Política e ignorancia económica
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



"Una de las causas de que la mayor participación de los ciudadanos en los procesos electorales no se traduzca en mejores niveles de vida es que un gran número de votantes no tienen idea de los verdaderos resultados de lo que les prome­ten los candidatos. La demagogia o populismo, que consiste en promesas falsas e incumplibles, encuentra un terreno fértil en la ignorancia del funcionamiento de la economía por la mayoría de los electores."[1]
 
No obstante, creo que hay que distinguir entre ignorancia completa en materia económica e ideas equivocadas. Hay diferentes maneras de ver el asunto. Un keynesiano podría decir que un partidario de la Escuela Austríaca de Economía es un ignorante en economía, de la misma manera que este último podría tener la misma opinión del primero. Pero, desde un tercer punto de vista -de quien conozca a fondo ambas escuelas económicas- es bastante difícil afirmar rotundamente que ambos son ignorantes completos en economía. No obstante, la ignorancia a la que se apunta en el texto no es la de los estudiosos en economía, sino la del elector común, y en este aspecto no podemos menos que estar de acuerdo con el profesor Pazos que, si bien escribe principalmente sobre su país, México, otro tanto puede decirse del resto de las naciones del orbe.
 
"Millones de desempleados y subempleados quieren un buen empleo, por lo que, en un en­torno deanalfabetismo económico, cualquier candidato que promete crear más empleos, sin decir de dónde sacará los recursos para crearlos, probablemente obtenga más votos".[2]
 
Queda claro que se está refiriendo al hombre y mujer comunes que carecen de estudios elementales en economía, o bien tienen ideas erróneas sobre la materia, fruto de no poseer conocimientos especializados o suficientes. No son pocos los electores que entienden que "crear" empleos es una función del gobierno, y que -efectivamente- la misma puede ser llevada a cabo. Al propio tiempo, es frecuente que mucha gente este convencida que el gobierno también puede y debe "crear" los recursos necesarios para "generar" esos empleos. Todo lo cual es un completo error. Paralelamente, será lo que defina el voto de ese tipo de personas. Es más, es bastante posible que el mismo candidato desconozca que, no sólo no es ello "función" del gobierno, sino que es económicamente absurdo llevar a cabo dicho cometido.
 
"Las encuestas que utilizan los candidatos como base de sus programas les arrojan que más y mejores empleos son uno de los reclamos gene­ralizados entre la población. Muchos de ellos, sin analizar las verdaderas causas del desempleo, colocan en el primer lugar de sus programas la creación de empleos.Cuando ganan adoptan políticas económicas que los reducen: más im­puestos, gasto, reglamentaciones y burocracia."[3]
 
Es que como decíamos antes, no son escasos los candidatos que tienen ideas tan erróneas de la economía como sus propios electores. Y en esa línea, es bastante factible que, en su confusión, realmente estén convencidos que elevando impuestos, gastos y controles van a lograr el objetivo de mayor generación de empleos. No hay ninguna base para suponer que los candidatos posean más y mejores conocimientos que sus electores sobre la disciplina. Muchas veces, los candidatos con más posibilidades consideren que las mejores intenciones y la honestidad son suficientes como para obtener los más óptimos efectos en materia económica. Y estén lejos de sospechar que dichos requisitos (si bien importantes y valiosos) no son garantía ninguna de un progreso económico de la población.
 
"Todos los trabajadores buscan ganar más. Basados en esa natural aspiración, la mayoría de los candidatos prometen aumentar los salarios si los favorecen con su voto, lo cual únicamente es cierto si promueven las condiciones para au­mentar inversiones que se traduzcan en una mayor productividad y oferta de empleos. Ante electores ignorantes, piensan los populistas, es más sencillo decirles que mediante el aumento de los salarios mínimos por ley incrementarán sus niveles de vida."[4]
 
Es cierto que muchos piensan que los aumentos salariales son sólo una cuestión de voluntarismo político, y que todo pasa por la decisión de los burócratas, que serán "buenos" si optan por subir salarios y "malos" si no quieren hacerlo. Pero, el mecanismo de los incrementos salariales no depende de manera alguna de la buena o mala voluntad de los políticos de turno. Con independencia de cuales sean las reales intenciones de los aspirantes a burócratas, los acrecentamientos salariales sólo se producen en la medida que el stock de capital del lugar que se trate suba. Si -por el contrario- se reduce, los salarios también lo harán en idéntica o mayor medida, dependiendo del ritmo de los ascensos y descensos de aquel.
 
"Para muchos electores el mejor candidato o par­tido es el que promete mayores aumentos a los salarios por decreto, aunque cuando llegue a funcionario o legislador practique políticas eco­nómicas que genereninflación y reduzcan los salarios reales de los trabajadores".[5]
 
Esto sucede porque la mayoría de la gente no advierte los nexos causales existentes entre los distintos fenómenos económicos y como están entre ellos interrelacionados. Para que las ampliaciones salariales no generen efectos perniciosos en la economía deben darse en un marco de mercado libre de injerencias estatales de todo tipo. De lo contrario, cualquier medida que adopte el gobierno será distorsiva para el sector económico donde se la quiera introducir y -a la larga o a la corta- terminará conduciendo a consecuencias contrarias a las que, tanto electores como electos, querían llegar.
 
"Ante la natural tendencia de la mayoría de la población de tener una mejor casa, los candi­datos prometen darles una “vivienda digna” a todos o créditos baratos para obtenerla, pero no dicen de donde sacarán los recursos para sub­sidiar los créditos, regalar las casas o terrenos".[6]
 
Muchos políticos saben perfectamente que sus promesas son irrealizables y -aun, así y todo- no trepidan en hacerlas. Obviamente, sus objetivos no son mejorar la situación de la gente, sino la de ellos mismos y las de sus propios patrimonios. En Argentina, hemos tenido una experiencia amarga en dicho sentido desde Perón a los Kirchner, quienes más quienes menos, todos los gobiernos han apuntado a enriquecerse ellos y sus acólitos, sin importarles el empobrecimiento de los demás.


[1] Luis Pazos. Educación económica contra demagogia electorera, Centro de Investigaciones Sobre la Libre Empre­sa, A.C. (CISLE) pág. 1
[2] Luis Pazos. Educación económica…ob. cit. Pag. 1
[3] Luis Pazos. Educación económica…ob. cit. Pag. 1
[4] Luis Pazos. Educación económica…ob. cit. Pag. 1-2
[5] Luis Pazos. Educación económica…ob. cit. Pag. 2
[6] Luis Pazos. Educación económica…ob. Cit. Pag. 2
 

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