El Beethoven de Wilhelm Furtwängler
Carlos Goedder
Carlos Goedder es el seudónimo de un escritor venezolano nacido en Caracas, Venezuela, en 1975. El heterónimo de Carlos Goedder fue alumbrado en 1999 (un juego de palabras con el nombre de pila correspondiente al autor y el apellido de Goethe, a quien leyó con fruición en ese año. La combinación de nombre algo debe también a la del director orquestal Carlos Kleiber).


Según el director de orquesta alemán: “En cada tema de las obras de Beethoven, en cada frase, se despliega un destino”
 A la gran pianista venezolana Gabriela Montero, por su Ex Patria
Antes del reinado de Herbert von Karajan, la Filarmónica de Berlín tuvo como monarca en el podio a Wilhelm Furtwängler (1886-1954). Este director legó varias grabaciones seminales con esta orquesta, varias de las cuales han sido incluidas en la caja de discos que se lanza este año para conmemorar el centenario de la orquesta por el sello DG. De las grabaciones más impresionantes del director alemán están las que hizo en plena Segunda Guerra Mundial y en vivo, brillando su Quinta y Séptima Sinfonía de Beethoven grabadas en 1943. Furtwängler permaneció en Alemania bajo el nazismo, lo cual le costó descrédito para trabajar fuera de su país, aunque nunca se le comprobase ninguna filiación con el régimen de Hitler. Simplemente el director eligió seguir sirviendo a su patria con su batuta.
Una de las grabaciones que atesoro es el concierto que Furtwängler dio en Caracas el 21 de marzo de 1954, el año final de su vida, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Venezuela en el Anfiteatro José Ángel Lamas y cuya grabación radial lanzó en 2004 el sello Archipel. En ese día dirigió la primera sinfonía de Brahms, el poema sinfónico Don Juan de Richard Strauss y un concerto grosso de Handel. Una muestra del cosmopolitismo del director y de una Venezuela que ha conseguido mantener el buen gusto musical en medio de sus calamidades históricas, hasta el presente. Quizás en varias décadas se recordará al gran Gustavo Dudamel como a Furtwängler, como un director que eligió mantenerse trabajando en su país en medio de una dictadura atroz (si bien el maestro Dudamel es también director titular de la Filarmónica de Los Ángeles). 
En el año 1937 Furtwängler, gran beethoveniano, dio unas entrevistas a Walter Abendroth sobre varios temas musicales y expresó opiniones sobre Beethoven que merecen comentario, porque si alguien conoció bien la obra del titán de Bonn fue este director. Afortunadamente el material ha sido traducido al castellano recientemente, en la obra Conversaciones sobre música que publica la Editorial Acantilado (traducción de J. Fontcuberta, segunda reimpresión, diciembre de 2012).
Furtwängler encuentra que Beethoven es un compositor que incorpora a la música un elemento “dramático”, en este sentido: “El eminente genio de Beethoven, no superado en este aspecto en la historia de la música, consiste en su capacidad de inventar, aparentemente a partir de una misma fuente, de una misma «atmósfera», diversos temas de características individuales completamente diferentes que sólo llegan a su pleno desarrollo estableciendo un contacto vivo entre sí y formando de este modo una nueva unidad superior que excede los temas individuales y los recubre como una bóveda” (p. 34).  Furtwängler agrega: “Los temas de Beethoven se desenvuelven en una mutua interacción, como los personajes de un drama. En cada tema de las obras de Beethoven, en cada frase, de despliega un destino.” (p. 35)
Para el director de orquesta alemán, la música occidental tenía una connotación distinta antes de Beethoven. Los grandes precedentes previos vienen de Bach y Mozart. En Bach encuentra que el tema musical tiene una unidad sin este tipo de contrastes dramáticos, donde “un tema es una unidad inalterable que, aunque se desarrolla, no llega a tener un destino propio.” (p. 33) Si bien los temas en Bach tienen variaciones y alcanzan efectos “trágicos”, su estilo es más bien épico: la coherencia interna del tema se mantiene a toda costa, aún a pesar de la fluidez de la música. “En Bach, toda la posibilidad del desarrollo está implícita en el tema mismo.” (p. 33) Mozart añade elementos de acción y contrastes de ritmo, mas mantiene ese estilo fluido propio de Bach. El que marca un hito es Haydn, donde ya empieza a aparecer momentos de mayor densidad, “torbellinos de concentraciones y estancamientos” (p. 31). Según Furtwängler “con él empiezan los problemas que posteriormente ocuparán la atención de Beethoven.” (p.31) De allí que Furtwängler afirme: “En Haydn y, después en mayor medida en Beethoven el «ser» de Bach y el «suceder» de Mozart se convierten en «llegar a ser»” (p. 32) Algo que distingue a Beethoven según Furtwängler y otros críticos es que el compositor tuvo que trabajar mucho sus piezas, que sus obras se obtuvieron con gran esfuerzo.
