San Juan, el submarino desaparecido
Eloy Soneyra

Doctor en Psicología de la Universidad de Belgrano especializado en Calidad y Factor Humano. Es autor y editor de libros como: “Gerencia y Excelencia, Calidad de la A a la Z” (el primer diccionario enciclopédico de la calidad y la gerencia en el Mundo), “Autodiagnóstico de la Gestión empresaria” (primer sistema cuantificado con las Bases del Premio Nacional a la Calidad). Director Ejecutivo del Estudio Soneyra, organismo destinado a la Psicología Aplicada a la Clínica y a asesorar a personas de empresas sobre Calidad y Factor Humano. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010).



La pérdida de contacto con el submarino San Juan el pasado miércoles 15, ha creado una sin precedente cooperación internacional para su búsqueda  acompañando a nuestra Nación países como: Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Francia, Alemania, Perú, Chile, Uruguay y Colombia  que desplegaron 17 buques y 15 aviones para participar  en los rastrillajes visuales y electrónicos que permitan dar con el submarino, empleando las más altas técnicas para detectarlo en la superficie como en la profundidad de las aguas del océano Atlántico; dotados  además de  equipos especiales para detectar tanto los cambios de los campos magnéticos por la existencia de la nave siniestrada, como aptos para  sacar a la tripulación del submarino averiado depositado a unos 600 metros de profundidad.
 
Tarea exploratoria dificultada por efectos climáticos ante fuertes vientos que generaban olas superiores a los 6 metros, todo más grave aún atendiendo a los 482.507 kilómetros cuadrados del área de búsqueda para encontrar una nave de 66 metros de eslora (largo) y 7 de Manga (ancho), que torna semejante la situación a encontrar una aguja en un pajar.
 
Situación de alta tensión tanto para los intervinientes rescatistas, como del personal de apoyo y de los familiares temerosos choqueados, alojados en la Base Naval de Mar del Plata.  La gravedad de la situación ha llevado a los creyentes a orar por los 44 tripulantes uniéndose al mensaje a Dios del Papa, a la par que esos parientes son contenidos por psicólogos para hacerles la espera menos angustiante.  

Cualquiera sea el final de esta tragedia es de esperar que no haya sido producto de entrenamientos de solo 15 días anuales, contra los 90 que la Armada hasta el 80 practicaba, acompañados de la falta del mantenimiento necesario de equipos y sistemas.  Llevase a esta reflexión el recordar por recortes periodísticos los diez años sin servicio del rompehielos Irizar por un incendio y el hundimiento en una dársena de la base Naval del histórico destructor misilístico Santísima Trinidad por la rotura de una válvula, naves de la Armada Argentina para defensa de la Nación.  
 

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