Inflación y desempleo: un debate que atrasa
Javier Milei
Es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.


La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John M. Keynes (1936) nació como un panfleto dedicado a políticos mesiánicos y/o corruptos, donde el despilfarro de la corporación política y el déficit fiscal, tal como señala Friedrich von Hayek (1975), se consideran como auténticas virtudes. Por ello no sorprende que desde la poltrona del poder siempre se hayan estigmatizados a los liberales, ya que son los únicos que han denunciado los daños del delirio gastador que sólo beneficia a la casta gobernante. Por ello, la teoría general quita la responsabilidad de la inflación a los políticos y culpa de la misma, tanto a los ambiciosos trabajadores como a los codiciosos empresarios.
El capítulo 21 del nefasto libro, sostiene que los precios son determinados como un margen de ganancias sobre los costos laborales. Así, frente a la incapacidad que mostraba el keynesianismo para explicar la inflación (Friedman 1974) y a la luz del hallazgo empírico de William Phillips (1958) que mostraba una relación negativa entre la tasa de variación de los salarios nominales y la tasa de desempleo, Richard Lipsey (1960), tomando la idea de Keynes, transforma la curva original de Phillips en una relación de intercambio entre inflación y desempleo, relación que se denomina Curva de Phillips. Es más, en el mismo año, Paul Samuelson y Robert Solow procedieron a testear dicha relación para Gran Bretaña y Estados Unidos, haciendo que dicha curva se constituyera en la base empírica para que los políticos eligieran cuanta inflación habría que soportar en pos de alcanzar un cierto nivel de empleo.
Sin embargo, al igual que en otras oportunidades, Milton Friedman (1968) se presentó para estropearles la fiesta a los keynesianos y, junto con ellos, a todos los políticos derrochones. En este sentido, el Coloso de Chicago afirmaba que los individuos no eran estúpidos, como sostenían de modo implícito el marco de los keynesianos, sino que en el medio aprendían cómo trabajaba la economía. De este modo, cuando el Banco Central aumentaba la tasa de creación de dinero, en el corto plazo las empresas creían que su precio relativo mejoraba, por lo que se lanzaban a producir más y con ello a contratar más trabajadores por un mayor salario.
A su vez, los asalariados, creyendo que su salario real estaba subiendo, aumentaban la cantidad de horas trabajadas. Todo esto derivaba en un aumento transitorio de la producción. Ahora bien, cuando los agentes descubrían que la tasa de inflación aumentó y que fueron víctimas de un engaño del Gobierno, incorporaban dicha información (expectativas adaptativas) y a partir de ello se genera una nueva curva de Phillips de corto plazo, la cual implica volver a la tasa de desempleo original (tasa natural), pero con una mayor inflación. En el fondo, Milton Friedman sostenía que, si bien existía una relación de intercambio entre inflación y desempleo, esta era de corto plazo y que, cuando los individuos se adaptaban a la nueva tasa de inflación, dicho efecto desaparecía. Es más, en esta misma línea, Edmund Phelps (1968) demostraba que la única forma de conseguir de modo sistemático que la tasa de desempleo se ubicara por debajo de la tasa natural era acelerando continuamente la tasa de inflación.
Finalmente, en 1972/3, apareció Robert Lucas Jr. para sepultar a la tristemente célebre curva de Phillips con el argumento de las expectativas racionales. Así, cuando los agentes forman sus expectativas de modo racional y conocen cómo se diseña la regla de política monetaria el Banco Central, frente a un cambio de regla que conlleva una mayor emisión, la economía pasa a un mayor nivel de inflación sin ganancia en términos de actividad y nivel de empleo. En este sentido, la única forma de lograr una mejora de actividad y empleo es mediante el engaño deliberado por parte de la autoridad monetaria, efecto que no sólo duraría muy poco tiempo, sino que, además, su repetición sistemática dejaría cada vez menores dividendos. Así, en función de todo esto, la lección sobre el proceso de estabilización es que, cuando un Banco Central es creíble, podría bajar la tasa de inflación sin caídas en el nivel de empleo con el simple hecho de anunciar una nueva regla monetaria que sea consistente, sostenible y además creíble.
Si bien el resultado es muy atractivo, la Escuela Austríaca, en base a un marco que considera una estructura productiva más sofisticada (triángulos de Hayek) alerta sobre el resultado de Lucas y se posiciona en un resultado compatible con la visión Friedman-Phelps.
Siguiendo la tradición Cantillón-Hume, el aumento de la cantidad de dinero no afecta a todos por igual, no sólo por sus preferencias respecto a las tenencias de nuevos saldos monetarios, sino que, además, existe una redistribución del ingreso en favor de aquellos individuos que los reciben primeros en detrimento de aquellos que lo reciben más tarde. De este modo, se modifica el patrón de ahorro y con ello la inversión. Así, el principal daño que causa la inflación es que distorsiona toda la estructura de producción, lo cual constituye un desequilibrio que, al momento de intentar estabilizar la economía, generará inevitablemente un aumento del desempleo. Ello ocurre porque hace que un número creciente de trabajadores elijan tipos de trabajo que dependen del mantenimiento e incluso hasta de la aceleración inflacionaria.
En definitiva, el resultado es una situación de creciente inestabilidad y en la que todo intento de moderar la inflación llevará inmediatamente a una mayor tasa de desempleo. Por ende, las autoridades se sentirán obligados a dejar de lado la estabilización e irán por una mayor inflación. Sin embargo, ello conducirá a tasas de inflación crecientes, lo cual generará una situación de tanta descoordinación del sistema de precios que, el remedio terminará siendo peor que la propia enfermedad que se intentó atacar.
Por lo tanto, salvo en el mundo keynesiano donde un poquito de inflación está bien, la inflación es mala. Sin embargo, a diferencia del enfoque de expectativas raciones con agente representativo, tanto en la visión de Friedman-Phelps como en la perspectiva austríaca terminar con la inflación no será libre de costo. El punto es que, a pesar de dicha coincidencia, desde la Escuela Austríaca, el costo señalado es mucho mayor. Por ende, siempre la recomendación es evitar que el proceso de inflación tome lugar y si ello ha ocurrido, habrá que bajarla lo más rápido posible ya que cuanto más tiempo perdure mayor será el daño final en términos de empleo y salarios reales.

Publicado en El Cronista.
 

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