En esta ardua labor de Beethoven, “lo caracteriza una especial voluntad y –una ojeada a su obra lo demuestra- una extraordinaria habilidad para simplificar. Se ve muy significativamente en los esbozos que se conservan. En ellos descubrimos con harta claridad, por ejemplo, que el acierto y la simplicidad en la construcción de sus temas no eran un don natural, sino el resultado de un esfuerzo. La forma original de la mayoría de sus temas y, a menudo, de los más hermosos, era más compleja que la forma final y definitiva, no como en otros compositores, fijada de modo invariable de antemano, o, como en la mayoría de los músicos modernos, más simple y primitiva. El camino de su proceso va del caos a la forma, es decir, hacia una simplificación consciente, y no como el de los modernos, hacia una complejidad deliberada.” (p. 47)
Furtwängler insiste en que las obras de Beethoven fueron hechas bajo propósitos musicales, donde ciertamente hay ideas que expresar, mas donde lo que habla es la música. En Beethoven se armonizan una lógica espiritual y musical que nos envuelve en estas sensaciones de drama e incluso “catástrofe”, mas no hay en Beethoven propósitos distintos a los musicales. Hay muchas interpretaciones y se han puesto muchas adjetivos a sus piezas, haciendo todo tipo de conjetura sobre su mensaje, mas para Furtwängler esto es especulación y afirma sobre Beethoven: “No conozco ninguna intervención suya que- sin ser sometida a una interpretación forzada – pueda suscitar la idea de que Beethoven pensara realmente algo distinto de lo que significaban sus palabras, algo distinto de sólo música.” (p. 49) En piezas con coros, como la Novena Sinfonía, la Missa Solemnis y en su ópera Fidelio, la palabra está en función de conceptos musicales e incluso la elección de versos de Schiller para la Novena Sinfonía (la primera sinfonía de la historia en incorporar voces) se hizo en función de la forma musical. De allí que Furtwängler sostenga: “En Beethoven, poetas y músicos no se encuentran cómodamente a medio camino. Esta es la razón por la que no pudo ser un lírico como Schubert, o un compositor de drama musical como Wagner. No porque fuera menos músico, sino porque lo fue más, más exclusivamente músico.” (p. 42). Sobre Wagner, cuyo bicentenario celebramos en 2013, el director – por cierto uno de sus mejores exponentes – afirma: “Wagner es un poeta que persigue sus sueños poéticos con la ayuda de la música.” (p. 35)
Uno de los puntos más interesantes es cuando Furtwängler en sus conversaciones distingue la noción de tragedia en literatura y música. El cree que el drama literario y la poesía llegan a alturas más elevadas que la música. Opina que: “Allí donde la poesía cobra alas y se eleva hasta la grandeza de lo sobrehumano, la música se vuelve de algún modo muda.” (p. 37) Para Furtwängler la música siempre tiene un componente dionisíaco, concentra lo dramático mas siempre termina invitando a la alegría. En tal sentido, Furtwängler afirma “No es casualidad que la marcha fúnebre sólo sea el segundo movimiento de la Heroica” y “Esta es básicamente la explicación de los grandes finales en tono mayor de Beethoven; un ejemplo monumental es el final de la Novena Sinfonía.” (p. 37)  Y añade: “Para un compositor como Beethoven, en cuyas obras algo «pasa», algo está en gestación, los últimos movimientos deben de haberle planteado los mayores y más arduos problemas, pues eran la última y definitiva palabra. Él intentó abordarlos de diferentes maneras. Podía aflojar las tensiones que había acumulado en los demás movimientos mediante finales llenos de buen humor y alegría de vivir, un recurso ya utilizado por Haydn.” (p. 44)  Si un compositor gana peso en la perspectiva para entender a Beethoven es precisamente el buen Haydn. 
Sobre la profundidad de las sinfonías de Beethoven, Furtwängler es elocuente: “Una obra como la Séptima Sinfonía, con su serenidad sobrenatural y su gigantesco y desbordado buen humor, no es accesible en toda su extensión, creo, a un gran número de personas. Algo parecido ocurre con la idílica y dulce serenidad de la Pastoral, que Wagner caracteriza bellamente con las palabras de Cristo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Largos pasajes de esta sinfonía están imbuidos de una especie de piedad natural, de un éxtasis muy afín a la esfera religiosa y que hoy no atrae a nadie, ni a intérpretes ni a audiencias.” (p. 40)
Como uno de los grandes directores orquestales, Furtwängler tiene consigo una filosofía sólida sobre la música que interpreta y de allí que sean tan valiosas estas reflexiones sobre Beethoven, inéditas en castellano hasta hace poco. La conclusión que formula sobre el compositor – mi favorito por cierto – es producto de una exploración vital:
“Apenas existe en toda la historia de la música un ejemplo que demuestre de modo más claro las posibilidades de la música pura, que muestre de manera tan diáfana que es el músico y sólo el músico quien ejerce aquí sus funciones. La virtud de Beethoven estriba no en la «idea» como tal, sino en su capacidad para convertir hasta este extremo esa idea en música.” (p. 46)

 

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