa” en 1962. Con el tiempo han aprendido que los célebres expertos en medio ambiente realizan predicciones falsas y muy exageradas. Un buen ejemplo es el biólogo de la Stanford University Paul Ehrlich, un icono medioambiental desde hace mucho tiempo y autor del libro de 1968 “La explosión demográfica”.
“La población inevitable y completamente sobrepasa cualquiera de los pequeños incrementos en los suministros de alimentos que hagamos”, predijo confiadamente Ehrlich en una edición de 1970 de la revista Mademoiselle. “La tasa de mortalidad aumentará hasta que por lo menos de 100 a 200 millones de personas al año irán muriendo de hambre durante los próximos 10 años”.
Aseguraba a los lectores de la publicación The Progressive en 1970 que entre 1980 y 1989, 4.000 millones (billones en inglés) de personas, incluidos 65 millones de estadounidenses, perecerían en la “Gran Mortandad”. En un ensayo de 1969 titulado “Eco-catástrofe!” Ehrlich afirmó que “la mayor parte de las personas que van a morir en el cataclismo más grande en la historia del hombre ya ha nacido”.
Impávido, esta agorera celebridad y sus cohortes ofrecen actualmente una nueva teoría, afirmando en la edición de julio de 2017 de “Proceedings of the National Academy of Sciences” (“Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias”) que la civilización humana enfrenta el peligro de una extinción masiva de la Tierra en ciernes: “La disminución en los tamaños de la población y el achicamiento del alcance (de los vertebrados) representan una masiva erosión antropogénica de la biodiversidad y de los servicios del ecosistema esenciales para la civilización. Esta 'aniquilación biológica' subraya la gravedad del sexto evento de extinción masiva en desarrollo de la tierra para la humanidad”. Y así sucesivamente.
Ehrlich ha clamado “El cielo se está cayendo!” tantas veces que cualquiera con sentido común y memoria legítimamente desestima su retórica apocalíptica.
Si los supuestos expertos del movimiento ambientalista hubiesen estado acertados, prácticamente todas las especies animales se encontrarían extinguidas hoy en día, tal como S. Dillon Ripley, antiguo secretario de la Smithsonian Institution, predijo. Como Nigel Calder y Kenneth Watt dijeron, la Tierra se encontraría hoy día probablemente en otra edad de hielo. Según el geoquímico Harrison Brown, el cobre, el plomo, el zinc, el estaño, el oro y la plata estarían actualmente desaparecidos. Asimismo, Watt y analistas del gobierno de los Estados Unidos predijeron que las reservas estadounidenses de petróleo y gas natural estarían agotadas para esta fecha. En cambio, nos estamos ahogando en ellas.
Oyendo estas predicciones espectacularmente desacertadas desde hace décadas, un gran segmento de la población ha perdido la confianza en la investigación ambiental, independientemente de sus méritos potenciales. Los científicos del clima y los recursos naturales solamente pueden culparse a ellos mismos.
El fracaso en hacer cumplir rigurosos estándares científicos y denunciar públicamente a los alarmistas y charlatanes ha dejado a muchos estadounidenses sintiéndose embaucados, indiferentes a toda la investigación ambiental, lo cual es una vergüenza.
Pero la verdad y la exactitud no interesan a muchos ambientalistas.
El fallecido climatólogo de la Stanford University Stephen Schneider dijo a la revista Discover en 1989, “tenemos que ofrecer escenarios alarmantes, hacer declaraciones simplificadas y dramáticas y mencionar muy poco cualquier duda que tengamos. ... Cada uno de nosotros tiene que decidir cuál es el equilibrio adecuado entre ser eficaz y ser honesto”.
En vez de perseguir la verdad científica, la meta es ganar batallas políticas. En 1988, el entonces senador demócrata por Colorado, Timothy Wirth, afirmó, “Tenemos que intentar manejar el tema del calentamiento global. Incluso si la teoría del calentamiento global está equivocada ... haremos de todos modos lo correcto en términos de política económica y política ambiental”. Y manejar es lo que hicieron.
Los “estafadores de la queja” han utilizado el engaño, las mentiras, las exageraciones y la histeria, a menudo cubiertas con la gasa de una investigación financiada por los contribuyentes, para anotar victorias políticas que expandan al Gobierno Grande.
Aquí está realmente la verdad inconveniente. Si Al Gore desea que la gente a la que denuncia como “negacionistas del clima” lo tomen en serio, su próximo documental debería apuntar a la deshonestidad intelectual de muchos de sus amigos en el movimiento ambiental. No contenga la respiración.

Traducido por Gabriel Gasave

 

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