¿Puede la marihuana ayudar a los adictos de dejar los opioides?
Jeffrey Singer

Doctor en Medicina, egresado de New York Medical College. Fellow de American College of Surgeons. Practica cirugía general en el área metropolitana de Phoenix y es Académico Adjunto del Cato Institute.



A fines del mes pasado la administración de Donald Trump declaró el creciente índice de mortalidad causado por sobredosis de opioides como una emergencia nacional de salud pública. Treinta y tres mil vidas se perdieron por este mal en 2015, y los reportes iniciales del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades pinta una imagen todavía más desalentadora para el año 2016.
Quienes diseñan las políticas públicas para el presidente están reafirmando una política que tiene el objetivo de restringir los opioides. Pero esta política no está funcionando. De hecho, incluso podría decirse que está contribuyendo a que los consumidores empiecen a consumir drogas más potentes como la heroína en años recientes. Pero hay una estrategia que realmente puede detener el creciente índice de muertes por sobredosis que está frente a sus narices: legalizar la marihuana.
Según una investigación publicada a principios de este mes en el American Journal of Public Health, la legalización de la marihuana en Colorado para consumo recreativo en 2014 coincidió con una caída de 6,5 por ciento en las muertes por sobredosis de opioides. Los investigadores estudiaron el índice de sobredosis de opioides en el estado entre 2000 y 2015, y encontraron que luego de 14 años de un alza constante en las muertes por sobredosis de opioides, el índice cayó en un promedio de 0,7 por ciento al mes.
Este no es el primer estudio que concluye que la marihuana está asociada con una caída en el uso y abuso de opioides y de otras drogas peligrosas. Un estudio de 2014 observó estados donde la marihuana estaba disponible para usos medicinales entre 1999 y 2010 y descubrió, en promedio, una reducción de 25 por ciento al año en la mortalidad por sobredosis de opioides frente a estados en los cuales la marihuana era ilegal. Los investigadores de la RAND Corporation descubrieron resultados similares en 2015. En junio de este año, un estudio de pacientes con dolor crónicorealizado por la Universidad de California en Berkeley descubrió que 97 por ciento de los pacientes redujeron el consumo de opioides por haber empezado a utilizar marihuana medicinal, y 81 por ciento descubrió que la marihuana por sí sola era más efectiva que utilizar tanto la marihuana como los opioides.
Claramente algunos pacientes requieren de menos opioides para tratar su dolor cuando tienen acceso a la marihuana. Pero los datos alentadores de Colorado reflejan el impacto del acceso recreativo a la marihuana —no el uso medicinal. Estos nuevos descubrimientos sugieren la posibilidad de que las personas buscando “drogarse” con sustancias que alteran la mente, cuando tienen la oportunidad, suelen elegir la opción más segura —cuando esta es legal y está disponible de fuentes distintas a los traficantes del mercado negro. Incluso puede haber un fundamento farmacológico detrás de estos descubrimientos. La investigación publicada en 2013 en Addiction Journal sugiere que el cannabis “interfiere con los mecanismos de recompensa del cerebro que son responsables de la expresión de las propiedades agudamente gratificantes de los opioides...”
Un artículo de 2017 de los investigadores en la Escuela de Medicina de Mt. Sinai señala modelos animales que sugieren que el cannabidiol, encontrado en el cannabis, podría reducir los síntomas de abstinencia así como también el comportamiento que busca opioides. Esto requiere de más investigaciones, pero una cosa queda clara: la disponibilidad de marihuana está asociada con un declive en el consumo de opioides, su abuso y sus sobredosis.
Quienes se oponen a la legalización de la marihuana han dicho por años que la marihuana es una “puerta de entrada” que lleva a sus consumidores hacia drogas más traicioneras y adictivas, como la heroína. Estas afirmaciones se basan en el hecho de que la mayoría de los consumidores de heroína, cocaína, y otras drogas peligrosas también reportan que consumen marihuana. Pero también reportan que consumen tabaco y alcohol. Los críticos de la teoría de “puerta de entrada” rápidamente señalan que la correlación no es lo mismo que causalidad. Ahora hay evidencia de una correlación negativa entre la marihuana y drogas más fuertes. Más marihuana está correlacionada con menos opioides.
Incluso los partidarios de restricciones a los opioides coinciden en que el Tratamiento de Medicina Asistida es una herramienta útil para abordar la adicción a los opioides. Esto emplea medicinas tales como la metadona, la suboxone y la naltrexone para desenganchar a los adictos de los opioides. El potencial de la marihuana para el uso medicinal ha sido reconocido por profesionales de salud —y experimentado por pacientes— desde hace muchos años. Ahora, esta ofrece el potencial de evitar y tratar el abuso de los opioides.
En lugar de ser una “puerta de entrada”, la marihuana podría ser “la rampa de salida” del abuso de los opioides. Quienes se oponen a la legalización de la marihuana deberían tener en mente esto antes de tratar de eliminar esa opción.
Este artículo fue publicado originalmente en American Conservative (EE.UU.) el 14 de noviembre de 2017.
Al poner la ley al servicio de la historia ignoramos que la llamada memoria de algo no es lo que la gente recuerda sino “la rememoración colectiva de gente que no lo presenció, sino que le fue transmitido por crónicas familiares o, más probablemente en esta era de la aceleración, a través de intermediarios como el Estado”.
Hemos visto en España repetidamente esta “sospechosa pretensión intelectual, en tanto que libera a los que se creen agraviados de discernir entre los que en verdad los han agraviado y los que nada hicieron, o no hicieron lo suficiente, para prevenir que el agravio sucediera, y una pretensión peligrosa, social y políticamente, a pesar de sus buenas intenciones”. Y qué diríamos de las malas.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 14 de noviembre de 2017 y en Cato Institute.
 

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