Van a la escuela pero no aprenden nada

Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Las tomas de colegios porteños
han concluido. Es tiempo, ahora que las pasiones se han aquietado, de volver a
poner sobre la mesa los problemas de fondo que hacen a nuestra realidad
educativa.
¿Inclusión o calidad? Una
vieja y absurda disputa. La respuesta es obvia: inclusión con calidad. Sin
embargo, el problema es de mayor complejidad: aún inclusión y calidad no son suficientes
si los niños que concurren a la escuela y reciben educación de calidad son
incapaces de asimilarla.
El pasado 3 de octubre, BBC
News publicó una interesante nota que, aunque extrema, resulta de relevancia
para ayudarnos a comprender el tema. Se señala que una investigación del
Instituto de Estadística de la UNESCO advierte la falta de calidad en las
escuelas, reportando que más de 600 millones de niños en edad escolar no tienen
destrezas básicas en matemáticas y lectura.
“Muchos de estos niños no
dejan de concurrir a las escuelas sino por el contrario están sentados en las
aulas”, señaló Silvia Montoya, directora del mencionado Instituto. Es claro que
la sola inclusión resulta insuficiente.
BBC News también reporta que
el fenómeno de concurrir a la escuela sin lograr un real aprendizaje es
resaltado por un informe del Banco Mundial hecho público en la última semana de
septiembre, el cual sugiere posibles causales. Examina los factores que atentan
contra el aprendizaje de los niños, entre ellos la calidad de la enseñanza
impartida, señalando que muchos maestros no se encuentran adecuadamente calificados.
A la vez advierte sobre el alto ausentismo docente.
Al respecto, el economista
jefe del Banco Mundial, Paul Romer, es contundente al indicar que “tiene que
haber una admisión más honesta de que el hecho de que un niño concurra a la
escuela no significa que tome lecciones que valgan la pena”. Es evidente que la
calidad también importa.
El informe hace mención a que
un gran número de niños inicia su escolaridad en condiciones inadecuadas para
adquirir conocimientos. Muchos, señala el Banco Mundial, han sufrido
desnutrición, y la privación y la pobreza de sus vidas podría significar que
empezaron la escuela física y mentalmente subdesarrollados. Por ello, menciona
Romer que “el progreso dependerá de reconocer que los hechos acerca de la
educación revelan una verdad dolorosa”. Está en lo correcto. Mal podemos hablar
de igualdad de oportunidades si no contamos con un niño cuyo cerebro sea capaz
de recibir educación y ello es imposible si no ha tenido una adecuada
alimentación durante sus primeros años de vida. Enfrentar la desnutrición
infantil debe convertirse en una política de Estado. Al no hacerlo, hablar de
inclusión y calidad educativa carece de fundamento, si efectivamente lo que
deseamos es otorgar a los niños que menos tienen acceso a una vida mejor.
Publicado en revista Criterio, Noviembre, 2017.
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